El reclutamiento se prolonga todo lo necesario, pudiendo llegar a durar meses; en los últimos años, recurriendo también a Internet
“El objetivo de la radicalización consiste en hacer entender al individuo el terrorismo no como un fin, sino como un medio para conseguir algo. Ese medio es el empleo de violencia física o psíquica que produzca terror en la población. Para ello necesita no solo víctimas, también ha de encontrar un vehículo que haga llegar al resto de la población el efecto de sus acciones” (Jiménez Olmos J., 2015).
El proceso de reclutamiento se prolonga todo lo necesario, puede llegar a durar meses; siempre ha ocurrido en espacios físicos, pero desde los últimos años la captación se da también de forma online. Ya lo dijo Abd al-Bari Atwan, autor del libro The Digital Caliphate (El Califato digital): «sin internet no habría Estado Islámico».
El captador se acerca a su objetivo a través de plataformas como Twitter, Instagram o Facebook para luego pasar a ámbitos más privados como grupos de Whatsapp o Telegram donde se compartirá propaganda terrorista como vídeos, fotos o audios.
Según relata Jose Manuel Nieto Zambrano en su artículo “La mujer yihadista: prevención para la radicalización de la mujer”, la ideología extremista (radicalización) y la puesta en acción (ataque terrorista), no son trastornos mentales ni lavados de cerebro. Es poco probable que una organización terrorista tenga en cuenta dentro de su organigrama a una persona aquejada de un trastorno mental. Por lo tanto, se habla de la radicalización y de la captación como un proceso, no como una condición personal o psicológica.
Las fases de la radicalización yihadista se dan de la siguiente forma:
Pre-radicalización; se detecta un problema y se desea encontrarle solución: «Esto no está bien».
Autoidentificación con el radicalismo político: se adquiere un criterio político/ético/religioso de referencia y experiencia de injusticia: «Esto es injusto».
Aislamiento; identificación del agresor con un grupo determinado y culpabilización de otro grupo: «Es culpa de…».
Yihadización y realización o planificación de actos terroristas; solidificación del compromiso moral, íntimo y personal con el problema así como demonización del enemigo: «son malvados», y legitimización de la violencia política.
Un agente radicalizador propone una nueva perspectiva de la realidad y aporta todos los argumentos y hechos necesarios para convencer a su objetivo y que así este comulgue con sus ideas. Esa perspectiva consiste en darle un giro al guion y establecer quién es el oprimido y quién es el opresor. En este caso, el problema no es el abuso por parte de la organización terrorista, sino la opresión que sufren los musulmanes que se ven obligados a seguir un estilo de vida inmoral y son oprimidos por reivindicar la verdadera forma de vivir, la más pura, una vida tradicional y conservadora. Sufren el racismo y la islamofobia, y esto, según el agente radicalizador, nunca va a cambiar. Es una gran injusticia y Occidente es el culpable. Es necesario que la comunidad musulmana pase a la acción y luche contra el opresor. La participación en ataques terroristas se convierte en un discurso político. No es violencia, es la reivindicación de los derechos del creyente.
Radicalización online vs. radicalización offline
No existen apenas casos de autorradicalización. La mayoría de las mujeres suelen radicalizarse en compañía de otras, guiadas por un agente de radicalización.
En el caso de la radicalización online, siempre se produce un primer acercamiento a través de redes sociales: un «me gusta» a una foto, una respuesta a un comentario, un retweet, etc. Los yihadistas se mantienen a menudo en el anonimato, ya que se comunican a través de perfiles falsos y en ocasiones poseen más de una cuenta. Analizan la información de los perfiles online de sus objetivos, estudian sus debilidades a través de sus conversaciones.
Poco a poco comenzarán a interactuar más con su objetivo de forma que la relación que tienen se volverá cada vez más estrecha, hasta llegar a un punto en el que hay suficiente confianza para, por ejemplo, intercambiar números y hablar por chats privados en aplicaciones móviles como Whatsapp o Telegram. En estas conversaciones, individuales o en grupo, se compartirá propaganda y material terrorista y se hablará exclusivamente de temas relativos a la ideología salafista y a la institución y propagación del Califato.
Las conversaciones grupales son exclusivas a un género. Es decir, una mujer solo podrá entrar en un chat grupal con otras mujeres. Una clave en el proceso de radicalización es percibir al agente radicalizador como un igual. Las mujeres captadas no deben ver a su captador o captadora como alguien superior dentro de una jerarquía, sino como una persona que está en una situación similar a la suya.
Aunque el número de incidencias de radicalización en un entorno físico haya disminuido, estas siguen ocurriendo. Este proceso tiene lugar en el domicilio privado de yihadistas. En ocasiones se da el primer acercamiento online mencionado anteriormente, para luego pasar a un encuentro físico que permite entablar una relación más íntima. El adoctrinador se presenta como una persona con la que se puede establecer una relación afectuosa, alguien que le ofrece confianza, apoyo y consuelo.
Tanto si la radicalización es online como offline, en el caso concreto de las mujeres, el agente radicalizador suele ser alguien cercano, como un familiar o un amigo
Poniendo el foco en este círculo cerrado y cercano a la mujer, nos centramos ahora en la familia, ya que es en el seno de la misma donde se establecen primeramente los valores culturales, sociales y políticos básicos. Familias en las que los progenitores siguen una ideología salafista crean el ambiente propicio para la radicalización de las menores. Las mujeres que se han criado en un ámbito islamista ultraortodoxo no encontrarán contradicciones en los mensajes y material propagandístico que les llega por parte de los agentes de radicalización.
Por otro lado, nos enfrentamos al caso de los progenitores en proceso de radicalización, y en concreto las madres, que son alentadas por los captadores a introducir a sus hijos en el movimiento del Yihad desde muy temprana edad, para evitar que en un futuro se «contaminen» de ideologías contrarias al salafismo. Muchas de las mujeres jóvenes o incluso menores que se han unido al Yihad o que al menos lo han intentado, han estado expuestas al material propagandístico desde pequeñas, de forma que perciben el Yihad como algo positivo y están completamente insensibilizadas ante la violencia.
Las mujeres que han sido educadas de esta forma estricta, a las que siempre se les ha exigido obediencia, que se han rodeado de un círculo extremista (en el seno de familias tradicionales se suele controlar el círculo social de los hijos), son más proclives a la captación una vez que son lo suficientemente mayores para adquirir unos conocimientos políticos básicos.
En este tipo de ámbitos familiares también se establecen unos claros roles de género. A las mujeres se les asigna un papel tradicional de cuidado del hogar y de sus hijos. Madres que no toman decisiones por sí mismas, que no toman las riendas de su familia, que a menudo son silenciadas por sus maridos, influyen en la visión que sus hijas tienen de la familia y del papel de la mujer. De esta forma, la propaganda islamista, como es el caso del manifiesto de la Brigada Al-Khansaa que a muchos nos sorprende por su contenido machista, no escandalizará lo más mínimo a estas chicas que perciben este tratamiento de la mujer como algo natural e incluso ideal.
No siempre son los progenitores o los parientes los que radicalizan a las jóvenes. En ocasiones, tras haber recibido una educación estricta y conservadora, son ellas mismas las que se interesan por el contenido propagandístico que encuentran en internet, y movidas por la curiosidad llegarán incluso a ponerse en contacto con yihadistas.
Fuera del ámbito familiar y dentro de este círculo cerrado de captación de la mujer, nos encontramos con las parejas sentimentales. Muchas de estas mujeres han sido radicalizadas por sus novios, que las han instado a adquirir ciertos comportamientos como controlar su vestimenta de forma que no sea insinuante, hasta tal punto que muchas de ellas optan por vestir el velo integral. El concepto Yihad se acaba normalizando ya que forma parte de la mayoría de sus conversaciones.
Un ejemplo de lo anterior es lel audio que una joven envió a su novio, que fue detenido en 2015 en Terrassa: «Sobre el tema de irte, es que no sé. A mí me han dicho que es haram dejar a tu familia y a unos niños e irte. No sé, es que no me convences. No sé, tú puedes ir al Jannah (Paraíso) perfectamente haciendo lo que Allah pide […] No sé por qué te emparanoias en ir a esos países. Si tú vas llévame contigo, ya está, pero para ir solo yo no te dejaría. Si tú quieres ir y yo estoy casada contigo, insha Allah (si dios quiere), pues me llevas contigo, pero para ir solo no te voy a dejar. Es que no me convences, en serio. Este será el único tema en el que no nos entenderemos. El único.» (Citado por Vicente A., 2018).
En el ejemplo se demuestra cómo la joven, a pesar de no comulgar con la ideología de su novio, acepta seguirlo en su camino del Yihad, negándose a romper los lazos sentimentales que los unen.
También son los amigos los que, en muchas ocasiones sin querer, se convierten en los captadores. Muchos jóvenes, sobre todo chicos, empiezan a concurrir lugares como mezquitas, ya que es ahí donde se reúnen sus amigos, e incluso instarán a otros compañeros a ir con ellos. Es en estos lugares de encuentro donde, en algunas ocasiones, se expondrán a discursos extremistas y otros tipos de propaganda integrista.
Una joven que ya ha adquirido y aceptado estas ideas, y que además está en un estado de vulnerabilidad por carencias afectivas, sentimiento de no pertenencia o problemas económicos, se convierte en un objetivo perfecto para la captación y el viaje final al Califato (como se conoce, todavía hoy, a pesar de su declive en Siria e Irak, al conjunto de territorios que controla el ISIS). Ha superado ya algunas fases: se ha acercado a su adoctrinador, han establecido una relación de confianza, se ha aislado de forma que su círculo se compone exclusivamente de otros simpatizantes, etc. Así que llega el momento de ponerla a prueba para comprobar su lealtad, para asegurarse de que realmente está comprometida con la causa.
Las pruebas a las que someten a las mujeres van desde vestir el niqab hasta convencer a su propia familia de emprender el viaje a Siria o algún otro territorio bajo control del EI. En el caso de una joven española, su prueba consistió en difundir propaganda. La hicieron administradora de un grupo de Facebook de carácter yihadista. Al acceder a administrarlo y ser ella una de las difusoras de propaganda mostraba su lealtad. Además, como en el caso de esta chica, a muchas se las involucra en actos delictivos para que no puedan desvincularse de la red yihadista posteriormente.
Con la captación la mujer acaba convenciéndose de que es una heroína del Islam, y que muchos otros creyentes envidiarán su valentía. Si muestra dudas acerca del plan, la táctica cambia. Los reclutadores recurren a la intimidación cuando las mujeres comienzan a dudar.
Si se niega a cumplir el plan, las amenazan con hacerle daño a ellas y a sus familias, o con llevárselas a un territorio que aún controle la organización "Estado Islámico". A pesar de conservar algún enclave en Siria, es el Sahel la zona en la que el ISIS tiene una mayor presencia y fuerza actualmente.
Este artículo forma parte del serial "La mujer en el Yihad actual", cuyas anteriores partes son las siguientes:
La autora, Beatriz MADRIGAL CRIADO, es graduada en interpretación y traducción (inglés y árabe); especialista en análisis del terrorismo (Máster en Fenomenología Terrorista por la Universidad de Granada), así como Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos por la Universidad Autónoma de Madrid. Colaboradora de la Red SAFE WORLD.
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