Tres décadas después, aun sigue desconociéndose el verdadero móvil de los crímenes
La película "El exorcismo del Papa" o la española "13 exorcismos" han traído de nuevo al candelero a los sacerdotes expulsa-demonios y toda su parafernalia ritual. En estas películas, como la nueva entrega de la saga "El exorcista" que ha sido un rotundo fracaso de taquilla, se recrean experiencia sobrecogedoras, algunas de las cuales dicen estar inspiradas en sucesos reales.
En España la creencia en el Demonio está ampliamente extendida y aceptada. No obstante, es el segundo País con más exorcistas nombrados por la Iglesia después de Italia.
En el presente post llevaremos a cabo un análisis criminológico del exorcismo del Albaicín, como pasó a la Historia el suceso acaecido en ese lugar en 1990, haciendo un breve repaso también de otro que ocurrió unos años después. El nexo común entre ambos casos es el uso de la santería o creencias similares.
Índice
Circunstancias en torno a los exorcismos del Albaicín
Granada, 1990: la nueva década parece que promete. El turismo en la ciudad repunta de forma destacada, se inaugura la Biblioteca de Andalucía y se termina de rodar la serie “Réquiem por Granada”, la más cara de la Historia de la televisión hispana (hasta ese momento), sobre los últimos momentos del reino nazarí.
Pareciera que, por fin, Granada será reconocida por su oferta cultural y sus hermosos monumentos, colocada en el puesto que merece en los circuitos turísticos internacionales.
El barrio del Albaicín, patrimonio de la Humanidad declarado como tal por la UNESCO, es un lugar con encanto que hechiza a sus visitantes por sus espléndidos miradores (es desde donde mejor se contempla la Alhambra y el Generalife).
Sin embargo, en los 90 había una fuerte influencia eclesiástica que impregnaba el barrio de religiosidad pero también de lo contrario: farsantes que embaucaban a ignorantes con la existencia de espíritus malignos. Algo impropio de una década que se iniciaba con ilusión puesta en la modernidad.
El barrio cuenta con numerosos monasterios y conventos abandonados por la Iglesia de los que el Ayuntamiento de Granada espera hacer diversos usos de tipo cultural o social (residencias para mayores o para estudiantes universitarios).
Hay quiénes se resisten a dejar atrás viejas creencias basadas en supercherías
No pocas personas piensan que los curanderos sanan enfermedades incurables o te libran de presencias malignas que te rondan. Puede que alguno, en base a su experiencia, recomienden remedios naturales sin que causen daño alguno. Pero la mayoría de estos "sanadores" del cuerpo y el alma son estafadores que se aprovechan de la ignorancia de sus clientes. Suelen decir que no cobran salvo la voluntad que, a veces, sale demasiado cara.
La Iglesia advertía sobre la brujería que se asentó en la barriada del Albaicín y los peligros del espiritismo, pero cuando una enfermedad mental aqueja a personas analfabetas, éstas piensan que es algo demoníaco.
Recurren a quiénes dicen estar dispuestos a aliviar sus males, evidentemente a cambio de algún pago.
Ahora que la opinión pública está conociendo de nuevo los exorcismos de la mano de películas como “El exorcista del Papa”, rememorando la actividad del Padre Gabrielle Amorth, recordaremos que éste advertía de las supersticiones que otorgan gran clientela a brujos y adivinadores.
Tipejos/as que usan imaginería religiosa, aprovechándose de la ignorancia de sus desesperados clientes, para causarles impacto emocional, consiguiendo que se pongan en sus manos.
Lejos de dar credibilidad a las cuestionables técnicas de Amorth, lo cierto es que las sectas satánicas proliferan por todo el Mundo, en especial en Europa, no siendo España una excepción.
Lo acontecido en el Albaicín en la primera mitad de los 90 empañó la imagen que Granada quería dar de modernidad pues fueron sucesos que tuvieron una gran repercusión mediática, figurando entre los más siniestros e inquietantes casos de la Historia criminal europea.
En los años 90, en un barrio del sur de España con un alto nivel de desescolarización cercano al analfabetismo, los curanderos y videntes hacían su agosto (como siguen haciéndolo en todo el Mundo, en la actualidad).
La calle San Luis, donde sucedió el macabro asesinato conocido como "exorcismo del Albaicín", es una de tantas callejuelas del barrio, con un aljibe de la época nazarí. El único templo, que data del siglo XVI, está derruido, pasto de las llamas de un incendio en 1933, parece que provocado por anarquistas.
Se cree que la iglesia se erigió sobre una antigua mezquita levantada sobre los restos de un templo visigodo (los arqueólogos trabajan para arrojar luz).
La parroquía más próxima, tanto en 1990 como ahora, es la de El Salvador.
Nadie acudió al párroco a informar del temor que desde hacía tiempo albergaba la familia de la víctima del crimen que analizaremos.
Los victimarios (los que cometieron el crimen)
Encarnación fue torturada hasta la muerte alegando sus asesinos que le practicaban un exorcismo pues el demonio le había poseído.
La violencia desmedida con la que se llevó a cabo el crimen denota un rechazo hacia la víctima.
La agresividad que desataron los victimarios ni siquiera puede explicarse desde la ignorancia, porque creyeran que obraban contra un demonio y por lo tanto llevados por el miedo. Eran conscientes de que con sus técnicas probablemente la "poseída" moriría o quedaría muy maltrecha.
En el barrio conocían a Mariano Fuentes Vallejo, (a) "el pastelero" (por su profesión), como curandero, con dotes heredadas de su madre.
Un tío de Encarnación de nombre Bernardo acudió a Mariano y en una de las sesiones le acompañó su sobrina.
Las visitas de Mariano eran las que cabe esperarse de estos individuos: rezos y colocación de estampitas de la Virgen o santos varios así como crucifijos por su pretendido efecto sanador o ahuyentador de maleficios.
En la sesión de Bernardo con Mariano a la que acudió Encarnación, el acusado dijo que ella tuvo el primer trance que el curandero interpretó como posible posesión de un ente maligno, creyendo que era un primo fallecido unos años antes, llamado José. De hecho, la madre de éste último y tía de Encarnación fue una de las mujeres que participaron en el exorcismo, siendo su casa donde se hizo.
Todos señalaron como principal causante de la muerte a Mariano, con escaso nivel intelectual aunque gran poder de persuasión ("con labia", como suele decirse).
Al parecer, Mariano se aprovechó de que la víctima creía en estas supercherías para convencerle de que un espíritu le rondaba, entrándole a Encarnación el temor a que fuera cierto.
Mariano aparentaba tranquilidad en el juicio celebrado dos años después del suceso, fumando e incluso sonriente, en un alarde de claro egocentrismo.
Una prima de la mujer asesinada, Enriqueta Guardia Alonso, diría que estaba aterrada porque su pariente gritaba que era la esposa de Lucifer y que iba a dar a luz a su hijo (la autopsia reveló que no estaba embarazada).
El padre de Encarnación declaró que su hija no quería volver a ninguna sesión espiritista porque les daba miedo. En este sentido, daba a entender su progenitor que le forzaron.
La sobrina de la víctima, que también participó, reconocería que hubo cuatro personas en el ritual: aparte de ella misma (Josefa), Mariano el curandero y dos primas de Encarnación.
Los asesinos serían encarcelados tras el suceso, pero el juicio no se celebraría hasta casi dos años después. En el mismo, los testimonios de unos y otros se contradicen.
El curandero decía que solo hizo lo que le pidieron pero las primas de la víctima le echaron todas las culpas. Dijeron en el juicio que la sobrina, Josefa, se había extralimitado, como si el crimen hubiera sido una torpeza suya.
Los abogados de cada uno de los acusados se atacaban entre ellos intentando escapar de la condena o minimizarla culpando a los demás.
La sobrina, Josefa, dijo que Mariano fue quien dirigió el ritual y que le amenazó con hacerle lo mismo si no participaba ya que, si no le quitaban el demonio éste poseería a otra mujer de la familia.
Los cinco criminales que mataron a Encarnación, por activa o por pasiva, declararon que la víctima quería someterse al exorcismo y que si actuaron con violencia es porque el demonio en su interior se resistía.
Josefa fue, cuanto menos, una irresponsable, como quedó claro al detallar sus actos durante el juicio. Sin embargo, al parecer, ella no estaba presente cuando comenzó el ritual sino que le llamaron por teléfono para que acudiera, explicándole por el camino lo que sucedía. Y aún así, al llegar a la casa y ver el estado de la víctima, no solo no le ayudó, agravó su estado con más padecimiento.
Por lo tanto, no cabe culpar a otros (llegarían a declarar que quién les dio instrucciones sobre como realizar el exorcismo fue la fallecida).
Las primas de la víctima, temerosas de las posibles implicaciones, culparon en el juicio a Mariano, diciendo que éste les ordenó que limpiaran la casa y no dejaran rastro de lo sucedido.
Mariano continuó defendiendo su inocencia hasta su muerte afirmando que, en efecto, el demonio poseyó a Encarnación. Esta ausencia de culpa denota una personalidad psicopática, en la que prima la falta de remordimiento ya que no cree haber hecho nada malo, unido a la mencionada característica de arrogancia con la que parece que se movía Mariano.
Estos criminales no dudan en manipular a sus víctimas creando un escenario simulado bien elaborado para que sea más creible. Se ve una predisposición indicando que no es la primera vez que estafan a otros que creen en su palabrería. De hecho, a Mariano le figuraban en los archivos penales antecedentes por algún delito contra la propiedad. Pero estos estafadores no suelen pasar de robos o delitos similares.
Sin embargo, con Encarnación, por algún motivo que sigue siendo un misterio, lo que habitualmente se "solucionaba" con ungüentos y oraciones, se convirtió en un crimen.
El "exorcismo" de Encarnación (la víctima)
Natural de Granada, de 36 años, Encarnación llegó de Francia donde había permanecido años trabajando en un hotel, entrando en contacto con el espiritismo en aquel País.
En realidad, se desconoce la relación exacta de la víctima con el ocultismo.
Se dijo que participó en orgías satánicas, creyendo que había quedado embarazada en una de ellas.
Encarnación estaba divorciada, con dos hijos. Venía de Francia convencida de que el Diablo le había poseído. En Granada se encuentra con que algunos de sus parientes comparten con ella sus creencias espiritistas, de hecho, recientemente acababa de morir un primo de Encarnación y realizaban sesiones para intentar comunicarse.
El fiscal del caso dijo que tras las pesquisas pertinentes averiguaron que la víctima ya tenía experiencia en misas negras y sesiones de espiritismo en su etapa francesa. Les dijo a sus familiares que el hijo que creía esperar era en realidad del demonio (según testimonio de sus asesinos) con lo que parecía que se sometió voluntariamente al exorcismo, pero el ritual se les iría de las manos convirtiéndose en una tortura terrible para Encarnación.
Un gélido 31 de enero, tras haber participado en una primera sesión espiritista, vuelve a ver al curandero en casa de unos parientes de ella. Para entonces, sus parientes dirían que estaba convencida de que el demonio le poseía y le había dejado embarazada.
Según una pariente suya, Encarnación no cesaba de gritar que llevaba el hijo de Lucifer dentro de ella.
Se le realiza un ritual en el que se le obliga a ingerir mejunjes tóxicos que hacen que su cuerpo tenga espasmos.
El agua con sal lo alternaban con otra mezcla compuesta de zumo de naranja, vinagre, agua con aceite, pimienta y más sal. El destrozo que las dos bebidas, alternadas, le causó en su cuerpo es indescriptible.
Sus primas y el curandero deciden entonces atarle, creyendo (según dirían después) que el demonio era el causante, por lo que le golpean brutalmente, incluso lanzándola contra una pared.
La sobrina, Josefa, le introdujo por el recto un hierro candente.
Las primas, Isabel y Enriqueta, declararon ante el juez que no esperaban que Josefa, la sobrina, le provocara el desgarro interno que le hizo a Encarnación.
Intentar autoexculparse la sobrina con que se le obligó a hacerlo no justifica que le introdujera una aguja de lana mientras sus tías sujetaban a la martirizada Encarnación por las piernas.
Mariano se colocó sobre su vientre para intentar expulsar al engendro que creían que crecía en su interior.
Según el propio Mariano, la sobrina de Encarnación le introdujo las manos en la vagina una decena de veces sin encontrar nada, pero al comprobar cómo se le abultaba el ano, creyendo que era un cuerpo que salía y entraba a través del orificio, se lo extrajeron diciendo que desprendía humo y fuego.
En la autopsia se comprobaría que se trataba de una hemorroide.
Las primas de la víctima primero acusaron a su sobrina como la autora de los destrozos internos de Encarnación y después dirían que el verdadero culpable fue el curandero.
El pastelero alegó en su defensa que en verdad el demonio estuvo aquellos fatídicos días en la casa de los horrores, donde llevaron a cabo el ritual: se oían voces de ultratumba y a Encarnación con voz gutural que era Lucifer y que no podrían con él.
Evidentemente, la voz sería gutural, pero no por ninguna presencia demoniaca sino porque le habían destrozado la garganta con el agua caliente y las mezclas dañinas que le dieron a beber continuamente.
Al día siguiente, por la tarde, aún seguían infligiéndole tan horrible tormento, provocándole hematomas, edemas, quemaduras y moratones.
Cuando a Carmen, hermana de Encarnación y madre de Josefa, se le preguntó en el juicio sobre lo que sabía de lo que le estaban haciendo a su hermana, contestó que fue a la casa y comprobó, a través de la puerta de la habitación, que estaba recostada. Dijo que aparentemente se hallaba bien, por lo que se marchó tranquila. Eso fue al mediodía pero de madrugada regresó ya que no tenía noticias ni de su hermana ni de su hija.
Carmen acude por segunda vez a la casa de sus primas para preguntar por su hija y su hermana, encontrando a la segunda desnuda y ensangrentada. Sin embargo, no llama a la Policía sino a una adivinadora, amiga suya (de nombre María Luisa), quién se persona en el lugar enseguida. Al parecer no les dejan ayudarles, por lo que Carmen corre a casa del padre y le cuenta lo que sucede. Los dos marchan al domicilio de sus parientes, acompañados (según otras versiones) del novio de Josefa, hallando una escena dantesca.
La vidente, escandalizada, grita que llamen a un médico, rezando junto a Encarnación, pero Mariano le pide que se marche.
Aprovechando la ausencia temporal de Mariano, tanto la adivinadora como la hermana de la víctima recurren a la ayuda del novio de Josefa que es el que envuelve en un edredón a Encarnación y le conduce al Hospital. Otra versión dice que llamaron a una ambulancia que le llevó al Hospital Ruiz de Alda.
Autopsia de Encarnación y juicio posterior
Manuel García Blázquez, el forense que llevó el caso, de profundas convicciones religiosas, quedó impactado con el testimonio de los acusados. Su profesionalidad se impuso a sus creencias y pudo comprobar, tras un exhaustivo examen médico, que se trató de un execrable crimen. No obstante, observó ciertos detalles a los que no halló explicación.
La víctima presentaba un edema en las cuerdas vocales lo que motivaba que tuviera la voz grave
Resumen del informe forense:
La causa principal de la muerte fue la ingesta masiva de sal y lesiones de carácter muy grave.
Efectos sobre el cuerpo: hemorragia subaracnoidea por la sal ingerida y hemorragia subdural por las heridas.
Cuadro de lesiones: la vejiga estalló, además de los daños en los intestinos y desgarros varios, en especial el perineal (el esfínter externo del ano se rompió por completo).
La reconstrucción posterior de los hechos, en base a los testimonios contradictorios de los acusados y el informe forense, nos lleva a una verdadera historia de terror. Los médicos que analizaron el cadáver quedaron impactados.
Encarnación solo aguantaría un día más tras llevarle al Hospital donde murió por causa de la elevada cantidad de sal ingerida y las graves lesiones.
El doctor García Blázquez tuvo claro el diagnóstico: síndrome hiperosmolar causado por la ingestión de unos tres kilos de sal disueltos en agua. Su testimonio fue clave para la condena porque dejó claro que los criminales obraron con premeditación.
Al administrarle primeramente vinagre y pimienta ralentizaban la absorción de la sal por el estómago pues dichos componentes son bloqueadores, logrando que la agonía durara más.
El "consuelo" para los médicos que examinaron su cuerpo fue pensar que ya estaba en coma (debido a la gran cantidad de sodio ingerida), por lo que pudiera no haber estado consciente cuando la sobrina le destrozó la vagina desplazándole los intestinos.
En el interrogatorio policial y posterior juicio los testimonios se contradicen porque hubo quién dijo que fue una prima la que acudió a la casa a comprobar qué estaba sucediendo y, como no le dejaron entrar porque la sesión no había concluido, avisó al padre de Encarnación para contárselo.
El hombre llevó a su hija moribunda de inmediato a urgencias (parece que junto con el novio de Josefa y la hermana de Encarnación).
Los criminales fueron condenados a cinco años de cárcel. La propietaria de la casa donde tuvo lugar el suceso sería igualmente condenada, con una pena inferior, por no haberlo evitado.
La Audiencia Provincial de Granada les instó a indemnizar a los dos hijos de Encarnación con cuatro millones de pesetas (el euro no entraría en vigor hasta diez años después).
Los misterios del caso
El médico forense escribió un libro después del juicio: “El exorcismo del Albayzín” (editorial Comares, Granada, 1992). En el relato, con todo tipo de explicaciones técnicas, escribe también un capítulo imaginando al autor del crimen dialogando con grandes pensadores de la Historia explicándoles la existencia del demonio y lo que le responden los sabios.
Lo que no consiguió explicar el facultativo, desde una perspectiva racional y científica, fue el motivo por el que el cabello de Encarnación se puso tan rígido en el ritual, según los presentes; un cabello largo que debiera ser lacio, se erizó de forma inexplicable, aseguraron los acusados.
Evidentemente, se trataba de otra patraña de los asesinos para intentar que se creyera que en verdad la víctima estaba poseída pero lo curioso es que fue el único detalle en el que no presentaron contradicciones los acusados: todos alegaron que el cabello de Encarnación, de unos 50 centímetros de largo, estaba erizado.
Los ligamentos del cuello presentaban un estado de lo más extraño, solo posible si la cabeza gira sobre sí misma de forma extrema. El examen forense dictaminó que es prácticamente imposible a no ser que estuviera ya cadáver. Pero Encarnación murió en el Hospital, aunque entró en "urgencias" estando ya en coma.
El otro misterio fue que el reportaje de la autopsia no pudo presentarse como prueba. Las fotografías se realizaban por entonces en película normal y en Polaroid pero en el caso que nos ocupa las imágenes aparecieron veladas.
Se habían tomado medidas para impedir que los tubos fluorescentes afectaran al revelado instantáneo de las Polaroid, pero aun así salieron defectuosas. Lo mismo cuando se revelaron los carretes y más extraño aún: se había grabado también con una cámara de vídeo, pero del mismo modo la grabación aparecía velada.
La cámara estaba en perfectas condiciones con lo que nadie se lo explicaba. De hecho, al contárselo a la magistrada del caso, ésta ordenó que se rehiciera el reportaje entero e incluso les acompañó al Instituto Anatómico Forense, pero volvió a suceder: todo el material se veló de nuevo. Finalmente se achacó a la escasa iluminación del lugar, lo que no convenció demasiado a los presentes dando lugar a todo tipo de rumores.
Análisis criminológico del exorcismo del Albaicín
¿Pudo responder a un móvil económico? Salvo que hubiera alguna posible herencia (y tampoco tiene sentido), si la idea era estafarle, matarle no ayudaba con lo que se descartó que hubiera razones monetarias.
El desencadenante pudo ser la ignorancia, casi analfabetismo, de la familia y su entorno, proclive a creencias en espíritus maléficos. De hecho, comentaron que el alma de un primo difundo de Encarnación llamado José le rondaba.
Bernardo, un tío de Encarnación, decía sentir presencias cerca de él desde la muerte de la madre de su esposa. Su intranquilidad era la comidilla de la familia por lo que llegaría a oídos de Encarnación que decide visitarle para comprobar su estado, ya que ella tenía cierta experiencia con el espiritismo.
En la reconstrucción del ritual exorcista, gracias al testimonio de los acusados y salvando todas sus contradicciones (se tergiversaban unos a otros), se dijo que se le dio innumerables vasos de agua caliente con sal que la víctima ingirió.
Tal vez bebió los primeros por el convecimiento de estar maldita, pero ante las primeras reacciones de su organismo, es dificil creer que por propia voluntad siguiera haciéndolo, salvo que le obligaran. Parece que la brutal paliza que recibió fue por negarse a seguir bebiendo.
¿Por qué sal? Probablemente por la creencia entre los esoteristas y curanderos de que la sal elimina la negatividad y por lo tanto lo demoníaco. Se decía que los primeros católicos ahuyentaban los demonios con agua bendecida y una pizca de sal.
Los nutricionistas recomiendan no superar los cuatro gramos de sal diarios. En cambio, a Encarnación le dieron, durante dos días, casi tres kilogramos de sal. Los médicos tuvieron claro que fue lo que le mató (aparte de sus graves lesiones).
A Encarnación le desnudaron, al parecer por mandato de Mariano.
Incluso sin que él lo hubiera ordenado, pudiendo haber sido iniciativa de las mujeres, él estuvo presente, lo que le convierte en un depravado que mancilló la intimidad de la víctima. Es más, se puso de rodillas sobre su viente para hacer presión sobre el mismo, supuestamente para facilitar la expulsión del demonio. Como no lo conseguía, se puso de pie apretando aún más.
El motivo que alegaron es que la ropa tenía que ser quemada por estar infectada por la presencia demoníaca, quitándole además sus alhajas.
Algunos años después se cometió un nuevo crimen de corte similar pero no tan macabro, si bien no se conocen todos los detalles.
El crimen del vudú
En 1995, el barrio del Albaicín vivió de nuevo un estremecedor caso que hizo que todos recordaran el "exorcismo" acontecido cino años atrás.
Juan José, un vecino que vivía en la calle Aljibe del Trillo, fue hallado cadáver por su novia, Concepción.
Tenía el cuello fracturado, una costilla rota y el abdomen magullado, llegando a pensarse que había tenido una caída en la casa, lo que hubiera cerrado el caso como accidente doméstico.
La autopsia y la investigación policial posterior dijo algo muy distinto. Se trató de una experiencia vudú o similar que terminó mal. Juan José creía que estaba poseído por un demonio por lo que su novia y él deciden recurrir al vudú para extraerlo de su cuerpo.
Siendo de origen sudamericano, ya habían tenido contacto con la santería, sobre todo ella. Concepción era conocida en el barrio como curandera.
Cualquier señal extraña la interpretaba desde su perspectiva religiosa. Por ejemplo, una fotografía que se hizo la pareja en la Alhambra, en la que se veía un reflejo de luz (probablemente efecto del sol), algunos testimonios dijeron a la Policía que la víctima y su pareja creyeron que era una plasmación espiritual que había captado la cámara, en concreto de un niño.
Al parecer, Juan José se obsesionó con que un espíritu le rondaba pensando que lo tenía agarrado a su cuello, porque coincidió el momento con una dolencia cervical.
Algunos dijeron que en ocasiones perdía la consciencia, períodos en los que su voz cambiaba sonando como la de un niño hablando una lengua que parecía árabe (recordemos que la sensación comenzó justo después de la visita a la Alhambra).
Como a Juan José no se le había diagnosticado nunca enfermedad mental ninguna, entre su pareja y alguna persona se le practicó un ritual de santería dominicana (o es lo que se sospechó) para desprender el espíritu maligno que tenía amarrado.
La víctima era un hombre robusto por lo que, cuando convulsionó por lo que fuera que le hicieran, se cree que le agarraron fuertemente con la mala fortuna de que le rompieron el cuello.
El misterio radica en que no se llamó de inmediato a los servicios de emergencias, si bien ella diría que lo hizo en cuanto descubrió a su pareja muerta, con la cabeza apoyada en la bañera. Le acompañaba una vecina y entre esta mujer y la novia intentaron reanimar a Juan José, pero al comprobar que no reaccionaba llamaron a la Policía.
La vivienda había sido limpiada a fondo y el cuerpo llevaba muerto dos días cuando fue hallado. Incluso le habían cambiado la ropa al cadáver.
En la reconstrucción judicial hallaron un muñeco vudú, pero Concepción declaró no saber nada acerca de la muerte.
Pagó la fianza de 200.000 pesetas (el euro aún no circulaba) y se marchó a Valencia, celebrándose el juicio cinco años después del suceso, pero quedando la causa archivada por falta de evidencias.
Concluyendo, los exorcismos del Albaicín forman parte de la Historia Criminal de España, si bien el segundo relatado nunca se pudo demostrar que no fuera un accidente doméstico pero sí se sabe que hubo también superchería de por medio.
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