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Francia elimina al líder del ISIS en el Sahel

Actualizado: 21 sept 2021

Coincide con el juicio por los atentados de noviembre de 2015

En el Sahel confluyen varios grupos terroristas

El yihadista Adnan Abou Walid Al-Sahraoui, quién era líder del “Estado Islámico del Gran Sáhara” (EIGS), fue abatido por las tropas francesas en el Sahel mediante un dron. Fue interceptado en la ciudad de Ménaka, en Malí, cuando se desplazaba en una motocicleta junto a otro individuo.


Se trataba de un objetivo primordial para Francia desde que ordenó el asesinato de seis cooperantes franceses en 2020 y el ciudadano nigerino que les guiaba. Por esta acción, sería declarado “enemigo prioritario” del Estado en la cumbre de Pau en enero de 2020.


¿Quién fue Walid Al-Sahraoui?

Al-Sahraoui con miembros de su organización detrás
Walid Al-Sahraoui

Es su “nombre de guerra”, pues en realidad se llamaba Lahbib Abdi Saïd.


Oriundo del Sáhara Occidental, antigua colonia española disputada entre Marruecos y el Frente Polisario desde que el Gobierno de España se desentendió a mediados de los 70, retirando sus tropas de la zona. Por lo tanto, Al-Sahraoui era español puesto que cuando nació, el Sáhara Occidental formaba parte de España (en teoría sigue siéndolo). Su padre fue un comerciante saharaui que tuvo diez hijos, entre ellos Walid, pero todos sus hermanos se quedaron en la zona ocupada por Marruecos.


El Gobierno marroquí acusó al Frente Polisario, que lucha por la independencia del Sáhara Occidental (ocupado militarmente por tropas marroquíes), de apoyar al fallecido Al-Sahraui, lo que han desmentido los portavoces del Polisario. El terrorista, según la organización, se crio en el Sáhara ocupado por Marruecos desde donde huyó a los campamentos de refugiados saharauis en Argelia, en 1992. Si bien estudió en la Universidad Frère Mentouri de Constantina, en Argelia, graduándose en Ciencias Sociales en 1997, gracias a una beca concedida por el Frente Polisario.


Cuando regresó a los campamentos saharauis vivió con una tía materna pero ya estaba radicalizado, según confesaron los portavoces polisarios cuando se les preguntó por este individuo por parte de algunos medios de prensa. Intentan dejar claro que no se radicalizó ni adquirió adiestramiento militar en los campamentos, como asegura el Gobierno marroquí.


Según parece, Walid buscaba adeptos para la “causa yihadista” en Tinduf por lo que entra en disputa con los dirigentes del Frente Polisario, a los que criticaba que permitieran las escuelas mixtas de ambos sexos, marchándose a Mauritania en el año 2000. No ha tenido hijos porque, debido a un problema congénito, le era imposible tenerlos.


En la localidad mauritana de Nuakchot se radicalizó aún más, en un centro financiado con dinero saudí que cerraron las autoridades del País.


Deambulando de un lado para otro, como miembro de la katiba (brigada) “Tarik Ibn Ziyad” de Al-Qaeda, contribuyó a la creación del AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islámico) en 2010.


Debido a que realizaba acciones por su cuenta sin contar con la dirección de la organización, le expulsan y crea su propio grupo yihadista, el MUYAO (Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental), presidiendo el Consejo de la Shura de dicha entidad, algo así como su asamblea consultiva.


Con este grupo terrorista secuestró a tres cooperantes europeos (dos españoles y una italiana) en el campamento de Rabuni, en el Sahara Occidental. Es lo que motivó la acusación marroquí de cooperación con el terrorismo por parte del Frente Polisario al considerar que no se hubiera podido llevar a cabo esa acción si no hubiera sido con la colaboración de alguien de dicha organización. Al-Sahraoui dijo, al año siguiente, en un boletín de noticias yihadistas, que se pagó por su liberación un rescate de 15 millones de euros.


El MUYAO juró lealtad a la red Al-Qaeda fusionándose en 2013 con el grupo de otro histórico terrorista del Sahel, Mojtar Belmojtar, que dirigía la katiba “Signatarios por la Sangre” naciendo el movimiento conocido como Al-Murabitum, jurando lealtad al emir de Al-Qaeda.


En 2015 Al Sahraoui cambia su fidelidad y se adscribe al ISIS, finalizando su alianza con Belmojtar, fundando el EIGS. Pero el ISIS no terminaba de fiarse de estos antiguos miembros de Al-Qaeda, enemigos del Daesh. Para demostrarles que eran leales, en 2017 asesinan a ocho soldados estadounidenses y de Níger que realizaban una patrulla conjunta.


Ya en 2018 estuvieron a punto de dar con él pero consiguió escabullirse. Consiguió fama de indestructible, escapando a innumerables emboscadas o al menos es lo que propagaba su leyenda.


Al-Sahraoui es considerado el responsable de la muerte de más de 2.500 personas en su zona de actuación, entre Mali, Níger y Burkina Faso, incluyendo a cooperantes y periodistas occidentales. Aglutinó tanto tuaregs como árabes y de la etnia peul en su organización, el EIGS.


El Departamento de Estado de EEUU ofrecía cinco millones de dólares a quién o quiénes dieran información que llevara a su localización. Se trataba del terrorista más buscado en la región.


Odiaba a España y Marruecos, de hecho, el Gobierno de este segundo País avisó a España de que preparaba un atentado a alguna de las familias españolas que acogían en sus hogares a niños saharauis.


La fitna o guerra civil yihadista

Las dos redes yihadistas cuidan su propaganda

Desde 2013, las dos grandes redes yihadistas libran una “fitna” o guerra civil entre ellas y el escenario en el que más se está percibiendo este enfrentamiento es el Sahel.


El norte de Malí, Burkina Faso y el este de Níger conforman una amplia zona a la que no llega la acción de ningún Gobierno por lo que está controlada por los tuaregs o los grupos yihadistas.


Iyad Ag-Ghali es un líder tuareg, de la facción Ansar Dine (en el registro de la ONU de terroristas desde 2013), que se alió con Amadou Koufa, líder de la Katiba Macina, de la etnia peul (inscrito en 2020 en el listado de terroristas de la ONU), controlando entre ambos esa zona conocida como Liptako Gourma; el sobrino de Ag Ghali dirige la rama de AQMI en Malí.


En 2017, Iyad Ag Ghali reúne a todos los líderes yihadistas para formar una gran alianza de los grupos leales a la red Al-Qaeda para hacer frente a la expansión en la región del ISIS, con lo que fundan el JNIM (Jama’at Nusrat al Islam wal Muslimeen); esta organización es incluida en el listado de grupos terroristas de la ONU en 2018.


En esta coalición yihadista se unen el AQMI, Al Murabitum, Ansar Dine y la Katiba Macina; hay una facción de ésta última denominada Ansaroul Islam (opera en Burkina Faso), liderado por Ibrahim Malam Dicko.


El JNIM (Al-Qaeda) ha pactado con el EIGS (ISIS) un acuerdo no de agresión, respetando los territorios de cada grupo, operando los del Daesh en un área de 800 kilómetros cuadrados, aproximadamente, entre el este de Malí y el oeste de Níger. Éstos últimos están aliados al ISWAP (Estado Islámico de África Occidental), escindido de Boko Haram y que opera no solo en Níger, también en Nigeria.


Para no perder preeminencia, los del ISIS (el ISGS) captan también simpatizantes entre la etnia Peul (la más numerosa en la zona), ofreciéndoles protección frente a los ataques de los tuaregs.


Unos y otros consiguen numerosos adeptos entre los jóvenes a los que alientan en la lucha contra el sistema de castas imperante en estas etnias.


Esta competencia ha dado lugar a enfrentamientos entre las organizaciones islamistas radicales que en ocasiones se traslada al terreno en forma de combates. En realidad, disputan franjas de territorio en las que llevan a cabo sus negocios de contrabando, narcotráfico (protegiendo los envíos de droga de los narcos) y trata de personas.


La zona está siendo muy castigada por diferentes grupos yihadistas alimentados por el odio hacia Occidente por parte de imanes y ulemas extremistas. El propio Al-Sahraoui era un salafista radical partidario de las torturas y la aplicación estricta de la Sharía, castigando a quiénes no cumplieran sus preceptos. A quiénes son acusados de robar, les amputan las manos en público y así con penas similares impuestas por tribunales islamistas.


El ISIS cuenta con un centenar de muyahidines en el Sahel. Enfrenta a las diferentes etnias para desestabilizar la zona y serle más fácil captar adeptos con los que seguir atentando contra las tropas extranjeras, lo que ha motivado cientos de muertes no solo entre soldados sino también civiles.


¿Por qué Francia es el País occidental más atacado?

Leyenda borrosa con la palabra París

Para el Gobierno francés, la eliminación de Al-Sahraoui ha sido pregonada como un gran éxito en su lucha contrayihadista en un momento delicado pues se está celebrando el juicio por los atentados de noviembre de 2015, que causaron en París la muerte a 130 personas.


El único superviviente de la célula que perpetró los ataques de 2015 declaró ante el tribunal que lo organizaron por las operaciones que Francia lleva a cabo contra el ISIS en África.


Los yihadistas del Sahel odian a los franceses por haber sido la potencia que dominó esta parte de África durante décadas y que sigue influyendo notablemente en la zona, con amplios intereses económicos.


Francia mantiene en el Sahel la operación militar Barkhane, desde 2014, con 5.100 soldados que combaten a los yihadistas y el apoyo aéreo de siete cazas de combate, una veintena de helicópteros, varios aviones de transporte (han llegado a movilizar hasta ocho), 280 tanques y otros vehículos blindados y cientos de vehículos ligeros y logísticos.


En junio pasado el presidente francés anunció el fin de la misión al comprobar que no cuenta con la cooperación de los Estados de la zona, considerando que la presencia militar francesa no puede ni debe llevar a cabo una función que corresponde a los ejércitos de la región. No en vano, son 55 los soldados galos caídos en acto de servicio en el Sahel en los últimos años, con un coste para el Estado francés de más de 1.000 millones de euros anuales.


Paulatinamente se reducirán las tropas francesas hasta que solo participen en las operaciones Takuba y EUTM Mali; la primera estará compuesta por fuerzas especiales de varios Países de la Unión Europea y la segunda tiene como objetivo adiestrar al ejército maliense en lucha contraterrorista.


La polémica está servida porque el Gobierno de Malí, al serle comunicada la noticia de que un 40% de los soldados franceses se marcharán dentro de unos meses, ha declarado que barajan la posibilidad de contratar mercenarios. En concreto la empresa rusa de seguridad paramilitar Wagner, quiénes han sido denunciados en alguna ocasión por ser demasiado agresivos.


El ya abatido líder del ISGS, Walid Al-Sahraoui, era consciente del dispositivo internacional dispuesto por Francia y los Estados Unidos para localizarle y eliminarle pues sabía que no le iban a detener, sino abatir. Es por ello por lo que nunca se le vio hablar por teléfono ni se grababa en vídeo, ni siquiera audio, pues desconfiaba de cualquier dispositivo electrónico.


Para comunicarse recurría al tradicional sistema de la carta redactada a mano y que alguno de sus subalternos llevaba a donde quisiera enviar. Para desplazarse lo hacía en una sencilla motocicleta acompañado de un escolta, la misma en la que el dron francés le localizó y abatió.


Ante tantas medidas de seguridad, los franceses sabían que no podían dar con él salvo que contaran con colaboradores sobre el terreno, por lo que pactaron con otros grupos terroristas, tales como el MSA (Movimiento para la Salvación de Azawad) o el JNIM, además de los tuaregs, puesto que éstos últimos son los que mejor conocen la región.


Al-Sahraoui ha muerto pero ello no supone el final del ISIS en el Sahel. Si bien Emmanuel Macron, presidente francés, ha declarado a los medios que se trata de un golpe importante, un nuevo líder habrá sido escogido pues el terrorismo funciona de ese modo: descabezar una organización no supone el fin de su actividad.


Ha sido la ministra de las Fuerzas Armadas de Francia, Florence Parly, junto al jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Thierry Burkhard, quienes dieron información a los medios sobre la operación contrayihadista, llevada a cabo entre los días 17 y 22 de agosto, en Gao, al norte de Malí.

 

El autor es experto en análisis de la violencia política y el terrorismo por la UGR, Máster sobre fenomenología terrorista y experto profesional en cultura, religión y civilización islámicas por la UNED.

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