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Las cuentas del Vaticano bajo sospecha

La Iglesia no pasa por su mejor momento; algo inaudito, teniendo en cuenta su ingente patrimonio y su enorme influencia

RSW - Basílica del Vaticano
La "Barca de Pedro" hace aguas

Una investigación interna, ordenada por el Promotor de Justicia del Tribunal del Vaticano, se incautó, en febrero de 2022, de numerosos documentos y ordenadores de la Curia romana, bajo sospecha de financiación irregular. El escándalo sacude a un conocido del Papa y paisano suyo, monseñor Alberto Perlasca, miembro destacado de la Secretaría de Estado del Vaticano.


La Curia se revuelve, investigada desde 2020, realizándose algunas detenciones por parte de la Gendarmería del Vaticano. Todo este oscuro asunto ha motivado que se acelere el drástico cambio en la estructura de poder que el Papa Francisco ha urdido desde que llegó al Trono de Pedro.


Las cuentas de la Iglesia

RSW - Estatua de Pedro Apóstol
Estatua de Pedro en el Vaticano

En la Plaza de San Pedro del Vaticano vemos dos grandes estatuas a medida que nos acercamos a la puerta de la basílica: la de Pedro Apóstol a la izquierda y la de Pablo a la derecha.


San Pedro porta las llaves del cielo y San Pablo una espada, símbolo de su lucha y martirio.


En el Libro "Hechos de los Apóstoles" se cuenta que un tal Simón "el Mago" quiso comprarles a los apóstoles Pedro y Pablo el don de hacer milagros, a lo que Pedro le despachó diciéndole: «Que tu plata perezca contigo, porque pensaste que podías obtener el don de Dios con dinero».


La Iglesia actual nada tiene que ver con aquella humilde comunidad apostólica.


Casi dos mil años después, la gran familia católica es una institución gigantesca, con redes que se extienden por todo el Mundo, para lo que se requiere de unas finanzas extraordinarias que son gestionadas de forma opaca.


Se ha convertido en una enorme multinacional con multitud de inversiones de todo tipo, teóricamente para mantener su ingente obra. Pero todo este emporio está en peligro por una nefasta gestión de sus cuentas. La seguridad de multitud de Misiones que realizan un excepcional trabajo ayudando a los necesitados está en serio riesgo.


No en vano, el catolicismo es un mundo en sí mismo de más de 1.340 millones de fieles y creciendo cada año, aunque en Europa disminuyen los creyentes mientras que en el resto de continentes aumenta notablemente.


Si la ingente labor eclesiástica en ayuda de los que sufren se desestabilizara pudiera dar lugar a un grave desequilibrio en algunas regiones del Mundo donde los misioneros católicos son los únicos que llevan la poca ayuda que reciben esos necesitados. Hay 1.116 Misiones repartidas por todo el Globo, con 200.000 misioneros.


Ante la ONU la Iglesia presentó un informe, en 2015, que resumía su impresionante obra: 5.000 hospitales, 16.000 dispensarios médicos y 600 leproserí­as; 15.000 asilos, 10.000 orfanatos y 12.000 centros de atención para recién nacidos.


Según el Global Catholic Education Report 2021, 68 millones de estudiantes (cuatro millones más que en 2015), en todos los niveles educativos, asisten a las escuelas y facultades de la Iglesia.


La fuente de ingresos principal es la donación; desde todos los rincones del planeta le llegan al Vaticano en torno a cien millones de euros anuales. El resto de las donaciones sirve para mantener las diferentes conferencias episcopales de cada País.


Aparte está la asignación de la Hacienda Pública, donde exista el sistema de donar a la Iglesia un pequeño porcentaje de sus impuestos.


En algunos Países, el Estado les financia directamente, para mantener el patrimonio eclesiástico y la obra social de las diferentes Iglesias cristianas.


Los ingresos de la Ciudad del Vaticano proceden de las inversiones del Instituto para las Obras Religiosas (IOR) y las donaciones de particulares u organizaciones privadas. Si hablamos del conjunto de la Iglesia, solo en donaciones hablaríamos de miles de millones de euros.


El Vaticano imprime una enorme cantidad de estampitas y medallas, como el resto de dicócesis de todo el Mundo, para turistas, como los mosaicos que fabrica la Santa Sede que se entregan a los visitantes de sus Palacios como souvenir.


El turismo eclesiástico aporta miles de millones a la Iglesia en su conjunto, por las visitas a catedrales, monasterios, conventos y museos.


Si los ingresos son cuantiosos, también los gastos son desorbitados, como pagar el salario de todos los sacerdotes y demás religiosos así como los funcionarios de sus escuelas, universidades y demás entidades de la Iglesia. Si bien hay Países donde esos salarios los paga el Estado.


En los Países en los que la Iglesia no recibe asignación estatal, el Vaticano les hace llegar el dinero que requieran si lo necesitan, en los casos en los que no puedan sostenerse económicamente con sus propios recursos. Solo en el Estado Vaticano hay más de 4.600 funcionarios.


La institución encargada de las finanzas es el Oficio del Camarlengo, un cardenal que administra tanto el patrimonio como los ingresos del Vaticano. Está supeditado a la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede y de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, que gestiona y mantiene todas las propiedades del Vaticano.


Los famosos Archivos del Vaticano, con millones de documentos de todo tipo y almacenes donde esconden los mayores secretos de la Humanidad, sobre todo los que afectan a la propia Cristiandad, han de ser custodiados con plenas garantías. Para ello cuentan con la más avanzada tecnología y la Guardia Suiza, un Cuerpo de Seguridad que data del siglo XVI, formado por excelentes profesionales con un adiestramiento de élite.


En 2021, el Estado Vaticano publicó su patrimonio inmobiliario (debido al escándalo por la adquisición de un inmueble de lujo en Londres). Reconoce poseer más de 5.000 inmuebles y un déficit de 66 millones de euros.


Las únicas teocracias del Mundo son el Vaticano e Irán

Cada diócesis actúa de forma autónoma sin que Roma tenga un control directo de sus cuentas, sobre todo en los Estados Unidos, donde algunas, debido a las indemnizaciones por escándalos sexuales y mala gestión económica, tienen grandes agujeros en sus respectivos fondos de pensiones.


Afortunadamente para los gestores de la economía de la Iglesia, en los Países donde tiene una mayor raigambre, está exenta del pago de impuestos, como si se tratara de una gran ONG y, por lo tanto, no lucrativa.


El dinero que hace posible mantener tan vasto patrimonio y tan avanzado sistema de seguridad pasa por el Banco del Vaticano (el IOR), institución que se ha visto salpicada de numerosos escándalos.


El Banco del Vaticano

En 1982, el presidente del IOR (Instituto para las Obras Religiosas), el Banco del Vaticano, el arzobispo Paul Marcinkus, sería señalado como relacionado con la Mafia. Se pagaron decenas de millones de dólares en indemnizaciones, pero la sospecha perseguiría a Marcinkus de por vida. Se le relacionó con el capo Enrico de Pedis, de la extinta Magliana, una Mafia romana.


Pero Marcinkus no fue condenado y se retiraría en un rancho de Arizona donde murió. El venerado Juan Pablo II fue el que libró de la prisión al arzobispo. El Papa solo tuvo que hacer uso de su prerrogativa de jefe del Estado para concederle la inmunidad como ciudadano del Vaticano.


Roberto Calvi, director del Banco Ambrosiano, murió en 1982, creyéndose en primera instancia que se había suicidado colgándose en el Puente del Támesis, en Londres, por sus implicaciones en el entramado de corrupción, fraude y malversaciones en el que había convertido las cuentas del Vaticano. Posteriormente, Scotland Yard reabrió el caso al averiguar que había sido un asesinato, aunque sin encontrar a los culpables.


El Banco Ambrosiano era privado, pero se relacionó activamente con el Banco del Vaticano ya que cubría los agujeros que dejaban las oscuras transacciones del IOR.


Resulta paradójico que Marcinkus naciera en Chicago, refugio mafioso italiano en Norteamérica. El arszobispo se relacionaba con el siciliano Michele Sindona, el conocido como "banquero de la Mafia" y asesor del Papa Pablo VI.

Transcurridos casi treinta años de aquello, las cosas no cambiaron. En septiembre de 2010, la Fiscalía de Roma ordenó a la Guardia di Finanza italiana incautar 23 millones de euros depositados en el Banco Vaticano, por presunto delito contra las normativas europeas del lavado. La Fiscalía ordenó la investigación de su director, Ettore Gotti Tedeschi.


En 2010 la Santa Sede incumplía 7 de los 16 puntos recomendados para la prevención y lucha contra el blanqueo de capitales.

¿Qué hizo el Vaticano? Contratar al ex-director de la Unidad de Inteligencia Financiera de Liechetenstein, un paraíso fiscal.


El IOR siempre ha estado bajo sospecha. La propia Iglesia ha reconocido en varias ocasiones que sus cuentas son opacas.


El Banco Central de Italia llegaría a bloquear la utilización de tarjetas de crédito dentro del Estado Vaticano para evitar que se lavara dinero con ellas.


Benedicto XVI creó la Autoridad de Información Financiera y puso al frente al cardenal Attilio Nicora, para adaptar las nuevas normas de transparencia financiera tras el escándalo de 2010. En realidad, lo que hacía dicha entidad era dar su conformidad al presupuesto de la Santa Sede en base a un estudio somero de las cuentas.


El Papa Benedicto, ya de por sí con una salud delicada por aquel entonces, delegó en su segundo, el cardenal Tarcisio Bertone, que pasó a convertirse en el verdadero hombre fuerte del Vaticano.


En 2016, el presidente del Banco del IOR declaró a los medios que habían cerrado 4.935 cuentas (de 15.000 clientes) desde 2013 alegando que ya no eran utilizadas por quiénes las abrieron. Reconoció que algunas pudieron haber sido usadas con fines fraudulentos siendo notificadas a las autoridades competentes.


Los Vatileaks

Benedicto XVI - (WDKrause/CC BY-SA 3.0)

En 2012 se publica el libro "Su Santidad: Los documentos secretos de Benedicto XVI", cuyo autor es Gian Luigi Nuzzi, un periodista italiano que aseguró que su información le fue filtrada por una fuente en el interior del Vaticano. A esa filtración se la conoció como "Vatileaks", recordando a los Wikileaks pero aplicados al Vaticano.


Básicamente consistía en comunicaciones entre el Papa y su secretario personal, Paolo Gabrieli, hablando de distintos sobornos que supuestamente (según esos documentos) el pontífice hizo para mejorar su imagen o para tapar escándalos sexuales de algunos altos personajes de la Curia. Se investigó el origen de la filtración llegando a Gabrieli, que sería condenado a 18 meses de prisión por la sustracción de material comprometedor para la seguridad del Estado Vaticano, relativo a sus finanzas.


Los investigadores llegarían a la conclusión de que Gabrieli pretendía perjudicar a Tarsicio Bertone, secretario de Estado del Vaticano y uno de los nombres que más se barajaban como sucesor de Benedicto XVI.


Lo curioso es que la condena de año y medio de Gabrieli no sería cumplida porque a los pocos meses recibió el perdón del pontífice y su compinche, un informático que sería el que verdaderamente filtró la información, tan solo pasó tres meses en prisión.


Los numerosos casos de pederastia por todo el Mundo (Alemania, Australia, Austria, España, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Italia y México son los Países con más casos) y los juicios que han conllevado le ha supuesto a la Iglesia un serio problema económico por las indemnizaciones.


En EEUU se destapó una trama publicada en el libro Render unto Rome, editado en 2011, en el que su autor dice descubrir los mecanismos, la riqueza y la manera en que se administran los recursos en la Iglesia católica.


Aseguraba desvelar altos niveles de corrupción, especialmente en las encumbradas esferas de la curia romana, destacando con detalles - supuestamente revelados por el FBI - los fraudulentos negocios del sobrino del cardenal Angelo Sodano.


Eran demasiados frentes abiertos y Benedicto XVI, en vez de dar la cara y enfrentarse a todo ello, hizo lo que ningún Papa había hecho anteriormente a lo largo de los 2.000 años de historia del Papado y la Iglesia: dimitir de su cargo. Alegó su avanzada edad pero el papa Francisco, a la misma, se dispone a reformar la estructura del Vaticano.


En 2015 se produce una segunda filtración, a la que llamaron "Vatileaks 2" por la que dimitió el revisor general de las finanzas de la Iglesia nombrado por Francisco, Libero Milone.


La etapa del Papa Francisco

RSW - Imagen del papa de espaldas

Cuando el actual Papa Francisco llegó al trono papal en 2013 dijo que quería una Iglesia pobre para los pobres en la línea del Concilio Vaticano II. Sabía lo que decía pues, en ese momento, el Vaticano estaba siendo de nuevo señalado por enésimas sospechas de blanqueo de capitales procedentes de sus actividades recaudatorias. A ello se unían las indemnizaciones por tantos escándalos sexuales cuyo número debió abrumar al nuevo pontífice cuando conoció la cifra exacta.


Estos escándalos y un discurso anacrónico, no adaptado a los tiempos actuales, provoca una sangría constante de fieles desde la muerte de Juan Pablo II en Europa. Y claro, a menos fieles, menos donaciones.


Las indemnizaciones por abusos sexuales le ha supuesto a la Iglesia 2.000 millones de dólares en total, declarándose algunas archidiócesis en bancarrota

El IOR intenta que nada escape al control del Vaticano, con inversiones de los más diverso que superan los 2.600 millones de dólares: participaciones en compañías aéreas, entidades bancarias y servicios públicos e incluso en la industria cinematográfica y otros sectores, además de adquirir propiedades inmobiliarias.


El Papa Francisco, comprobando que las sospechas de irregularidades continúan, nombró un revisor general, Libero Milone, en 2014, como adelantaba anteriormente. Pero Milone chocó con el poderoso cardenal Giovanni Angelo Becciu, número dos en la Secretaría de Estado del Vaticano, la cual, con la nueva Constitución (Praedeicate Evangelium), pierde mucho de su tradicional poder.


Francisco ha descentralizado la Curia creando nuevos dicasterios (los ministerios en cualquier otro Estado), con el objetivo de que no se concentre toda la autoridad en uno solo, especialmente en lo referente a la economía de la Iglesia.


El cardenal Becciu, que destituyó al inspector de las cuentas del Vaticano nombrado por Francisco, fue a su vez destituido por el papa en 2020.


Becciu no termina de explicar de modo que convenza a todos, el por qué de la adquisición de un lujoso inmueble en Londres. Es por ello y más oscuros asuntos que Becciu ha sido juzgado por un tribunal del Vaticano. Se le ha preguntado por los envíos de dinero a una cooperativa que en conjunto alcanzaron la cifra de 225.000 €, alegando que dicha organización se dedica a la atención de personas sin recursos. La sospecha radica en que esa entidad es gestionada por el hermano del cardenal.


Otro hermano de Becciu también fue contratado para que renovara varias nunciaturas del Vaticano, al ser propietario de una constructora.


Del mismo modo, el cardenal Becciu no aclaró suficientemente la extraña relación con una supuesta consultora de seguridad y analista geopolítica para mediar en casos de secuestros de religiosas, abonando medio millón de euros por tal concepto.


Se cree que si se han destapado estos presuntos casos de malversación de fondos es por el enfrentamiento entre cardenales: el propio Becciu y el cardenal George Pell, este último jefe de las finanzas hasta que tuvo que renunciar en 2019.


A Pell se le acusó de agredir a dos adolescentes en 1996, siendo por entonces arzobispo de Melbourne, de lo que sería absuelto con posterioridad.


Pell pasó trece meses en una prisión de Australia, de donde es oriundo (se le había condenado a seis años de cárcel). Estando preso escribió sus "Diarios de Prisión".


Milone y Pell se enfrentaron, a su vez, a Mauro Rivella, secretario de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA). Esta entidad fue creada por Benedicto XVI para que todos los organismos del Vaticano dieran información sobre sus finanzas a una entidad independiente.


La guerra interna en el Vaticano entre los partidarios del orden anterior y los del nuevo, representado por el papa Francisco, ha culminado en la reforma de la Curia, llevada a cabo por un Consejo de Cardenales, llamado el C9, de total confianza del papa.

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