La interpretación radical de la Ley Islámica aún atrae simpatizantes
La caída de Abu Bakr al-Baghdadi no ha supuesto la desaparición del ISIS, pues otro líder ha surgido, aunando a los diferentes grupos terroristas que les son leales por todo el Mundo. Por lo tanto, las normas impuestas por el Daesh en cuanto al gobierno de los territorios que controlan directamente o por mediación de sus "filiales" continúan vigentes en los mismos. Dichas medidas se basan en la Sharia, en su interpretación más estricta. Para velar por su debido cumplimiento en aspectos del día a día, la hisbah o Policía moral patrulla las calles 24 horas. En el presente artículo recordaré dos excelentes documentales que nos mostraron cómo se vivía en los territorios bajo dominio yihadista. Uno de ellos es The Islamic State, (de VICE News), en el que puede verse la actividad de la hisbah. El otro es Inside Raqqa, elaborado por la cadena sueca de televisión Expressen TV. Si bien han transcurrido cuatro años, el trato a las mujeres no ha cambiado.
¿Cómo trata a las mujeres el Daesh?
Entre parada y parada para reprender a algunos hombres (es preferible no dirigirse a una mujer directamente y hablar con su mahram o escolta), el yihadista le explica al periodista que su deseo es el establecimiento del Califato, y para ello es necesario que existan patrullas como la suya para recordarle a los creyentes qué es lo que se debe y no se debe hacer. A través de sus palabras entendemos que el miedo es uno de los factores más relevantes para el buen funcionamiento de la hisbah. Los habitantes del Estado Islámico son fieles a la Sharia no por sus creencias, sino por miedo a las represalias que puede tomar la Policía moral en caso de incumplimiento.
El jefe de la patrulla llama la atención de un hombre que va acompañado de una mujer que aparentemente cumple las normas de vestimenta: abaya (manto), niqab (velo integral) y guantes, todo de color negro. Pero hay algo que reprimir, la tela de sus vestidos es demasiado fina y debe cambiarla. Aunque las advertencias van dirigidas a la mujer, el yihadista se comunica con su marido exclusivamente.
«Le hemos dicho: ella es tu mujer y no debería estar expuesta. ¿Es un producto? ¿Es tu mujer o la estás compartiendo con la gente? No tiene sentido que la compartas con el resto, ¿acaso no eres musulmán? Dios ordenó que la mujer llevara velo, no nos lo hemos inventado nosotros. Se lo hemos advertido de buenas formas, pero aquellos que no obedezcan serán obligados a hacerlo.»
El rostro de la mujer no debe mostrarse, y esto se aplica en todos los contextos. En el documental Inside Raqqa, publicado por el medio sueco Expressen TV en 2016, mujeres del Califato graban a escondidas su día a día. Afirman que, aunque sean condenadas a muerte en caso de que las vean grabando, necesitan denunciar su situación y enseñarle al mundo lo que ocurre en el autoproclamado Califato. Con sus videos muestran, por ejemplo, hasta qué punto se prohíbe mostrar la cara de una mujer. Van a comprar tinte para el pelo y las caras de las modelos han sido tachadas con rotulador negro en cada una de las cajas de tinte, porque según el dependiente, ahora ellas también llevan niqab.
La policía moral también vigila que la mujer siempre vaya acompañada de un mahram, hasta el punto de que si la encuentran sola en la calle será castigada, y la decisión de la mujer puede recaer incluso sobre aquellos que están a su alrededor. Por ejemplo, en el documental sueco explican que si una mujer sale sin mahram y coge un taxi, la hisbah no solo la castigará a ella, sino al taxista también por acceder a llevarla sola.
La justicia del Daesh
Los órganos de justicia instaurados para aplicar la Sharia son los tribunales islámicos. Durante los juicios, los guardias armados protegen al juez mientras este recita versos del Corán y dichos del profeta. Uno de los tribunales más famosos del Estado Islámico fue el de la ciudad de Al-Hawl, en Siria, hasta que fue liberada por las FDS (Fuerzas Democráticas de Siria) en octubre de 2015.
A su llegada, el Daesh ocupó un instituto, pintó su fachada de negro y escribió “la ley es de Dios y a Dios servimos”, reconvirtiendo así el edificio en un Tribunal Islámico. En este Tribunal, no solo se condenaba a muerte a hombres y mujeres sin defensa alguna, sino que también encarcelaban a mujeres y niños yazidíes en mazmorras subterráneas.
En el Estado Islámico del Daesh, sus portavoces aseguran que la Sharia se aplica estrictamente y sin excepción
¿Cuáles son los casos que se llevan ante un juez? Los conocidos como delitos hadd que son cinco:
Relaciones sexuales ilegales
Falsas acusaciones de relaciones sexuales ilegales
Consumo de alcohol
Robo
Robo a mano armada
Los castigos aplicados a este tipo de crímenes van desde la flagelación a la pena de muerte, pasando por la amputación y el exilio.
Las torturas y penas de muerte se ejecutan a menudo en una plaza u otro lugar céntrico que el Daesh dispone en cada una de las localidades que todavía controla o en sus Wilayat ("Provincias", donde gobiernan sus filiales regionales).
Volviendo al reportaje sueco, uno de los escasos testimonios gráficos que se tienen sobre el modo de vida bajo el poder del ISIS, cuando Raqqa estaba aún bajo su control, el lugar escogido para las ejecuciones públicas era la rotonda Al-Naim (significa "El Paraíso" en árabe), rodeada de vallas a modo de jaula. En el documental, una ciudadana cuenta como dejaban allí a las mujeres a la espera de ser lapidadas. Ellas nunca eran informadas de su delito, pero quedaban allí recluídas hasta que se reuniera toda la gente posible. El wali (gobernador) abría la veda. Él tiraba la primera piedra, y después el resto le seguiría hasta la muerte de la mujer.
En el Estado Islámico gobernado por los grupos leales al Daesh se imponen costumbres derivadas -según sus jueces- de la Sharia, como la poligamia, el matrimonio entre niños, los crímenes de honor y la ablación femenina.
La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU ya dictaminó en su día que los tribunales del ISIS son ilegales, con sentencias crueles e inhumanas. Así mismo, la Unión Mundial de Ulemas Musulmanes (teólogos del Islam) declaró que:
«El asesinato de inocentes, musulmanes o no musulmanes, por ciertos grupos como el ISIS bajo el pretexto de imponer una consideración confesional repugnante es un acto criminal y viola la Sharia».
¿Qué empuja a una mujer a unirse al Daesh?
El Estado Islámico, en todos sus territorios, necesita mujeres con un rol activo que participen en la organización, para trabajar por ejemplo en la Brigada Al-Khansaa, la unidad policial femenina. Para poder unirse y así obtener una retribución, las mujeres deben cumplir unas condiciones estrictas: tener entre 18 y 25 años, aplicar la Sharia, vestir de negro, y dedicarse a tiempo completo a la causa. Otra forma de explotar el rol participativo de las mujeres es hacer de ellas perpetradoras de los atentados, ya que los ataques terroristas cometidos por mujeres tienen una mayor difusión mediática.
Pero los yihadistas necesitan además otros tipos de perfiles:
Mujeres con un rol logístico
Mujeres con un rol pasivo
Las mujeres con un rol logístico estaban ya radicalizadas antes de unirse al ISIS o cualquiera de sus grupos leales. Difunden propaganda y material terrorista e intentan captar nuevas simpatizantes.
El rol pasivo se deja para las mujeres que viajan a un territorio controlado por el Daesh o grupos que le han jurado lealtad. Son mujeres de entre 19 y los 28 años -y en ocasiones menores- a las que se les insta a fundar una familia y cuidar de ella. Generalmente son mujeres occidentales que practican el Islam o que tienen ascendencia musulmana. La mayoría de ellas, y al contrario que los hombres que se unen para combatir, están solteras y no tienen descendencia. Tienen una idea romántica del Yihad y viajarán al Califato para reunirse con su marido, con el que habrán contraído matrimonio a distancia previamente, con el que se casarán una vez lleguen allí.
Si bien es cierto que desde que cayó Baghdadi y se han conocido las barbaridades que se cometen con aquellas personas que no compartían su ideario, ha descendido notablemente el número de mujeres dispuestas a unirse a su causa. Pero todavía pueden oírse testimonios en defensa de los postulados yihadistas por parte de mujeres como quedó reflejado en la noticia recogida por el diario Dailymail, en marzo de 2019, justificando la violación de mujeres de la etnia yazidí.
Quién habla a la cámara del teléfono móvil que la graba, tapada por supuesto por lo que se desconoce su identidad, explica que el Corán permite el abuso de las mujeres que son botín de guerra ya que son esclavas y por lo tanto propiedad de sus captores. Los yazidíes son considerados por los islamistas más radicales como adoradores de Satán y por ello consideran que están legitimados para atacarles y esclavizarles.
Las motivaciones de las mujeres yihadistas son diversas siendo el rasgo común de tipo ideológico. Quieren viajar a los territorios controlados por el ISIS y ayudar a construir el Califato. Quieren hacer el Yihad y luchar contra los infieles. Pero sus creencias no siempre son tan estrictas. A veces se sienten confundidas. Habitan un limbo ideológico en el que no son capaces de discernir cuál es el camino correcto y cuál es el incorrecto, que haría y qué no haría un buen musulmán. Ángela Rodicio recoge un ejemplo de esta confusión entre los creyentes en su libro Las novias de la Yihad.
En el libro de Rodicio, una joven universitaria nacida en Londres pero de ascendencia bangladeshí cuenta el caso de una amiga que emigró a Siria: «Su idea de Yihad implica que tú, si te consideras un verdadero creyente, debes ir a luchar contra las injusticias y la corrupción de la religión. Ella temía que si tenía los medios y la oportunidad de ir, entonces sería condenada por no hacerlo; sentía dentro de sí misma que era algo necesario; luchar para promover el verdadero Islam, divulgarlo por todo el mundo.» (Rodicio A., 2016, pág. 54).
Hay muchas otras motivaciones personales. Los lazos afectivos establecidos con muyahidines son un contexto muy común para la captación y posterior emigración al Califato. Hablamos de mujeres que, a través de internet, se enamoran de un combatiente que ya habita en algún territorio controlado por el Califato y con el que tienen previsto contraer matrimonio, por lo que tienen que viajar al encuentro de su prometido para poder finalmente casarse.
En otras ocasiones, es la pareja sentimental, ya radicalizada, la que induce a la mujer a emprender el viaje a Siria. Él emigra para hacer el Yihad y ella no dudará en acompañarlo porque como dije anteriormente, la mujer islamista romantiza el Yihad. Si está enamorada de un muyahidín lo seguirá adonde sea necesario. Este viaje parecía más fácil desde una perspectiva en la que el estilo de vida del EI estaba idealizado: en el Califato, supuestamente, podrían vivir felizmente con su pareja y sus futuros hijos, las nuevas generaciones yihadistas. Tendrían una vida de ensueño, sin apuros económicos, una casa lujosa y un estatus social elevado, ya que sus maridos serían muyahidines, héroes del Islam. Evidentemente, todo ha cambiado desde la caída de Estado Islámico en Siria e Irak, donde formaron una verdadera estructura estatal. Pero continúan existiendo otros factores que mueven a ciertas mujeres a unirse a la causa yihadista.
La actual crisis de valores y el sentimiento de no pertenencia también son causas de la radicalización. Son nuevas musulmanas u occidentales hijas de padres procedentes de Oriente Medio que se sienten frustradas al no tener una personalidad definida y no encontrar su sitio en la sociedad en la que viven. Son musulmanas y occidentales al mismo tiempo, y temen perder su cultura. La sociedad que habitan se rige por normas occidentales, pero su hogar sigue unas reglas totalmente diferentes. Además la creciente islamofobia de los últimos años aviva el fuego. Se sienten marginadas, rechazadas por todos aquellos que les rodean, y se convencen de que su situación no va a cambiar, jamás formarán parte de esa sociedad.
La propaganda del El Estado Islámico les ofrece un lugar en la sociedad a las personas descontentas con las sociedades de tipo occidental en las que viven, una oportunidad de desarrollarse y formar parte de una comunidad que comparte sus valores y sus creencias.
Hay otro motivo cultural rampante, el conflicto palestino-israelí. Muchas de las mujeres que se unen al EI sienten desasosiego por el trato que recibe el pueblo palestino, sus hermanas y hermanos marginados y continuamente atacados, y empujadas por la necesidad de hacer algo para luchar por ellos, acaban emprendiendo el viaje al Califato.
En otras ocasiones, la captación viene de la mano de problemas económicos. Hay mujeres en situaciones inestables, sin ingresos económicos, escasa formación y ninguna perspectiva laboral, por lo que la emigración al Califato resulta una idea tentadora, ya que allí se les prometía una vida ideal sin apuros económicos. Pero desde la caída del EI esta motivación ha pasado a segundo plano, sin embargo, todos estos factores sociales, económicos y culturales pueden dejar a la persona en un estado de vulnerabilidad del que se aprovecharán las redes de radicalización.
Este artículo forma parte del serial "La mujer en el Yihad actual", cuyas anteriores partes son las siguientes:
La autora, Beatriz MADRIGAL CRIADO, es graduada en interpretación y traducción (inglés y árabe); especialista en análisis del terrorismo (Máster en fenomenología terrorista por la Universidad de Granada) y colaboradora de RSW.
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