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El carnicero de Milwaukee

Actualizado: 5 abr 2023

Reavivado el interés por este asesino a propósito de dos series exitosas de TV, analizamos quién fue realmente

Ficha policial de Jeffrey Dahmer
Ficha policial del verdadero Jeffrey Dahmer

Apodado el "carnicero de Milwaukee" porque fue la ciudad en la que llevó a cabo sus crímenes, durante trece años, hasta que en 1991 es detenido y condenado a cadena perpetua (en realidad 16 cadenas perpetuas).


Aunque asesinó a 17 personas (que se sepa), a las que mutilaba, comiéndose partes de algunas de ellas para que formaran parte de sí mismo, según declaró en el juicio, se le condenó por la muerte de 16.


Se debió a que no se hallaron pruebas de la muerte de Steven Tuomi, al que Jeffrey Dahmer dijo que asesinó pero no recordaba cómo.


Vuelve a estar de actualidad porque la plataforma Netflix emite una serie dramática sobre su vida junto a otra documental. Veamos como fueron los hechos reales. Avisamos de que habrá muchos spoilers.


Índice de contenidos

 

¿Qué opinan los familiares sobre las series TV?

Los sucesos y detalles sobre Jeffrey expuestos en estos trabajos televisivos han molestado a su padre que piensa incluso en demandar a los productores.


Sobre todo, porque ha dado lugar a que no pocas personas se acerquen a su hogar en Ohio increpándole.


Lionel Dahmer, el padre del asesino, vendió decenas de miles de ejemplares de un libro que escribió sobre cómo fue su experiencia como padre de un monstruo. Es más, cree que la serie de Netflix no hace justicia con su hijo, reduciendo el impacto de sus crímenes.

Libro escrito por Lionel Dahmer

Para Lionel, fue muy difícil encajar lo que había hecho su hijo. Intentó buscar en el pasado qué pudo afectar tanto a Jeffrey como para que años después cometiera esas atrocidades.


En la serie se ve al actor que interpreta su personaje, Richard Jenkins, contarle a la Policía cómo era su hijo.


También vemos como padre e hijo diseccionan animales atropellados, dando a entender que fue quién le inculcó esa pasión que Jeffrey sentía por las vísceras.


La ex-esposa de Lionel le echó en cara que le enseñara como destripar animales y, a su vez, Lionel le culpa a ella de no preocuparse lo suficiente por su hijo.


Para cuando se cometieron los crímenes, los padres de Jeffrey estaban divorciados, viviendo el monstruo con su padre. Joyce, la madre del asesino (murió de cáncer en el año 2000) quedó tan impactada que, una vez muerto su hijo, intentó que su cerebro fuera donado a la ciencia para comprobar si su maldad era debida a una malformación congénita.


Vemos en la serie de Netflix a una Joyce muy tocada emocionalmente, algo desequilibrada, que incluso desatiende a sus hijos por estar enganchada a ciertos fármacos. De hecho, seguía un tratamiento para su enfermedad mental diagnosticada.


El actor que ha dado vida a Jeffrey es Evan Peters, que sin duda lo ha clavado, por lo que presumiblemente pudiera caerle algún premio. El problema es que para la generación actual que no conoció la historia del canibal de Miwaulkee, lo que se les quedará es la actuación de Peters, que según parientes de las víctimas y el padre del carnicero, no se atiene a la realidad.


Peters ha reconocido que interpretar a este personaje le ha resultado muy difícil por lo oscuro del mismo. Tenía que buscar el modo de reflejar esa parte siniestra sin que suponga una falta de respeto hacia las familias de las víctimas. Incluso pidió en sus redes sociales que la gente no se disfrazara de Dahmer, tomándose a broma lo que hizo ese criminal.


Uno de los co-directores de la serie de Netflix, Ryan Murphy, declaró a la prensa que quisieron mostrar las historias de las víctimas, pero las familias se han quejado de no haber sido consultadas. En su defensa, Murphy dijo que intentó ponerse en contacto con los parientes pero que declinaron hablar de lo sucedido. Es por lo que sorprende que en la serie se reflejen supuestos sentimientos y sensaciones de testigos, familiares e incluso los asesinados, cuando no se contaba con suficiente información sobre ello.


Su hermano David se cambiaría la identidad tras el juicio para que no se le relacionara con Jeffrey, lo cual consideraba que le perjudicaría, iniciando una nueva vida sin que se sepa su actual paradero.


La abuela, interpretada por Michael Learned en la serie, vivió en primera persona las excentricidades de Jeffrey, pues pasó una temporada con ella, cuando su padre le echó de casa. Ella hizo lo mismo cuando le sorprendió con un maniquí con el que se acostaba.


La abuela de Jeffrey desconocía que su nieto usó el sótano de su casa como taller de los horrores con tres de sus víctimas: a una de ellas le arrancó la cabeza y mantuvo su cráneo durante varios días, blanqueado.


Lo cierto es que la serie se enfoca más en lo que siente Jeffrey que en las víctimas, las cuales son expuestas como objetivos del asesino. Incluso se le ve arrepentido al final, bautizándose, creyendo que de ese modo expiaba sus pecados, lo cual debió ser una puesta en escena porque Jeff ya era católico.


Cuando vivía en la casa de la abuela frecuentaba la iglesia a la que asistía regularmente ella.


Por otro lado, Ryan Murphy quiso enfocar la historia como la de un asesino gay que mata a homosexuales, dando a entender que son como el resto de las personas, pudiendo haber también asesinos entre ellos.


Netflix declinó incluir en el nombre de la serie las siglas LGTBQ+ pues temían una lluvia de críticas del colectivo gay, pudiendo afectar a la audiencia.


El realizador Ryan Murphy suele trabajar con su colega Ian Brennan. En Netflix hay otro reciente trabajo de ambos que también está basado en un hecho real sobre un acosador: la serie “Vigilante”, protagonizada por Naomi Watts y Bobby Cannavale.


Brennan y Murphy se han especializado en series sobre criminales e incluso ya habían tratado anteriormente el caso de Dahmer. Es más, en el último capítulo de la serie de Netflix muestran a otro asesino, aún peor, John Wayne Gacy, el "payaso asesino", cuya pena de muerte por asesinar a 33 hombres se produjo el mismo día que Jeff se bautizaba en la cárcel. Ambos acontecimientos coinciden con un ecplipse solar, que por entonces hubo quién lo relacionó con una señal de la justicia divina.


La serie ha sido muy criticada por el entorno de algunas víctimas porque les ha hecho revivir aquella pesadilla. Se ve con claridad como piensa el asesino (se basan en las entrevistas que concedió: (Conversaciones con asesinos: las cintas de Jeffrey Dahmer).


La trama resulta lenta y debes tener mucho aguante para verla entera, más impulsado por la curiosidad de saber cómo se desarrollaron los acontecimientos que por entretenimiento, pero lo cierto es que va ganando a medida que ves capítulos (son diez).


Se ha convertido en un enorme éxito de audiencia: una de las series más vistas de toda la historia de la plataforma de streaming (la que más suscriptores tiene a escala mundial).



Un asesino, convertido en icono popular

Portada del comic Mi amigo Dahmer
Portada del comic "Mi amigo Dahmer"

El reputado ilustrador estadounidense Derf Backderf, compañero de clase en el instituto de Jeffrey Dahmer, hizo una novela gráfica en 2014 en la que se basaría la película homónima “Mi amigo Dahmer” (la tenéis en Amazon Prime), de 2017.


Relata su adolescencia, la cual también vemos en la serie de Netflix. Ambos trabajos coinciden con el airado comportamiento de la madre, incluso va más allá en la película. En esta última, Jeff aparece como un joven cruel que desea ser aceptado entre sus compañeros de clase que se ríen de él por sus excentricidades.


No duda en hacer lo que le pidan, por raro que sea, por tal de agradarles. Pero también vemos la evolución de una mente enferma que disfrutaba maltratando animales. En la película se recrea una cruel escena, matando a un perro, cerca de la casa de los padres, cortándole la cabeza, clavándola en una estaca y sacándole una fotografía. No es ficción puesto que el asesino lo contaría tras ser detenido.


Igualmente vemos en el film de 2017 a la madre de Jeff con una manifiesta locura haciendo cosas sin sentido y muy desequilibrada, lo que en la serie se suaviza bastante.


El nombre de Jeffrey Dahmer o sus "motes" (carnicero, canibal o monstruo de Milwaukee) han sido mencionados en canciones de artistas conocidos, numerosos libros, documentales y otras dramatizaciones aparte de las mencionadas. En la película "Dahmer" de 2002 podéis ver al actor Jeremy Renner interpretar al canibal de Milwaukee, veinte años antes de la serie de Netflix.

Jeffrey Dahmer fue popular incluso en vida, desde su mediático juicio y todo lo que vino después. Le llegaron a entrevistar en el veterano programa de la CBS “Inside Edition”, en 1993. En el mismo reconoció que sentía un deseo compulsivo de comer trozos de sus víctimas, para que pasaran a formar parte de él.


En prisión recibía numerosas cartas de admiradores. Algunos le mandaban dinero o fotografías de sí mismo pidiéndole autógrafos. Una muestra de lo sádica y enfermiza que puede llegar a ser la sociedad cotemporánea, cuando se populariza la maldad. Es una responsabilidad de la prensa, la cual debiera exponer el horror tal cual, sin connotaciones pintorescas.


Como suele suceder con los personajes dantescos que el cine y la televisión popularizan, el disfraz del carnicero de Milwaukee ha hecho furor en el Haloween de 2022, pero no todas las empresas lo ven del mismo modo.


Algunas plataformas de venta online lo han retirado porque saben que puede dar lugar a que las familias de las víctimas (o quiénes conocieron a Jeffrey) revivan la pesadilla o porque su política de empresa les prohíbe comercializar un producto que ensalce la violencia o la crueldad.

El disfraz no necesita de nada especial, como otros más elaborados, ya que la imagen que se hizo popular de este asesino es el característico mono naranja de los presos. Lo complementas con unas grandes gafas de vista y una peluca rubia y ya está.


También redes sociales (como Instagram) retiraban las imágenes de personas disfrazadas del carnicero de Milwaukee, porque no quieren contribuir a popularizar el personaje como una especie de mito similar a Jack el destripador u otros similares.


Con la plataforma YouTube ha sucedido lo mismo, retirando vídeos que parodiaban cómo sería vivir con el asesino y otros parecidos.


Muy diferente es si se trata de un personaje inventado, como Jason, de “Viernes 13” o Freddy Krueger, de “Pesadilla en Elm Street”, y aún así algún desquiciado se disfraza de ellos cometiendo tropelías.


En la ciudad mexicana de Guadalajara fue detenido un individuo que portaba un artilugio preparado para funcionar como arma de fuego y que iba disfrazado de Krueger.


El coleccionista canadiense Taylor James aprovecha el tirón de la serie para subastar varios artículos personales del asesino, aunque en la dramatización de Netflix se ve como, supuestamente, todos los enseres del canibal se destruyeron o vendieron tiempo atrás. La urna con sus supuestas cenizas tiene un precio de salida de un cuarto de millón de dólares y sus características gafas, 150.000 dólares. Incluso vende una biblia que dice perteneció a Jeffrey Dahmer por 6.000 dólares.


Taylor muestra en su web, Cult Collectibles, productos que supuestamente fueron propiedad de los asesinos más despiadados como Ted Bundy o Charles Manson.



El gen del mal: los trastornos de Jeffrey Dahmer

Foto escolar de Jeffrey Dahmer
J. Dahmer en su etapa escolar

Los psicólogos definen la inteligencia emocional como la que hace que confiemos en nosotros mismos. Nos permite distinguir nuestras emociones de las de los demás.


Suele relacionarse con el raciocinio, de tal modo que no se entienden por separado, sino que se complementan.


La inteligencia emocional, a un nivel aceptable, nos ayuda a prevenir cualquier conflicto pero también nos hace creativos.


Si el nivel es ínfimo, estaremos incapacitados para controlar nuestros sentimientos. Si la situación es adversa, al no controlar nuestras emociones, lo que los psicólogos llaman "monstruo interior" irá creciendo, pero es controlable si eres una persona estable; en cambio, si tu inteligencia emocional es nula, esa bestia seguirá creciendo hasta que sea imposible controlarla.


La novela "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde", de Robert L. Stevenson, nos habla del trastorno disociativo de la identidad que manifiestan algunas personas, en cuyo interior se pugna una titánica lucha entre su personalidad buena y la mala.


La dualidad bondad/maldad es común de todos los humanos, pero algunos no pueden controlarla

Los psicólogos saben detectar al monstruo interior y cómo reducirlo a la mínima expresión, ayudando a la persona que busque su ayuda profesional a relajarse y a identificar lo que hace que su rabia aparezca. En otras palabras: enseñan autocontrol.


Cuando se detuvo a Jeffrey por masturbarse públicamente, con 25 años, el psicólogo que le examinó dictaminó que su comportamiento entrañaba cierto peligro para otras personas. Su monstruo interior despertó y se alimentó de tal modo que llegaría un momento que dejó de luchar contra ello, si es que alguna vez lo hizo.


Le llegó a reconocer a la Policía que, si bien lo intentó en un principio, con el tiempo dejó de reprimir sus impulsos agresivos, acabando dominado por el deseo de poseer a sus víctimas y solo porque le resultaba fácil hacerlo. Le dijo a los agentes que nadie lo impidió nunca con lo que continuó haciéndolo.


Un rasgo común de muchos asesinos en serie es su arrogancia.


La teoría del control social nos viene a decir que las personas tienen a delinquir por naturaleza salvo que haya un obstáculo que les frene el cual sería el conjunto de normas sancionadoras de las instituciones que se encargan de velar por nuestra seguridad.


Fue el sociólogo Edward Ross el que usó por primera vez el término de "control social", a finales del siglo XIX. Para Ross, el fin era mantener la sociedad del bienestar atendiendo a la seguridad ciudadana sin comprometer su tranquilidad.


El control social informal, a través de distintos agentes (familia, escuela, profesión...), a lo largo de la vida de cualquier individuo, tiene como objeto socializar desde una edad temprana. Se busca que todo sujeto respete unas normas de conducta y valores morales que se consideran, desde la Autoridad, que deben ser comunes. Si un individuo no las respeta, es el control social formal el que se activa (sistema jurídico-penal) para que dicha persona no afecte con su conducta desviada al resto de la comunidad.


Jeff Dahmer desde niño se sintió solo, cambiando de vivienda continuamente.


Cuando por fin se establecieron, sus padres discutían tanto que acabaron divorciándose. Su madre padecía un serio trastorno emocional. De hecho, se medicaba estando embarazada, según Lionel Dahmer cuenta en su libro, por lo que se desconoce si se excedió, perjudicando al feto, naciendo con alguna malformación congénita que nunca se detectó (no fue examinado jamás en este sentido).


El asesino crece en un hogar desestructurado si bien su padre, que se haría cargo de él con 18 años, al desentenderse su madre, se lo dio todo: un hogar, una educación superior, le buscaba trabajo, vehículo para desplazarse, dinero…


Una de las dos preocupaciones de Lionel Dahmer es que su hijo hubiera sufrido algún tipo de daño cerebral al ser operado de una doble hernia en el escroto. La otra es que hubiera sido Lionel quién le inculcara su atracción hacia los cadáveres, cuando le enseñó a diseccionar animales muertos.


Lionel cuenta en su libro que parecía que Jeffrey se interesaba por la taxidermia, lo cual es una profesión reconocida. Incluso le enseñó como blanquear los huesos (Lionel fue químico de profesión). En ese momento no podía imaginar que derivaría hacia la locura que dominó a su hijo.


Las “rarezas” de Jeffrey le hicieron fracasar en todo. En clase intentaba relacionarse pero como no sabía como hacerlo acababa llamando la atención con todo tipo de excentricidades de las que se burlaban, llamándolas "hacer un dahmer". Aunque en la película "Mi amigo Dahmer", se dice que sí que hizo amigos, pero que al no controlar sus emociones les perdería.


Se abandona a la bebida siendo un adolescente, por lo que se le expulsa tanto del instituto como de la universidad. Ni siquiera pudo aguantar sobrio en el ejército. Digamos que el mecanismo de control social informal falló con Dahmer: nunca recibió atención psicológica.


A lo largo de su vida fueron muchas las situaciones en las que, de haberle atendido un buen psicólogo/a, muy probablemente no habría cometido los asesinatos y cuando algún psiquiatra le examinó tras un acto delictivo, no hubo tratamiento posterior efectivo.


Debido a que se había convertido en un individuo asocial, le costaba relacionarse por lo que optó por drogar a los hombres a los que conocía en los locales de ambiente gay que frecuentaba.


Pronto se hizo conocido como el que drogaba a sus amantes, por lo que nadie quería saber nada de él.


La verdad que quedó constatada y en lo que coinciden los expertos que le han estudiado es que se trata de un sádico, un maníaco fetichista con gustos necrófilos imbuido de una maldad sin límites. Una realidad que puede intuirse viendo su frialdad en las entrevistas que concedió.


La docuserie impacta realmente porque en ella es el propio Jeffrey el que relata sus aterradoras vivencias con tal frialdad que hiela la sangre del más templado de los espectadores. Se trata de 32 horas de grabación de las charlas que mantuvieron el aesino y su abogada, Wendy Patrickus, en 1991.


En la serie de Netflix hay una escena en la que le pregunta al sacerdote de la última prisión en la que le encerraron por qué aumentaba el número de asesinos en serie. El párroco responde todo tipo de teorías absurdas que barajaban los expertos. Jeff añade si no pudiera ser porque sencillamente sean personas malvadas.


Jeffrey Dahmer debía padecer un grave trastorno antisocial, o al menos es a lo que se agarró su abogada, sin embargo, en el juicio se dictaminó que estaba perfectamente cuerdo cuando cometió sus crímenes. ¿Qué debemos pensar entonces? ¿Qué Jeffrey era consciente de su maldad? Pues así parece teniendo en cuenta el dictamen judicial y también por el concepto que tenía de sí mismo.


La acusación se basó en que alguien que es capaz de planificar sus asesinatos de la forma en que lo hizo el carnicero de Milwaukee, con tanto detalle, no está loco, sino que es alguien minucioso y malvado.


La necrofilia la practicaba usando preservativos con lo que no hacía nada de forma irracional, teniendo en cuenta los pros y contras de sus acciones.


Los psiquiatras que le examinaron llegaron a la conclusión de que tenía algún tipo de trastorno psicótico.


Los psicólogos coinciden en que Jeffrey padecía parafilia y parcialismo

Jeffrey no se arrepentía de nada de lo que hizo con lo que no se sentía mal por lo inaceptable de su comportamiento. Evidentemente, la teoría del control social falló de modo estrepitoso con Dahmer, como lo ha hecho con tantos otros criminales.


Es cierto que los trastornos parafílicos incluyen el exhibicionismo, que Jeffrey practicó como también la pedofilia, cuando se llevó a una de sus víctimas, de tan solo 13 años (un inmigrante de Laos llamado Kleison Sinthasomphone), a su apartamento. El chaval consiguió escapar y su familia denunciar al agresor, por lo que estuvo en prisión un año.


Tiempo después, Dahmer asesinó al hermano de Kleison, un muchacho de 14 años llamado Konerak.



Las víctimas del canibal

Foto de Steven Mark Hicks
Seteven Mark Hicks

La primera vez que mató tenía tan solo 18 años. Recogió en su coche a un autoestopista, Steven Mark Hicks, que se dirigía a un concierto.


Hicks accedió a irse con él a su casa donde charlaron y bebieron (según el propio asesino contó), aunque Steven no era homosexual, lo que desconcertó a Jeffrey.


Le asestó un golpe con una mancuerna de las pesas con las que el carnicero hacía ejercicio en el salón de su casa (la de los padres). Paradojas del destino, sería cómo matarían a Jeff en prisión, años después.


Cómo aún estaba vivo, le estranguló y acto seguido se llevó el cadáver al cobertizo trasero, donde diseccionaba animales con su padre. A Mark Hicks lo desmembró, enterrando los restos óseos en el jardín trasero. A pesar de ser su primera víctima, su cuerpo no se halló ya que lo desenterró y disolvió en ácido (los huesos los pulverizó y esparció por el bosque).


Pero la verdadera casa de los horrores fue el apartamento 213, de North 25th Street, donde asesinó a doce personas, a las que conocía en un local de ambiente gay, convenciéndoles para que le acompañaran. El edificio fue demolido al año siguiente de ser detenido el canibal, según el dueño porque era un símbolo de dolor y muerte, pero lo más probable es que lo hiciera porque tenía pocos inquilinos que se atrevieran a vivir ahí.


En una ocasión se llevó a un chico de tan solo 14 años, Konerak Sinthasomphone, hermano de otro que consiguió escapar y le denunció por lo que pasaría un año en prisión. ¿Por qué se llevó tiempo después a su hermano y le mató? ¿Fue venganza? ¿Desconocían que eran hermanos?


Konerak no llegó más lejos del portal, pero amparado por tres vecinas.


Cuando Jeffrey llega (había ido a comprar bebida) le dice a la Policía que era su novio y que tenía 19 años.


Los agentes no comprueban la versión de Jeffrey dándola por verídica.


Testificaron que Jeff les hablaba de forma tranquila y clara, sin señales de estar nervioso ni lo más mínimo por lo que le entregaron de nuevo el chico, quién lo mataría después, una vez solos. Cierto que los policías subieron al apartamento, para comprobar que todo estaba en regla, pero no registraron el lugar y eso que Jeffrey les permitió entrar.


Parece que no quisieron tocar nada al ver lo mal que olía y la suciedad. Tal vez incluso por temor a coger alguna infección al ser homosexuales quiénes aparentemente vivían en ese apartamento. Hablamos de finales de la década de los 80, con el SIDA haciendo estragos muriendo demasiada gente por aquella pandemia (había mucho desconocimiento sobre la enfermedad por entonces).


Jeffrey diría tiempo después, ya detenido, que si los agentes hubieran registrado su apartamento cuando subieron con el chaval, todo se habría acabado ya que habrían hallado restos de cadáveres.


No solo el muchacho no habría muerto sino que tampoco asesinaría a sus cuatro víctimas posteriores.


El juicio que podemos ver en la serie al que acudió la familia de Konerak, por la muerte de este chico a manos del caníbal, no sucedió como se narra en Netflix, ya que los familiares no estuvieron presentes en la realidad. Por lo tanto, cuando Lionel Dahmer, padre del asesino, dice (en la serie) que se le ha quedado grabada en la mente la expresión del padre de Konerak en el juicio, es un añadido ficticio aportando más dramatismo.


Quién llamó a la Policía cuando el joven Konerak intentó huir fue Glenda Cleveland, quién no vivía en el apartamento contiguo, como se ve en la serie de Netflix, sino en el edificio que había al lado. Desde su ventana observó la extraña actitud de Jeffrey. La serie confunde a Glenda con Pamela Bass, que si era vecina de Jeffrey.


Pamela, una vez conoció las atrocidades cometidas por su vecino, dijo temer que hubiera comido carne humana pues Jeffrey, en una ocasión, le ofreció un sandwich de carne.


En la serie de TV la Policía de Milwaukee de los años 80 queda especialmente mal por su continua negligencia. En su momento fue denunciado por las familias de las víctimas. Y es que los agentes que devolvieron a Konerak al apartamento donde sería asesinado pocos minutos después, creyendo que era un lío de enamorados, no fueron sancionados.


No era la primera vez que la Policía no actuó como debiera, escapándose Dahmer una y otra vez. Cuando comenzó a matar, le pararon conduciendo su vehículo, llevando en la parte trasera del coche bolsas de basura con los restos desmembrados de una víctima. Los llevaba a la casa de su abuela, en cuyo sótano procedería a separar la carne de los huesos (solía conservar los cráneos).


Los agentes que le pararon, si bien se interesaron por las bolsas, dieron por buena la explicación de Jeffrey, de que eran rastrojos de haber podado el jardín. Si hubieran visto lo que contenían realmente, se habrían salvado casi todas sus víctimas porque hubiese sido detenido de inmediato y condenado a cadena perpetua por sus primeros asesinatos (en el Estado de Wisconsin no existe la pena de muerte).


Tal vez siguiera vivo, aún en prisión y siendo uno de esos criminales con legiones de fans desquiciados por el morbo que les producen estos sujetos.


Tampoco parece que la Policía comprobara la denuncia de Ronald Flowers, que igualmente escapó por poco, debido a que la abuela de Jeffrey se mantuvo a su lado cuando le vio drogado en su salón. Su nieto le dijo que solo estaba bebido pero ella permaneció junto a él, salvándole la vida sin saberlo.


Cuando un agente se personó en la casa de la abuela de Dahmer, al verle bien vestido y tranquilo, sentado junto a una adorable viejecita que le daba la razón, el policía consideró que no había de qué preocuparse por lo que no registró a fondo la vivienda.


Hubo cadáveres que jamás aparecieron, pero de algunos de ellos conservaba Jeffrey fotografías, con lo que se les endosaron con las correspondientes cadenas perpetuas.


Se trata de Steven Hicks, Steven Tuomi, Jaimie Doxtator, Richard Guerrero y Anthony Sears (los tres últimos son los que mató en casa de su abuela).


Un amigo de Sears le dijo a la Policía que le vio irse con un muchacho rubio con gafas al que conocieron en el local gay que frecuentaban; desayunaron juntos y a primera hora de la mañana se fueron los dos, supuestamente a casa de ese individuo. Pero la Policía no solo no le creyó sino que llegaría a ser sospechoso, por lo que tuvo que irse de la ciudad.


Ricky Beeks fue el primero que asesinó en su apartamento. Con él no tuvo que afinar sus dotes de seducción porque Beeks se prostituía usando el alias de Raymond Smith. El asesino le dio 50 dólares como pago por sus servicios.


La madre de Anthony Hughes ha denunciado a los medios que su hijo no se portaba como refleja la serie de Netflix, aunque tampoco especifica exactamente a qué se refiere. Tal vez le extraña que, si verdaderamente mantuvo una relación de meses con Dahmer como muestra la serie, ella lo hubiera sabido por la confianza que considera que tenían ambos. El chico era sordomudo y Jeffrey le asesinó, de modo brutal.


Fuera como fuese, la protesta de Shirley Hughes, madre de Anthony, no ha sido la única sobre la veracidad exacta de la serie TV.


Eric Wynn, que trabajó en el local en el que Dahmer captaba a sus víctimas, también ha manifestado su repulsa a cómo se han documentado, sin consultar a los parientes y amigos.


Wynn conoció a Eddie Smith y Anthony Hughes. Del primero, el canibal guardó varias partes de su cadáver en el congelador de su apartamento, como hizo con otros a los que asesinó posteriormente. En la serie vemos que los investigadores encuentran trozos del cadáver de Hughes, siguiendo las indicaciones de Dahmer, pero en la realidad no fue así: jamás se hallaron esos restos.


Hubo un par de víctimas con las que Dahmer se saltó su propio patrón. Una de ellas fue Ernest Miller, al que degolló, cuando lo "normal" era que les estrangulara, después de golpearles (y tras drogarles). De Miller, el canibal se comió sus bíceps.


Con respecto a su siguiente asesinato, el de David Thomas, sería uno de los que guardaría su cráneo, hallándose junto a los de otros asesinados cuando su apartamento fue registrado.


En ocasiones conservaba los genitales, como los de Curtis Straughter, de tan solo 18 años, o incluso la piel, una vez despellejado, como hizo con Error Lindsey. A éste último le taladró el cráneo, estando aún vivo, introduciéndole agua fuerte, pues creía que de ese modo le convertiría en un zombi bajo su voluntad. Lo hizo con algún otro, creyendo que así durarían más tiempo con él, haciendo lo que les ordenara. Pero les mataba enseguida al ver que no funcionaba.


El carnicero no siempre buscó sus objetivos en Milwaukee. Como hemos visto antes, asesinó en Ohio al primero ya que era donde vivía por entonces con sus padres. Pero hubo otra víctima que conoció en Chicago, en la estación de autobuses: Matt Turner.


Matt era un joven de 20 años que se marchó del hogar paterno - Michigan - un año antes, buscando cumplir el sueño de convertirse en modelo; lamentablemente, el asesino se cruzó en su camino.


Tampoco asesinó únicamente a hombres de raza negra, como se llegó a decir, pues él mismo confesó que la elección de amantes era aleatoria, sin reparar en su etnia, sino en la atracción que sintiera por ellos. Aunque de sus 17 víctimas, 11 eran afroamericanos, hubo seis blancos (entre ellos dos eran hispanos) y un oriental.


Jeremiah Weinberger fue uno de los dos hispanos que asesinó (el otro fue Richard Guerrero). Como Jeff Dahmer vio que su escapada a Chicago, con motivo del desfile del orgullo gay en esa ciudad, tuvo resultado positivo, regresó tan solo unos días después. De nuevo en la estación de autobuses de Chicago conoció a Jeremiah, convenciéndole para ir a Miwaulkee donde le asesinó.


A Jeremiah le inyectó ácido clorhídrico en un agujero que le hizo en el cráneo con el taladro además de suministrarles somníferos. Al despertar andaba aturdido, pero como Jeffrey tenía turno de noche en su trabajo, le volvió a dar más pastillas e inyectar agua hirviendo en el agujero del cráneo.


Cuando regresó del trabajo ya estaba muerto, pero es el único de los asesinados que murió con los ojos abiertos (pudiendo verse en la fotografía que le hizo el asesino). Acto seguido le decapitó.


Dos compañeros de Dahmer, cuando estuvo en el ejército, destinado en Alemania entre 1979 y 1981, dijeron en un documental (Dahmer: Testimonio de un asesino serial, de 2017), que habían sido agredidos por Jeff, pero ésto lo negó. Resulta curioso que hablara de sus otros asesinatos y en cambio no de estas supuestas agresiones.



La casa de los horrores

La periodista Anne E. Schwartz, autora del libro "El hombre que no mató lo suficiente", de 1992 (en España se publicó en 1994), fue la primera persona de la prensa que llegó primero al apartamento de Jeff.


Hay una reedición de 2021, con datos actualizados. Schwartz pudo entrevistar tanto a policías como vecinos e incluso ver la escena de los espantosos crímenes.


La prestigiosa periodista dice ahora que lo que cuenta la serie de Netflix no es del todo cierto ni está de acuerdo con la imagen que dan de la Policía de Milwaukee. Revela como los agentes que detuvieron a Dahmer solicitaron los tres días libres que solían darse a quiénes presenciaban o vivían situaciones dantescas como aquella, pero que no se les concedió, volviendo a trabajar a la noche siguiente.


Corrobora que no fue Glenda Cleveland quién vivía al lado del canibal, sino Pamela Bass con su marido. También dice que el olor que desprendía el apartamento era una mezcla de podrido y químico y que aún recuerda, treinta años después. El olor químico probablemente era del líquido que contenía el bidón de 216 litros donde se hallaron trozos de cadáveres.


La reportera pudo ver el traladro de Jeff (con el que decía abrir agujeros en los cráneos) y las famosas fotografías de Jeffrey Dahmer, tomadas con cámara Polaroid, de cadáveres mutilados, quedando profundamente impresionada, pues se les veía abiertos en canal con las tripas al aire. En otra fotografía vio un esqueleto al que Dahmer le había echado algún producto para blanquearlo, pero tenía la cabeza, pies y manos intactos (le había separado la carne del resto del cuerpo).


Había fotografías de genitales junto a cabezas cercenadas o de algún cadáver despellejado

El casero del edificio llegó a limpiar la nevera de Jeff cuando éste se lo pidió una vez fue avisado de que tenía que eliminar los malos olores que desprendía el apartamento, por las repetidas quejas vecinales.


Se entiende que en el frigorífico no había restos humanos cuando el administrador del edificio y una vecina le prestaron su ayuda.


Jeffrey les dijo que el mal olor era por carne en mal estado en el congelador, ya que se le olvidó enchufarlo.


Algunos vecinos le contaron a la periodista que le veían sacar muchas bolsas de basura pero no comprar comida o que cuando iba a los contenedores, gran cantidad de gatos le rodeaban. Pensaban que serían los desperdicios de la comida que Jeff echaba a sus peces (tenía una pecera que cuidaba bien).


El médico forense quedó impactado con lo que vio en el apartamento pero, una vez repuesto, trabajó incansablemente para unir los restos de cadáveres e identificarlos.

Tracy Edwards declarando en el juicio de Dahmer
Tracy Edwards en el juicio de Dahmer

Un superviviente, Tracy Edwards, fue quién promovió la detención de Jeffrey, cuando acudió a la Policía tras salir huyendo despavorido.


En principio, los agentes desconfiaban de alguien que iba desnudo por la calle con apariencia de haberse drogado (Jeffrey solía drogar a sus víctimas antes de matarlas).


Cuando finalmente acceden a ir con Edwards al apartamento, descubren un escenario que no imaginaría ni Stephen King en la peor de sus pesadillas: restos de once cadáveres, conservando algún craneo blanqueado.


La policía descubrió una cabeza que había sido cercenada recientemente, todavía sangrando, metida en una caja.


El superviviente no acabó bien, como si hubiera quedado maldito por el carnicero de Milwaukee.


La prensa quería conocer todos los detalles de las personas relacionadas con Jeffrey Dahmer, también del único superviente de sus atroces asesinatos: Tracy Edwards.


Se supo que había violado a una joven, de tan solo 14 años, por lo que ingresó en prisión. Se hizo habitual de la cárcel ya que entró varias veces por robo y menudeo de drogas e incluso homicidio, al matar a un vagabundo en 2012 por una discusión. No se sabe su paradero actual.



El final del carnicero

Portada de periódico sobre muerte de Dahmer
Portada Daily News sobre muerte de Dahmer

Jeffrey pasó tan solo tres años en prisión (en el Estado de Wisconsin, donde vivió toda su vida), pero no por clemencia de algún juez sino por “justicia divina”. Otro preso le mató a golpes de mancuerna (como la primera víctima de Dahmer).


Cuando se le preguntó a su asesino, Christopher Scarver, por qué le había matado a él y otro compañero (Jesse Anderson) alegó que Dios se lo había ordenado. En la serie el papel de Scarver lo interpreta el actor Furly Mac.


La teoría en la trama de la plataforma de streaming es que lo hizo imbuido por su extremismo religioso, adquirido en prisión. El propio Scarver, en su declaración ante la Policía, tras el asesinato de Dahmer y Anderson, en el gimnasio de la prisión, diría que odiaba a Jeffrey porque se portaba muy mal con sus compañeros y además no estaba arrepentido de sus crímenes.


Scarver es un hombre temperamental que ingresó en prisión por asesinar a Steven Lohman, su patrón en el trabajo que desempeñaba en libertad. Cómo fue despedido y además Lohman no le pagó lo que Scarver consideraba que debía recibir por su labor, le disparó.


Hay quienes sostienen que el verdadero móvil de Scarver, que aún está en la cárcel, fue vengarse de sus “hermanos” de raza porque casi todas las víctimas de Jeffrey eran afroamericanas. Con respecto a su otra víctima, Jesse Anderson, se dice que le mató porque acusaba a dos individuos negros de matar a su esposa, cuando en realidad había sido el propio Anderson.


Es evidente que, como se decía en un anterior epígrafe, la teoría del control social falló con Dahmer. El problema es que todavía hoy existen fallos notorios en el sistema que impidan que surjan nuevos monstruos.


El sistema de enseñanza no está preparado para promover la socialización de los niños sino únicamente para que adquieran conocimientos que puedan servirles en la carrera profesional que escojan.


Deben fomentarse los vínculos con la sociedad en la que los menores se desarrollan, en especial con los adolescentes, en una edad en la que su mente es moldeable y muy vulnerable.


Por otro lado, los padres deben recibir la ayuda pública necesaria para que sus hijos se distraigan con programas de socialización, incluyendo atención psicológica gratuita si se observa alguna conducta asocial. Pero apenas hay proyectos en este sentido, por lo que seguimos viendo noticias en los medios sobre casos terribles de abusos y crímenes de todo tipo a cargo de individuos solitarios.


Controlar el acceso de los menores a determinadas sustancias tóxicas es un objetivo primordial, qué duda cabe. Las drogas deshiniben al delincuente potencial que todos llevamos dentro.


Son los mecanismos de control social los que deben intentar erradicar esta lacra para que cualquier individuo siga una dirección de respeto a sus semejantes dentro de unas normas comunes de convivencia que sean aceptadas por la mayoría, en base a los valores democráticos.

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