Han hecho su fortuna durante el mandato del presidente ruso y ahora pudieran ver afectados su negocios por la Guerra en Ucrania
La Unión Europea (al igual que Estados Unidos y otros Países) han sancionado a determinados oligarcas rusos incautándoles gran parte de su patrimonio en Europa o impidiendo que puedan realizar transferencias internacionales, indispensables para mantener sus respectivos imperios.
Entre esos oligarcas los hay que son propietarios de grandes compañías multinacionales que controlan los distintos sectores de la economía rusa que se hayan privatizado, aunque solo si no ponen en peligro el papel preponderante del Estado. Y luego hay otros de los que se conoce actividades ilícitas o delictivas y que, igualmente, se han enriquecido.
Tanto a unos como a otros, la guerra en Ucrania les está pasando factura pues no es buena para sus negocios, ni siquiera si son lícitos.
Putin se reunió con los principales empresarios rusos, en el Kremlin, justo el día que las tropas invadían Ucrania con lo que esos oligarcas estaban al tanto de las intenciones del mandatario. Si tanto dinero tienen y tanta es su influencia, ¿cómo es posible que le tengan pavor a Putin?
Por otro lado, los grandes jefes mafiosos no suelen pasar por los tribunales en su País por lo que se ha sospechado que el propio Putin actúe como un mafioso, pero no uno más, sino el "capo di capi". Como si hubiera tejido una red de clientelismo por lo que todos le deban mucho, incluso su propia supervivencia, por lo que han de pagarle para mantener esa tranquilidad y prosperidad.
Seguro que en la mente de todos los grandes emrpesarios rusos sigue el recuerdo de lo que le sucedió a su colega Mijail Jodorkovski, que adquirió la empresa estatal petrolífera YUKOS, convirtiéndola en una de las compañías más prósperas del País y él mismo en el hombre más rico de Rusia. Se ve que no le hizo ninguna gracia a Putin porque, poco después, Jodorkovski fue a prisión y su empresa intervenida por el Gobierno y repartidos sus activos entre otras dos compañías de hidrocarburos públicas (controladas por Putin).
Que Vladimir ejerce un régimen autoritario con el que gobierna no escapa a nadie. La democracia en Rusia es una pantomima. Sin duda los oligarcas, sean empresarios respetables o mafiosos, una de dos: o le deben lo que tienen al presidente Putin o son ellos quiénes le sostienen en el poder, porque les interese.
Pero la guerra ha conllevado numerosas y muy duras sanciones para la economía rusa, tanto macro como doméstica, ya que la segunda depende de la primera.
Las grandes compañías industriales rusas se desploman al no poder realizar transferencias internacionales, clave para sostener sus negocios. Por otro lado, se les está incautando su patrimonio en los Países en los que mantienen bienes y propiedades.
Y con respecto a los mafiosos, aunque pensemos que, a diferencia de los empresarios, se mueven en las sombras, tampoco a éstos les hace gracia una guerra porque el cerco sobre ellos se estrecha. Lavan mucho capital invirtiéndolo en empresas de todo tipo, las cuales si son intervenidas dejan de cumplir su función.
Evolución de las mafias rusas desde la caída de la URSS
En diciembre de 2010 Wikileaks difundía supuestos documentos oficiales de la embajada de los Estados Unidos en Rusia en los que el embajador norteamericano por entonces, John Beyrle, informaba al director del FBI, Robert Mueller (que se disponía a viajar a Rusia, en noviembre de 2009).
Beyrle le decía a Mueller que tanto el presidente en ese momento, Dmitri Medvédev, como Putin tenían vínculos directos con el crimen organizado.
En realidad, las mafias prosperaron antes de la llegada de Putin al poder. Lo que sucede es que con el mandatario ruso en el Kremlin han visto sus perspectivas muy mejoradas.
El origen de las mafias rusas actuales podemos fijarlo durante la Perestroika
Antes solo había delincuentes más o menos organizados pero los típicos de cualquier lugar; gracias a la "Glasnot" y la política económica de Gorbachev, aquellos que se mantenían en la clandestinidad encontraron una gran oportunidad para expandirse.
Esos pequeños grupos, con dinero procedente de actividades ilegales, tuvieron la ocasión de lavarlo en inversiones de todo tipo. El Gobierno de Gorbachev necesitaba mucho capital para dinamizar la maltrecha economía que había dejado la era soviética, con lo que permitió que los únicos inversores dispuestos a cederlo, los mafiosos de los que hablamos, lo pusieran en circulación. Al mismo tiempo que blanqueaban, invertían en sectores que había que revitalizar si Rusia quería seguir siendo una gran potencia.
En la nueva Federación de Rusia, las mafias, ahora convertidas en inversoras al servicio del Estado, se erigieron también como las mayores empleadoras del País, ofreciendo trabajo en las múltiples empresas que pusieron en marcha.
Compraban (y compran) productos de primera necesidad a un precio superior al que daba el Estado, aunque sigue siendo bajo con respecto a su precio real, vendiéndolo después las mafias a un precio mucho más elevado; un negocio redondo porque, aún así, sus precios siguen siendo competitivos en Europa donde esos productos, al estar regulados por la ley comunitaria, resultan más caros.
Los principales grupos criminales rusos se nutrieron de ex-boxeadores en los años 90, cuando cae la Unión Soviética, que había sido una gran potencia mundial en ese deporte, pero ahora muchos de esos deportistas se quedaban en el paro. La delincuencia organizada estuvo ahí para ayudarles a sobrevivir como matones y escoltas.
También emplearon a exmilitares y antiguos agentes de policía de los tiempos de la URSS.
Con tal coyuntura tan favorable para sus negocios, pronto Rusia se les quedó pequeña, aparte de la gran competencia entre los diferentes grupos por lo que algunos buscaron otros mercados. En Asia encontrarían un obstáculo muy serio: los yakuza japoneses y las triadas chinas que operaban desde Hong Kong.
Debido a los continuos enfrentamientos con las organizaciones criminales asiáticas, que llevaban funcionando mucho más tiempo que las rusas, éstas últimas prefirieron saltar el charco e instalarse en América donde también compiten muy activamente con la mafia italiana por el tráfico de drogas.
En la UE, los criminales rusos encontraron un paraíso para invertir ingentes cantidades del dinero que ganan en otros continentes comprando hoteles, empresas y terrenos, blanqueando así sus ganancias.
Erróneamente se ha metido en el mismo saco de las mafias rusas a todas las del Este de Europa
Se da la circunstancia de que la mayoría de los mafiosos rusos son en realidad judíos por ser descendientes de emigrantes judíos. Varios son los mafiosos detenidos judíos de origen ruso, si bien el más conocido fue Ludwig Fainberg, detenido por la Policía de Miami en 1997 junto a su compinche, el cubano Juan Almeida.
Semiòn Moguilévich, de 76 años de edad y judío, fue uno de los hombres más buscados por las principales agencias internacionales de Seguridad por su relación con una de las organizaciones delictivas más importantes del Mundo: la "Sólntsevskaya Bratvá". La INTERPOL ofrecía en los años 90 veinte millones de dólares a quién o quiénes dieran información que llevara a su detención.
A mediados de los 90, por una guerra interna dentro de la organización, parece que Semiòn abandonó la Sólntsevskaya Bratvá y desde 2015 se sabe que tiene su residencia en Moscú (probablemente desde mucho antes), donde no ha sido requerido en ningún momento por la Justicia.
Preocupa enormemente la relación de los mafiosos rusos con los cárteles de la droga sudamericanos y con regímenes dictatoriales. A cambio de droga u otros productos, estos Gobiernos autoritarios y los "narcos" adquieren armas y material de guerra.
La Justicia española contra las mafias rusas
En España se hizo (y sigue haciéndose) el trabajo que parece que los jueces rusos no han querido hacer: los golpes más importantes asestados en Europa a las mafias del Este de Europa los han dado las Fuerzas de Seguridad españolas. La Guardia Civil, a través de la Operación «Mármol Rojo» y el Cuerpo Nacional de Policía y su Operación «Avispa» desmantelaron gran parte del entramado que mantenían en la Península Ibérica.
En las dos operaciones policiales pudo comprobarse que el objetivo de las mafias rusas (y ucranianas) son los hoteles españoles de tres y cuatro estrellas, incluso de cinco.
Tanto con la crisis económica de los años 2008 y siguientes como con la actual, las mafias rusas no lo tienen complicado para adquirir empresas hosteleras, lo que les ayuda a blanquear el capital generado por el tráfico de drogas, armas y explosivos.
Los hoteles tienen una importancia clave para estos delincuentes y lo cierto es que para cualquier mafia puesto que les permite contar con locales donde poder pernoctar en sus correrías, lugares de paso u oficinas para sus negocios. Es como si abrieran sucursales en las Provincias de los Países por los que se mueven.
La persecución policial aún no ha hecho mella en sus organizaciones de un modo contundente. Algunos jefes incluso escapan al cerco de los agentes, como hizo Tariel Oniani, principal objetivo de la Operación «Avispa», quién eludió a la Policía, evidentemente gracias a un soplo.
Alexander Romanov, el hombre de la mafia Taganskaya en España, compró en 2010 un hotel en Mallorca por seis millones de euros pero tres años después era detenido por la Guardia Civil al ser identificado como un jefe mafioso. Entregó el hotel como pago de la deuda contraída con la Justicia española junto a una pena de cárcel de tres años y nueve meses.
Otro jefe mafioso, Gennadios Petrov, quién había sido detenido en 2008, en Mallorca, en el marco de la operación «Troika», se ocupaba del blanqueo del dinero ganado por la mafia Tambóvskaya en sus distintas actividades ilícitas. El juez le permitió marchar a San Petersburgo, base de operaciones de la organización, con la excusa de un tratamiento médico al que sería sometido allí; evidentemente, una vez en suelo amigo, no regresó como tampoco lo hizo su lugarteniente. Cierto que estaba en libertad condicional tras pagar una fianza de un millón de euros y que no era la primera vez que obtenía un permiso para salir de España y viajar a Rusia (la anterior vez sí que regresó).
Desde aquellas detenciones, los Cuerpos de Seguridad españoles no han cesado en sus investigaciones, fruto de las cuales fue la desmantelación de otro entramado de blanqueo en 2020 (operación "Testudo"). Habían adquirido locales de ocio y hostelería junto a naves industriales para limpiar el capital que sus compinches ganaban con su actividad criminal.
España es un chollo para las mafias rusas: puerta de Europa para el tráfico de drogas procedente de Sudamérica y el Norte de África y con mano de obra barata; no solo sudamericanos, rumanos y marroquíes, que son mayoritarios entre los inmigrantes en España, también españoles debido a los bajos salarios actuales.
La Fiscalía Anticorrupción de España reconoce que el único modo de combatir de un modo eficaz a las mafias es que exista plena coordinación y colaboración entre los Cuerpos de Seguridad del Estado.
El asesoramiento por expertos en delitos fiscales resulta clave para combatir a las mafias
El otro gran obstáculo para investigar las redes mafiosas son los contactos institucionales que llegan a conseguir al moverse en círculos selectos gracias a sus inversiones millonarias y a sus locales de alterne de lujo.
En su momento, los oligarcas mafiosos invirtieron, y mucho, en el sector inmobiliario; posteriormente, en compañías petrolíferas o de otros recursos energéticos. Además, les interesan las empresas que quiebran porque las reflotan aparentemente pero en realidad son tapaderas para el lavado de capitales. Por ello, seguramente las sanciones internacionales por la guerra en Ucrania les estará también haciendo mella.
Si los Estados no hubieran salido en ayuda de los Bancos y las empresas de seguros multinacionales, hubieran acabado en manos de mafiosos rusos (y del Este de Europa).
¿Cómo se estructuran y funcionan las mafias rusas?
Se han instalado en España entre los años 90 y la década actual, residiendo en lujosas mansiones en las Provincias de Cádiz, Málaga, Alicante, Madrid, Barcelona y otras. Los jefes buscan lugares donde ese lujo no llame la atención porque sea característico de la zona, como las Islas Baleares o la Costa del Sol.
Los «ladrones de la Ley», como se conoce a los jefes mafiosos de Países ex-soviéticos, no suelen aparecer en documentos ni firman nada en absoluto para no dejar rastro alguno de si mismos. Para eso cuentan con multitud de testaferros y abogados.
Los «pakhan» son los jefes de células, por lo general cuatro o cinco de las que son responsables los «brigadier». Los consejeros de los brigadier son sus manos derechas y pudieran ser abogados que conocen la legislación de los Países en los que operan.
Cada célula cuenta con espías a las órdenes de los «pakhan». La idea es que ningún componente de la célula haga nada a espaldas de los grandes jefes como enriquecerse por su cuenta sin enviar los beneficios correspondientes a los «pakhan».
Por último, están los soldados - los matones -, algunos de ellos, debido a su preparación exhaustiva, por lo general militar, utilizados por los jefes de las mafias como escoltas propios. Son privilegiados con un estatus importante por trabajar a las órdendes directas de los grandes jefes.
Rusos y ucranianos, ahora en guerra, no lo estaban en el ámbito criminal, colaborando grupos delictivos de ambos orígenes en numerosas ocasiones en sus distintos negocios, sobre todo en el de la prostitución y la trata de blancas.
Las Bratvas (una bratvá es una "hermandad") enfrentadas en Rusia, en España u otros Países cooperan para beneficiarse mutuamente.
Uno de los negocios más rentables para estas organizaciones criminales sigue siendo el de la prostitución. Cada año desaparecen más jóvenes que después son prostituidas en burdeles de Europa o Estados Unidos o llevadas a Países árabes para formar parte de los modernos harenes de jeques millonarios sin escrúpulos.
En los prostíbulos europeos y de todo el Mundo se ven cada año más prostitutas rusas. Se sabe, por sus declaraciones una vez se les ha detenido, que fueron amenazadas con que matarían a sus familiares si denunciaban su caso a la Policía.
En cuanto son puestas en libertad tras comprobarse que estaban siendo explotadas, se les hace un flaco favor si se les envía a sus Países porque acabarían muertas o de nuevo en la red de prostitución debido a que sus familias continúan amenazadas. Estas mujeres necesitan protección y asilo en el País en el que se les haya liberado de la mafia que les prostituía a la fuerza.
La operación «Troika», de la Policía Nacional española, dio muchos datos sobre cómo funcionan estas organizaciones criminales y cómo lavan dinero en España (y otros Países); una de ellas es la Malyshevskaya, liderada por Alexander Malysehv. En realidad era un grupo dentro de la megaorganización mafiosa Tambóvskaya, liderada en España por el antes mencionado Gennadios Petrov.
En todas esas operaciones policiales realizadas en España se constataba, de un modo y otro, los contactos de alto nivel que los mafiosos detenidos tenían en la Administración de Putin. Vladislav Matusovich Reznik, miembro del Consejo Nacional de Bancos de Rusia y militante del mismo partido político de Putin, tuvo una importante relación comercial con el mafioso Petrov. Sin embargo, en el juicio celebrado en España se eximió de cualquier inculpación a Reznik por no considerar probada que hubiera realizado actividad ilícita de ningún tipo con Petrov.
Actualmente hay una treintena de grupos mafiosos del Este de Europa muy activos en todo el Mundo, manejando apabullantes cantidades de dinero que ahora pudiera estar en peligro por la guerra en Ucrania en la que su admirado (o temido) Putin les ha metido de lleno.
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