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Armada Invencible (y IV): la obsesión de Isabel

La reina de Inglaterra nunca perdonó el rechazo del rey Felipe de España pasando de la admiración al odio visceral

Isabel quedó encandilada con Felipe cuando le vio la primera vez, deslumbrante y poderoso, con una escolta de varios miles de soldados españoles a bordo de una impresionante flota de barcos. Su padre, el emperador Carlos V, quiso dejarles claro a los ingleses que su hijo era intocable. Pero no fue solo esa magnificiencia sino todo lo que tenían en común: jóvenes ambos, con gustos similares e inteligentes y cultos.


Pero todo se torció cuando al morir la reina María, hermana de Isabel, con la que Felipe se vio obligado a casarse por requerimiento de su padre, su admirado príncipe no respeta la paciencia que ella le pidió cuando el español le propuso matrimonio. En cambio, Felipe se casa enseguida con la hija del rey de Francia, País enemigo de Inglaterra. Y todo por pura política, lo que hizo comprender a Isabel el Mundo en el que vivía, sin lugar para el romanticismo que a ella tanto le gustaba.


El despecho por el desprecio de Felipe dio paso al rechazo hacia todo lo español y de ahí al odio visceral fue cuestión de tiempo, sucediéndose las afrentas mutuas entre los dos reinos.


La complicidad inicial entre Isabel y Felipe

Cuadro de los reyes Felipe II y María Tudor
Felipe II y María de Inglaterra, por Hans Eworth

Cuando Felipe llega a Inglaterra con 26 años tenía gran experiencia con las mujeres e incluso había estado casado y era padre, enviudando de su primera esposa, María Manuela de Portugal, que falleció a los pocos días de dar a luz (Carlos, hijo de Felipe, tenía nueve años cuando su padre se casa con María Tudor, reina de Inglaterra).


El príncipe Felipe era famoso por sus escarceos libertinos.


Todo un mujeriego, aborreció Inglaterra prácticamente desde que desembarcó ya que se casaba obligado con una tía suya que no era ni atractiva ni joven (le sacaba once años).


María era hija de Catalina de Aragón, tía abuela de Felipe. Como también era hija del rey Enrique VIII, heredó el reino a la muerte del sucesor de Enrique.


El emperador Carlos estableció una serie de alianzas estratégicas para acorralar a Francia que consideraba su principal problema, forzando a su hijo a casarse con María de Inglaterra.


Si ya de por sí estaba contrariado con la situación que su padre le había obligado a vivir, casándose con su desquiciada tía, el País tampoco ayudaba. Su adversa climatología, tan distinta de la soleada Península Ibérica, le terminaba por desesperar.


Para colmo, se vivía un conflicto entre católicos y protestantes, lo que ponía al rey consorte Felipe en el punto de mira de complots e intentos de magnicidio. No podía vivir las aventurillas con todo tipo de mujeres que a él tanto le gustaban porque no era seguro salir de la Corte ya que en Inglaterra se le odiaba por estar casado con María la Sanguinaria, como llamaban a su esposa (por la dura represión hacia los anglicanos y calvinistas).


En ese ambiente tan opresivo, no es de extrañar que el rey se ausentara cuanto le era posible en el momento en que su padre le cede el Gobierno de Flandes, donde se sentía más libre y a gusto.


El tiempo que pasaba en Londres fue cuando conoció a su cuñada: Isabel le cayó muy bien. Dotada de simpatía natural, afable con todo el mundo y encantadora, era todo lo contrario de su hermana María. Por otro lado, destacaba por su belleza en el siniestro entorno del que se rodeaba la reina y eso que la viruela le dejó marcas en la cara que ella ocultaba con maquillaje.


Entre los cortesanos se rumoreó que a Felipe le gustaba mucho Isabel pues pasaba bastante tiempo conversando con ella, más que con su propia esposa.


Cuando María muere sin hijos, Isabel asciende al trono (¿influyó Felipe en el nombramiento?). El español se marcha de Inglaterra si bien se ofrece como marido de la nueva soberana pero ésta le pide que sea paciente porque tiene antes que reordenar el reino (tal vez quiso jugar con él como con el resto de pretendientes, que no le faltaron). Sin embargo, Felipe, también acaba de heredar un reino y no uno cualquiera sino nada menos que el Imperio Hispánico.


En contra de lo que se difundió posteriormente de Felipe II con la leyenda negra, el rey español no era un fundamentalista religioso, todo lo contrario. Bebió de todo tipo de fuentes ideológicas y culturas diversas, como lo hizo su padre, de corte humanista pero ambos eran hombres prácticos considerando erróneamente que un imperio se gobernaba mejor si todos sus súbditos profesaban la misma religión.


Así que Felipe le impone a Isabel que abandone sus ideas anglicanas y abrace de nuevo el catolicismo si deseaba casarse con él. Isabel le rechazó en un principio, se cree que dolida por esa imposición de Felipe, al que siempre amó en secreto. Evidentemente, este último dato entra dentro del campo de la especulación histórica, pero como muchos otros detalles de la vida de Isabel.


Probablemente, la reina pensó que Felipe suavizaría sus pretensiones, por la confianza mutua que se tenían pero tan solo dos meses después el rey anuncia su matrimonio con Isabel de Valois, hija del rey de Francia. No debió sentar nada bien a la reina de Inglaterra, incluso parece que le cogió una gran animadversión pero él ya pensaba y actuaba como un rey.


Una de las primeras medidas que toma Felipe al llegar al trono es firmar la paz con Francia en cuyo tratado se incluye la unión en matrimonio de la hija del rey francés, Isabel de Valois, con el hijo de Felipe, el enfermizo Carlos. Debido a la salud frágil de éste último, se establece que sea Felipe quién se case con Isabel de Valois, siendo la diferencia de edad de 16 años (Isabel solo tenía 13).


Cuando llega la noticia a Londres, la reina Isabel no daría crédito, llegando a decir que no la querría tanto cuando no supo esperar. Seguramente debió criticar el hecho de que Felipe se quejara de lo mayor que era su anterior esposa, María, cuando él se casó con una chiquilla, apenas adolescente.


Felipe II no fue siempre el rey oscuro de la Leyenda Negra

Retrato de Isabel de Valois
Isabel de Valois (Museo del Louvre)

Felipe respetó la juventud de Isabel de Valois. De hecho, la reina no quedó embarazada hasta los 18 años, con lo que se comentaba en la Corte que por la que realmente bebía los vientos el monarca era por la princesa de Éboli, Ana de Mendoza, que tenía 23 años y formaba parte del grupo de amistades en torno a Isabel.


A ese grupo pertenecía también Alejandro Farnesio, que después sería gobernador de Flandes y ejercería un papel de gran importancia en el episodio de la Armada Invencible.


De ese corrillo de amigos en la Corte, Felipe era el mayor, con 35 años, pero se rejuveneció con ellos pues llegó a ser muy feliz, con lo que se olvidó enseguida de la reina Isabel de Inglaterra pero ésta no se olvidó de él. Y no hay duda de que llegó a sentir amor por su esposa, que acabaría dándole dos hijas. Tal vez incluso no existiera romance ninguno entre Felipe y la princesa de Éboli como probablemente tampoco lo hubo entre Isabel de Valois y su hijastro, Carlos de Austria.


Lo que sucedió es que se difundieron rumores acerca de estos posibles amoríos en la Corte para destruir la gran amistad de esas personas que tanto habían congeniado. De hecho, Isabel era la única que podía tranquilizar al infante Carlos (ambos tenían la misma edad) cuando éste sufría sus ataques de cólera descontrolada por lo que se rumoreó que había algo entre ellos.


El rey Felipe ordena que el príncipe sea vigilado en sus aposentos de los que no debía salir para que no se hiciera daño (parece que intentó suicidarse) o eso se dijo.


En 1568 muere la esposa del rey, tras su tercer parto (el niño no sobrevivió) pero también fallece su hijo en extrañas circunstancias. A partir de este momento, Felipe cambia su carácter volviéndose huraño y desconfiado.


Isabel de Inglaterra prefirió reinar sola

Retrato de Isabel I en el trono
Retrato de Isabel I (National Portrait Gallery, Londres)

Cuando Felipe desiste de casarse con Isabel al contraer nupcias con Isabel de Valois, la reina de Inglaterra recibió más propuestas de matrimonio de otras casas reales pero ella las rechazó todas.


Tan dolida estaba con el catolicismo, al que culpaba de la oscuridad del alma de su hermanastra María, quién fue una fanática religiosa, que reinstauró el protestantismo impuesto por su padre y mantenido por su hermano, el rey Eduardo VI. Fue a la muerte de éste cuando María Tudor eliminó toda representación anglicana y calvinista (las dos corrientes protestantes que había en el reino).


Pero la propia Isabel acabó radicalizándose también. A los católicos les cobró tributo en un primer período de su reinado por practicar su fe, con lo que quedaban eximidos de acudir a las misas anglicanas.


Continúa siendo un misterio por qué Isabel no se casó puesto que por entonces era casi un deber sagrado para un rey (o reina) ya que su heredero continuaría la dinastía. Pero es probable que Isabel se enfadara tanto con Felipe y con el resto de prohombres de su época, que deseaban manejarla a su antojo, que decidió rebelarse contra esa situación de puro machismo. O tal vez fue para demostrarle al rey español que no necesitaba ningún hombre a su lado. Fuera cual fuese la razón, Isabel gobierna sola.


En el período en el que Felipe vive dichoso en Madrid junto a su esposa, Isabel de Valois, la otra Isabel, la de Inglaterra, se enfrenta a una amenaza constante: la resistencia católica.


Destapó varios complots contra su persona descubriendo que el Vaticano estaba detrás de ellos por lo que radicaliza su postura hacia los católicos.


Seguro que llegó a sus oídos, ya que tenía espías por todas las Cortes europeas, que el Papa Pío V le encargó nada menos que al rey Felipe II, el hombre más poderoso de su época, el que había sido su amigo pero no quiso casarse con ella, que destronara como fuera a Isabel. Será cuando comienza a fraguarse la idea de la invasión de Inglaterra y de la Armada Invencible. La reina, como respuesta, decide financiar a los rebeldes calvinistas holandeses contra el Imperio Hispánico.


Sin duda, sus consejeros debieron recomendarle prudencia puesto que estaba provocando a la mayor superpotencia que la Historia había conocido hasta ese momento. Pero Isabel no solo no les hizo caso sino que ideó ella misma la construcción de una gran Armada, la mejora de las fuerzas terrestres y las baterías de artillería dispuestas por toda la Costa.


Si no hubiera estado tan despechada habría entendido que el rey Felipe seguía apreciándole y por ello éste no hizo caso del Papa cuando excomulgó a Isabel. Tampoco le declararó la guerra cuando el Sumo Pontífice se lo pidió. Felipe intercedió por Isabel ante el Vaticano y consiguió que se olvidaran de ella en Roma al volcarse en el conflicto contra el Imperio Turco Otomano. Pero para Isabel, la realidad era otra: no podía fiarse de Felipe por lo que pasa a la acción. Ya se sabe que la mejor defensa es un buen ataque.


Se tensa la cuerda: la obsesión de Isabel con Felipe

En el GIF anterior, recordando la escena de la película Elisabeth: La Edad de Oro, una magnífica Cate Blanchett interpreta a la reina Isabel. La actuación es memorable, como todo lo que hace Blanchett, pero no significa que sea fiel a la verdad.


Lo cierto es que en torno a la vida de esta mujer extraordinaria hay demasiados mitos y uno de ellos fue la arenga a los soldados ingleses en la costa, frente a la Armada española, vestida ella con armadura de combate pero esto no sucedió de ese modo, ni mucho menos. ¿Dio el famoso discurso? Pudiera ser que sí, pero no frente a la Armada, la cual no estaba ni cerca.


La propaganda inglesa quiso dar la imagen de una reina valiente que no dudó en exponerse al enemigo montada en su caballo animando a las tropas para que no temieran por su vida, pues luchaban por una causa justa.


La mayoría de británicos (y casi todo el Mundo) siguen creyendo que la reina, en efecto, se dirigió a sus huestes el 8 de agosto en la localidad de Tilbury. Se conserva una redacción de las palabras pronunciadas por la reina en la British Library de Londres. A continuación, un fragmento: he acudido aquí entre vosotros (...) para estar en medio del calor y el fulgor de la batalla, para vivir o morir entre vosotros.


Pero es imposible que la reina tuviera a la Armada detrás mientras ella arengaba a sus soldados y súbditos, corriendo por lo tanto un alto riesgo, porque ese día la Armada se hallaba en plena Batalla de las Gravelinas, en la costa francesa.


Resulta curioso que en su discurso no menciona ni arremete contra el rey Felipe sino contra el duque de Parma, gobernador de Flandes y líder de los famosos y temibles Tercios españoles. Demuestra que ese era su verdadero temor: que los Tercios desembarcarn, pues sabía

de la eficiencia en combate del duque.


En cualquier caso, aunque marchara rodeada de su escolta y sin barcos españoles cerca y por lo tanto bien segura, aún así, desplazarse hasta donde se hallaban las tropas demuestra arrojo pues supo dar la cara en momento tan difícil. Le recomendaron que no lo hiciera porque podía sufrir un atentado, pero ella marchó al encuentro del ejército, y eso es propio de valientes, que duca cabe.


Si la reina Isabel no estaba obsesionada con Felipe no se entiende que le colocara como objetivo primordial de su política expansionista cuando lo más sensato hubiera sido aliarse con él. Por ejemplo, enviándole barcos a la Batalla de Lepanto para que lucharan junto a la Liga Santa, liderada por España, o no financiando a los rebeldes holandeses (aduciendo que en Inglaterra eran anglicanos, no calvinistas, o cualquier otra excusa).


Se trasladó a las distintas generaciones inglesas, a lo largo de los siglos, que la moral anglicana era superior a la católica y por ello el siniestro rey español Felipe II, erigido en protector del catolicismo, se estrelló contra las costas de Inglaterra (en realidad Escocia e Irlanda) porque Dios era anglicano.


Y es que el conflicto entre los dos reinos, el de Inglaterra y el de España, entre los siglos XVI y XVII, se convirtió en una guerra entre dos culturas distintas o al menos es la visión que le dieron los historiadores ingleses.


Sin embargo, la realidad era muy distinta: el rey Felipe mandó a la Armada contra el que consideraba un reino con menos recursos que el suyo por lo que no debía ser difícil su invasión, pero dudo mucho que deseara convertirlo en una colonia española sino en restaurar la situación anterior.


Como mucho hubiera dejado a la reina de Escocia en el trono de Londres, de religión católica y a la que Isabel tenía en prisión, protegida por los Tercios españoles.


Felipe ordena el ataque porque se harta de las noticias que le llegan de asaltos de corsarios ingleses a navíos españoles procedentes de las Indias que eran los que traían las riquezas de oro y plata (y otras muchas mercancías muy apreciadas en Europa). Se llega a decir, versión mantenida posteriormente y a lo largo de los siglos, que es el rey español el obsesionado con la inglesa. Pero, lo cierto es que la fijación parecía mayor desde el lado inglés que desde el español.


Han sido los propios historiadores ingleses actuales los que, realizando un ejercicio de honestidad histórica, han desmantelado todo ese edificio que se ideó contra España para denigrarla: la famosa leyenda negra.

Retrato de la reina Isabel de 1590
Isabel como vencedora de la Armada española (Patrimonio del Reino Unido)

Ante sus súbditos, una vez “derrotada” la gran Armada española, se proyectó la imagen de la reina Isabel como un ser glorificado al que la providencia divina protegía. En el cuadro anterior, de pintor aónimo, realizado en 1590, se le presenta como reina de los mares con la mano derecha sobre el globo terráqueo. Al fondo, imágenes de la Armada española destruida.


Pero España se recuperó enseguida del descalabro de la Armada lo que debió desesperar a Isabel ya que parecía que sus muchos intentos de socavar el poder de Felipe no surtían efecto. Envió la Contraarmada contra las costas españolas sufriendo una derrota sin parangón, la peor de toda su Historia Naval. Sus barcos eran apresados o destruidos por los españoles en el Atlántico, así que la obsesión de Isabel por Felipe y su imperio creció hasta lo enfermizo.


La reina favoreció una especie de culto a su persona como la "Reina Virgen", sabedora de que el pueblo necesitaba símbolos o más habría que decir que los súbditos que profesaban su religión. Porque Isabel no fue reina de todos los ingleses sino solo de parte de ellos, persiguiendo a los que no pensaban como ella.


En la Inglaterra isabelina, los nobles tenían privilegios como en cualquier otro reino manteniendo su poder sobre un populacho agobiado por los impuestos y normas cruentas que sostenían el sistema monárquico.


Los señores ingleses sabían que los españoles no eran tan fieros pero lo más probable es que, si desembarcaban en Inglaterra y llegaban a Londres, obligarían a que se volviera al sistema católico anterior. Así que los nobles protestantes afines a la reina Isabel lanzaban diatribas contra los españoles convirtiéndoles en poco menos que monstruos despiadados.


Se dijo de los Tercios españoles que llevaban látigos con los que azotarían a los ingleses en el camino hacia Londres una vez desembarcaran.


Se exageró al máximo las historias sobre la inquisición española para fomentar la leyenda negra y de ese modo que los súbditos ingleses les tuvieran más miedo de lo que pudiera venirles si apoyaban la invasión. De este modo, se mantenía el sistema impuesto por Enrique VIII y reinstaurado por Isabel, el protestante-anglicano por duro que fuera.


María Estuardo: víctima del odio de Isabel a Felipe

Retrato de María Estuardo
María Estuardo, por François Clouet (Instituto Cultural de Google)

La política mandaba e Isabel tenía un grave problema interno en su reino: María Estuardo.


Apoyada por los franceses, María de Escocia, de la dinastía de los Estuardo, aspiraba también al trono de Inglaterra, pero no da pasos firmes en esa dirección, sin embargo, Isabel decide vigilarla de cerca a ella y su Corte en Escocia.


Todo iba bien hasta que se produce la rebelión protestante en los Países Bajos españoles y poco después Isabel ordena la detención de María Estuardo, quién había huido a Inglaterra tras ser despuesta de su trono en Escocia.


Los acontecimientos se aceleraban, pero aun así Felipe mantenía sus simpatías hacia Isabel e incluso protestó ante el Papa por excomulgarle y maquinar en favor de María Estuardo para arrebatarle el trono a Isabel, como ya se adelantó en un epígrafe anterior. Es más, recibe el encargo del Papa de hacer lo que sea necesario para derrocar a la reina, pero Felipe no hace caso.


En cambio, como también deciamos antes, Isabel ya no se fía del rey español pues a fin de cuentas es aliado del Papa, con lo que es cuestión de tiempo que cumpla sus requerimientos, así que planifica la defensa del Reino. Pero la estrategia es demasiado agresiva, pues se trata de atacar y saquear las colonias españolas en América y asaltar las flotas cargadas de oro, plata y otras mercancías. Por otro lado, envían dinero e incluso un contingente militar a los rebeldes en Flandes.


El rey Felipe comienza a barajar la posibilidad de invadir Inglaterra pues sabe que cuenta con el apoyo del Papa que odia a Isabel por perseguir a la Iglesia Católica en su reino.


El monarca español encomienda los planes de invasión a Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, gran duque de Alba, pero tras estudiarlo el noble concluye que intentar invadir Inglaterra era un despropósito. Felipe le dijo que se trataba de un mandato divino dando a entender que el requerimiento partía del Papa.


Una vez vencidos los turcos en el Mediterráneo y sofocado el levantamiento morisco en las Alpujarras, en el sur de España, el rey retoma sus planes de invasión, encargando ahora la planificación a Pedro Menéndez de Avilés, allá por 1573. Desde este momento, se apoya a los católicos ingleses que en la sombra pretenden derrocar a la reina Isabel.


En 1580, Anthony Babington participó junto a John Ballard, un destacado sacerdote católico, en el complot contra la reina Isabel para colocar en su lugar a María de Escocia e incluso Francia y España prometieron su apoyo si la conspiración era un éxito. Pero los instigadores fueron descubiertos por Francis Walsingham, el consejero real encargado de investigar la trama y detener a los traidores. Fueron ejecutados al ser interceptada la correspondencia que mantenían con María Estuardo, pero la reina Isabel perdona a su prima si bien estrecha su vigilancia.


En 1586 se descubre otro complot católico para matar a la reina Isabel: la represión fue brutal

Considerar a María Tudor una reina sanguinaria y a Isabel como alguien piadosa con su pueblo es una falacia puesto que gobernó con gran crueldad con respecto a sus súbditos católicos. A éstos no les hizo ningún favor el Papa Gregorio XIII cuando dijo que si alguien asesinaba a la reina Isabel no sería considerado un pecador. Cuando esta proclama papal llegó a Inglaterra, la ira hacia los católicos se recrudeció.


A los conspiradores les ejecutaron en la horca, pero antes de su último aliento cortaban la soga para alargar el sufrimiento. Cuando ya eran cadáveres, los destripaban esparciendo sus entrañas a la vista de todos como advertencia para otros rebeldes.


Se consideraba a los católicos una quinta columna española (o francesa) en el interior de Inglaterra con lo que eran perseguidos. Pero no eran expulsados, como hizo Felipe III en España con los musulmanes en el siglo XVII. En la Inglaterra de Isabel I se les detenía y encarcelaba o eran ejecutados, acusados de alta traición. También se fomentaba por parte de las autoridades anglicanas el odio de los súbditos protestantes hacia los católicos.


Los espías españoles en Inglaterra observaron que el duque de Norfolk era contrario a la política de la reina y un perfecto aliado para derrocarla si los tercios españoles conseguían desembarcar para apoyarle en su pretensión de colocar en el trono a María Estuardo.


Los planes de rebelión son descubiertos y uno tras otro caen los instigadores culminando con la decapitación de María Estuardo en 1587.


¿Cuál de los dos reyes inició la contienda?

En la Europa del último tercio del siglo XVI y primeros años del XVII, España es la superpotencia, sobre todo al unirse con Portugal. En la imagen superior se aprecia la cruz de San Jorge, símbolo de Inglaterra y a la derecha vuestra la de Borgoña o Cruz de San Andrés, que representaba a la dinastía de los Habsburgo que reinaban en España. Muchos de los barcos de la Armada Invencible llevaban la bandera de Borgoña y también los Tercios de Flandes.


Al imperio hispánico llegan inmensas riquezas desde América donde prácticamente tienen el monopolio. Poseen territorios dispersos por todo el litoral africano y también en el continente asiático.


En Europa se producen sucesivos conflictos entre las grandes potencias para intentar arrebatarle a España su poder: es el objetivo de Francia, Inglaterra e incluso de la naciente Holanda. Con lo que España más que atacar se defiende de las agresiones de esos países que desean controlar el comercio de oro, plata, especias y otros apreciados artículos procedentes de las Indias Occidentales.


La reina Isabel patrocinó los continuos ataques piratas a los barcos españoles para arrebatarles sus mercancías. Además, financiaba a los rebeldes protestantes que luchaban contra las tropas españolas en los Países Bajos.


Es la época del pirata Francis Drake y otros corsarios que no cesaban de atosigar a los navíos españoles cargados de oro y plata procedentes de las Indias (América).

Francis Drake recibe a oficiales capturados en el barco Revenge
Drake a bordo de su barco, el Revenge (por John Seymour)

El imperio hispánico responde apoyando a los rebeldes irlandeses contra Inglaterra llegando a un punto de no retorno en 1585, expulsando la reina Isabel al embajador español de su Corte e iniciándose la guerra.

Felipe II decide actuar de una vez: la primera gran Armada se había proyectado con 223 navíos, de los que 33 eran galeones, considerados indestructibles en la época por su tamaño y capacidad de fuego.


El colmo fue el ataque a Cádiz en 1587. Por lo que podemos concluir que el casus belli del conflicto entre Inglaterra y España lo motivó la reina Isabel puesto que Felipe llegó a olvidarse de ella tras su victoria en Lepanto contra el imperio turco-otomano. Pero Isabel no se fiaba por lo que continuó enriqueciéndose a costa de los ataques continuos a ciudades portuarias españolas tanto en América como en la Península Ibérica.


Se supo también de los contactos de los corsarios ingleses con piratas berberiscos en el Mediterráneo, siguiendo instrucciones de la reina, que buscaba la manera de que España tuviera varios frentes abiertos. De este modo, reducía la amenaza de invasión de Inglaterra creyendo que Felipe no podría atender tantos escenarios bélicos a la vez.


Un bulo de la propaganda anglosajona fue convertir al pirata Francis Drake en el artífice de una supuesta victoria inglesa contra la Armada Invencible, sin embargo, el verdadero cerebro fue el gran almirante Charles Howard, Conde de Nottingham. Sin duda fue el que consiguió, en gran medida, que España no consiguiera sus objetivos, ni en 1588 ni en los dos intentos posteriores de conquistar Inglaterra.


El rey Felipe II fue el principal culpable del descalabro español pero no el que inició la guerra con Inglaterra

El rey prudente, como se le conocía, veía la Armada como la muestra de su poder creyendo que los recursos con los que contaba el imperio eran infinitos gracias al oro y la plata que llegaban continuamente desde América.


Si hubiera atendido los requerimientos de los que él mismo nombró como responsables de la Armada, le habrían convencido de que la invasión de Inglaterra era una gran temeridad, del todo inviable.


Ni Álvaro de Bazán, el mayor partidario de atacar a los ingleses por haberles combatido en varias ocasiones y comprobar sus deplorables técnicas de piratería, ni el duque de Parma y mucho menos el de Medina Sidonia se pusieron de acuerdo. Cada uno tenía su propio plan, pero también cada uno sabía de las dificultades que conllevaba. Los tres pensaban que se necesitaba mucho más de lo que se les dio en Lisboa.


Álvaro de Bazán y su hermano Alonso sabían que las naves que surcaban el Mediterráneo no eran apropiadas para enviarlas a Inglaterra puesto que no estaban preparadas para navegar por aguas tan distintas como eran las del Océano Atlántico, tan traicioneras. Ellos las conocían bien, tanto esas naves como los mares del Norte, pero el rey no hizo caso, llevado por su magnánimo orgullo.


Felipe ni sabía ni estaba interesado en nada relacionado con el mar, pues era hombre de secano. Para él, la fuerza naval del imperio era incuestionable, sobre todo después de la gran victoria de Lepanto. Seguramente consideró que Inglaterra no era rival para una potencia como la española que había vencido al todopoderoso imperio turco-otomano.


Si al menos hubiera dejado todo en manos del marqués de Santa Cruz, primer responsable de la gran Armada, es muy probable que otro gallo hubiera cantado en esta historia, pero para don Álvaro de Bazán, lo que llegaba de la Corte era solo negativas a sus peticiones.


El rey menospreció a los ingleses a los que consideró poco menos que unos ilusos sin pretensiones e incultos que sabían aún menos que él mismo del Océano y las técnicas marítimas. Creyó, tras conocer Inglaterra pues vivió allí algún tiempo como rey consorte, que eran unos mentecatos, pero sobre todo que el reino era pobre, de escasos recursos.


Veía a la reina Isabel como la recordaba siendo una joven rebelde cuando la visitó donde la tenía presa María Tudor. Creyó que aquella joven que le caía simpática por su arrojo era solo una mujer que pronto se vería sola ya que los notables del reino la derrocarían. Pero se equivocó ya que Isabel le echó valor y supo moverse entre hombres, sabiendo qué dar a cada uno y como enfrentarles para conseguir ella más poder.

En nuestra búsqueda de recursos videográficos ajenos a nuestra web, en esta ocasión os recomendamos el canal TOPHISTORIAS, de YouTube, del que compartimos este interesante vídeo que habla de la muerte de Isabel I de Inglaterra. Una hipótesis baraja que se debiera al uso de maquillaje tóxico.


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