Desde hace décadas se ha ido asentando el embrión de lo que hoy en día es una de las zonas refugio más importantes para el yihadismo.
El continente africano siempre ha sido un tanto desconocido, un continente olvidado en el que grandes potencias a lo largo de la historia lo han utilizado para abastecerse de recursos, antiguamente de esclavos, y actualmente de recursos naturales. El inicio de la era colonial, sobre todo en la historia contemporánea, trajo consigo que se constituyeran una serie de fronteras artificiales entre países, las cuales configuraron un plano que dividía etnias que hasta la fecha estaban unidas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, en el continente africano se fue gestionando el embrión que daría lugar al nacimiento del terrorismo yihadista como lo conocemos hoy en día. Todo surgió con la fundación de los Hermanos Musulmanes en 1928 de manos de Hasan AlBana y el ideólogo Sayed Quttub, de referencia para el yihadismo internacional, como reacción al colonialismo, sobre todo de Francia e Inglaterra.
La deriva yihadista culminó con la aparición de dos grupos yihadistas: Gama´h Islamiya y Yihad Islámica, los cuales fueron los responsables del asesinato del Presidente de Egipto, Anwar El Sadat, durante un desfile militar, el 6 de octubre de 1981 en El Cairo. En dicho atentado participó Ayman Zawahiri, actual número uno de Al Qaeda. El "gran pecado" de Sadat, por el que los yihadistas le asesinaron, fue reconocer al Estado de Israel.
Actualidad de la situación en África
El panorama africano se ha complicado mucho, sobre todo por la cantidad de grupos terroristas yihadistas ubicados en la zona del Sahel, los cuales con sus acciones podrían influenciar en el devenir de la economía mundial. El principal objetivo del terrorismo es la desestabilización de la Sociedad para imponer sus destructivas ideas y un sistema de control basado en el miedo. Si no se le pone remedio, desde África pueden causar un gran daño global.
El continente africano se ha convertido actualmente en un pilar en lo que respecta al abastecimiento de fuentes energéticas, sobre todo para la Unión Europea, así como de ciertos minerales estratégicos, como el Coltán, un mineral que es fundamental para la fabricación de aparatos electrónicos de alta tecnología. África también es un recurso en lo que se refiere a la disponibilidad de tierras cultivables, las cuales han adquirido algunos países como por ejemplo China y Arabia Saudí, con el fin de poder cultivar en ellas para la fabricación de combustibles – biofuel – o aceite de palma.
Por otro lado el continente africano se encuentra estratégicamente situado en lo que respecta a las rutas comerciales por mar, por las que pasan las embarcaciones que abastecen de materias primas, no solo a Europa y el resto del mundo, sino también de todo tipo de mercancías esenciales para el libre comercio entre las distintas naciones. Es lo que hace que la economía mundial esté interrelacionada, por lo que cualquier incidencia en estas rutas podría derivar en una crisis económica a nivel mundial.
El continente está bañado por el Mar Mediterráneo al norte, por lo que existe un peligro latente: cualquier cosa que suceda en África podría influir en el Mediterráneo y, con ello, en los buques mercantes y cruceros turísticos que por el mismo navegan con asiduidad.
Igualmente la aviación comercial, sobre todo la europea, por su cercanía, corre riesgo al sobrevolar zonas aquejadas de conflictos armados o actividad terrorista especialmente en el norte del continente africano. Si los yihadistas fijan sus objetivos en el tráfico aéreo, no solo supondría grandes pérdidas para el sector sino que ello repercutiría en la economía europea y global.
El continente africano es un continente rico en recursos naturales, en contraste con una población bastante empobrecida donde más del 40% vive con menos de 1,90 dólares al día, lo cual puede convertirla en un campo abonado para el terrorismo yihadista. Tienen una amplia cantera en la que captar a personas desesperadas por su situación económica, sin recursos para alimentar a sus familias, lo que los terroristas pueden solucionarles.
Las principales riquezas naturales del continente africano son el oro, del que ostenta el 41% de las existencias mundiales. Dos Países del Sahel se encuentran entre los que poseen más recursos de este mineral: Burkina Faso y Mali.
África posee también las mayores reservas mundiales de cromo, cobalto y diamantes de calidad. En el Sahel, concretamente en Níger, existen enormes depósitos de uranio y en otros Países africanos de manganeso, hierro y bauxita. Pero el que más destaca por su importancia actual es el conocido como el "oro negro", el mineral coltán.
África es también rica en pesca y maderas, además de tener gran cantidad de tierras fértiles, más del 40% de las que existen en el Mundo. Algunos gobiernos venden tierra cultivable a otros países. Muchas de estas tierras fértiles no son utilizadas para agricultura alimentaria, sino para la elaboración de biocombustible, impidiendo que las personas del lugar puedan trabajar esas tierras para cultivar alimentos. Es una de las causas de que la población desnutrida del África subsahariana suponga el 25% de la población mundial que sufre desnutrición, según la ONU.
El continente carece, en gran medida, de una industria desarrollada por lo que la mayoría de Países importan productos manufacturados. De hecho, intentan un crecimiento sostenible basado en el incremento de dichos productos pero la economía africana se va a ver lastrada por la desaceleración global que prevé el Fondo Monetario Internacional, con lo que la calidad de vida de sus ciudadanos no prosperará en los próximos años.
Un ejemplo muy preocupante es Etiopía. Ni las reformas introducidas por el primer ministro Abiy Ahmed ni la paz firmada con Eritrea para poner fin al conflicto militar que les enfrentaba desde hacía más de veinte años han traído la estabilidad al País. La pertinaz sequía que asola sus tierras agrava la crisis alimentaria y la ONU prevé que 3,7 millones de personas necesitarán ayuda urgente dentro de unos meses.
Todo lo anterior es caldo de cultivo de posibles nuevos yihadistas que pudieran atentar en cualquier lugar del Mundo. Si las potencias mundiales no invierten para mejorar la vida de los africanos, no para explotarles, se corre un serio riesgo de que la cantera yihadista crezca exponencialmente.
Inestabilidad: aliciente para los terroristas
El Sahel es un territorio muy amplio, de más de 5.200 kilómetros de largo y unos 1.000 km de ancho, que delimita una franja de terreno situada debajo del desierto del Sahara, la cual atraviesa unos once países, siendo estos Mauritania, Mali, Senegal, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Sudán del Sur, Eritrea y Etiopia. Todo el Sahel está inestable, con fronteras sin vigilar prácticamente por las que los grupos terroristas pasan de un País a otro sin apenas control, campando a sus anchas. Es otro de los alicientes para los yihadistas pero también para la delincuencia organizada, colaborando entre ellos en numerosas ocasiones: las mafias financian al terrorismo al proteger éste los envíos de droga y el tráfico ilegal de seres humanos en la Región.
De los nueve Países de donde proceden el mayor número de desplazados que intentan llegar a territorio europeo, cuatro son del Sahel: Malí, Etiopía, Eritrea y Sudán
Las revueltas árabes que se iniciaron en el 2010 alteraron gravemente el mapa social y político del norte de África y del Sahel. Una posible explicación de por qué tuvieron lugar estas revueltas podrían ser una serie de factores comunes a todos los países afectados como son la falta de legitimidad de los gobiernos, la inestabilidad política, la mala gobernanza, la corrupción, la debilidad de sus instituciones, la ausencia del imperio de la ley y la gran cantidad de jóvenes desempleados o subempleados con escasas expectativas de mejora. Ha transcurrido toda una década y la situación no ha mejorado, incluso en algunos casos ha empeorado notablemente.
Uno de los grupos yiahdistas más activos en la Región es Boko Haram que juró lealtad al ISIS, pero del mismo se escindió un grupo que se autodenomina Estado Islámico en África Occidental (ISWA, por sus siglas en inglés), igualmente asociado al ISIS. Así que vemos que el llamado "Estado Islámico", surgido en Oriente Medio, ha extendido sus tentáculos por el Sahel y África Occidental.
Según datos del ACSS (Africa Center for Strategic Studies), en 2019 la actividad terrorista en el Sahel se ha incrementado de tal modo que ha desplazado a Somalia como principal teatro de operaciones del yihadismo en África. Burkina Faso, Malí y Níger son los que se llevan la peor parte con 800 ataques terroristas aproximadamente, el doble que en 2018, causando 2.600 muertos, la mayoría en Burkina Faso.
Los medios de los que disponen los países del Sahel para hacer que sus fronteras no sean permeables, así como para poder dar seguridad a sus ciudadanos, son bastante escasos, haciendo del Sahel una zona donde los grupos terroristas y las organizaciones criminales se pueden financiar mediante la realización de actividades ilegales. No solo trafican con drogas y seres humanos, también armas y objetos robados, viajando por este territorio tanto las mercancías licitas como las de origen ilícito, terminando en muchas ocasiones en Europa.
Según el Índice de Desarrollo Humano del programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo –PNUD-, los países que conforman el Sahel figuran en los últimos puestos. De los 189 países que figuran en esta lista, el que figura en último puesto es Níger y en el puesto 187 Sudán del Sur. En los nueve últimos puestos se encuentran también Chad (186), Burkina Faso (183) y Mali (182). De los demás Países del Sahel el que mejor posicionado está es Nigeria y aún así ocupa el puesto 157. Mauritania, un País magrebí próximo a territorio español está en el puesto 159. El Cuerno de África está muy castigado también; recuerdo a los lectores que fue refugio de los piratas terroristas del Mar Rojo que asediaban el comercio marítimo en la zona, un paso estratégico de primer orden mundial (hablaré de ello en la segunda parte de este serial de artículos). Eritrea se halla en el puesto 179 y Etiopía en el 173. Los otros dos Países del Sahel no están mejor: Sudán en la posición 167 de desarrollo humano y Senegal en el 164.
Las dos principales redes de inmigración irregular que llegan a Europa pasan por el Sahel:
Una red parte de Senegal, pasando por Mauritania desde donde se dirige a las Islas Canarias (España), vía Sáhara Occidental.
Una segunda red se origina en los países subsaharianos, atraviesa Mali, Níger y Nigeria dirigiéndose al norte de África, principalmente Argelia y Libia.
En Libia, un Estado fallido donde los grupos terroristas campan a sus anchas, las redes de inmigración se concentran en dos enclaves principales: Trípoli y Benghasi. Desde cualquiera de estas ciudades o sus alrededores, los inmigrantes son enviados por las mafias a las costas italianas. En menor medida pero también de forma incesante, no pocos atraviesan Marruecos intentando llegar a las ciudades autónomas españolas de Ceuta y Melilla.
Las redes mafiosas de inmigración irregular se aprovechan tanto de las catástrofes humanitarias como de la precariedad de las personas, con el único fin de nutrirse del sufrimiento de éstas para obtener ganancias económicas. Y es que en la zona del Sahel se estima que más de tres millones de niños sufren desnutrición durante el periodo de tiempo llamado "hambre estacional". Ocupa los meses de junio a septiembre, en los que las reservas de alimento de la cosecha anterior se agotan, por lo que al crecer la demanda se disparan los precios que muchas familias no pueden pagar.
El narcotráfico también usa el Sahel para sus rutas de la droga, por la misma razón que se utiliza para el resto de contrabando o el tráfico de seres humanos: por la permeabilidad de sus fronteras. Con tan escasa densidad de población, los ejércitos de estos Países o sus Cuerpos de Seguridad no destinan apenas efectivos al control de fronteras; prefieren concentrarlos en combatir al terrorismo dentro de su territorio. Así que los narcotraficantes americanos se han encontrado con una ruta perfecta para trasladar sus mercancías, sobre todo cocaína, sin apenas riesgo de que sean interceptadas ya que apenas hay vigilancia policial.
Los grupos yihadistas protegen los envíos de droga, mediante lo que se financian y mantienen vivos los conflictos en la zona. Al contar con este dinero extra, pueden captar más jóvenes para su "causa" que buscan salir de su precaria situación.
La reacción de España y la Unión Europea
Con el fin de evitar que las organizaciones criminales se nutran de la necesidad de estas personas creando así una serie de redes clandestinas de inmigración ilegal, con el consiguiente riesgo para las personas que las utilizan, por parte de España se puso en marcha un plan para externalizar las fronteras. El Gobierno español cerró varios acuerdos con distintos países, los cuales son origen o transito de las redes delictivas, con el fin de frenar esta actividad.
A raíz de esta iniciativa, la Unión Europea se unió finalmente creando el Fondo Fiduciario para África, organización que realiza actividades de cooperación al desarrollo, financiando también el control de fronteras y la gestión de los flujos migratorios. Pero no está resultando como se esperaba al poner en manos de los Gobiernos de los Países africanos afectados la gestión de los proyectos que se llevan a cabo para intentar una mejora de los flujos migratorios; un ejemplo es Eritrea.
El Fondo Fiduciario de la Unión Europea para África destinó 105 millones de euros a Eritrea con el objetivo de fomentar la economía local, lo que ayude (al menos en teoría) a la creación de empleo para que la población no se vea obligada a buscar trabajo en Europa (más de 50.000 eritreos han solicitado asilo en Europa en la última década). Pero el Gobierno de Eritrea, al que se ha encargado su colaboración para la tarea, obliga a personas a trabajar según sus condiciones, lo que la ONU considera una forma de esclavismo. Y es que el País está gobernado de forma autoritaria, con encarcelamientos de quiénes se niegan a realizar el servicio militar obligatorio o son sorprendidos practicando religiones que no estén autorizadas (únicamente lo están las corrientes católica, ortodoxa y luterana del cristianismo y la sunní del Islam).
El Gobierno de Eritrea puso en marcha un sistema nacional de conscripción mediante el que se obliga a trabajar en las labores que dicta el Estado, por ejemplo la construcción de carreteras, para lo que emplean el dinero que les llega de Europa. Encarcelan a quiénes se nieguen pues, a pesar de las ayudas europeas, los salarios son paupérrimos (si los hay) y las condiciones inhumanas, lo que las ONGs que se encuentran en la zona consideran una suerte de "trabajos forzados".
Cuando se les ha cuestionado por obligar a trabajar en infraestructuras públicas en condiciones tan lamentables, el Gobierno eritreo se defiende diciendo que la situación demanda medidas de urgencia. La UE, precisamente por esa pretendida urgencia, no supervisa convenientemente en qué se emplea y cómo el dinero que envía a Eritrea y otros Países que pasan por situaciones similares en África. Por lo tanto, la corrupción en los Estados africanos no ayuda a erradicar el terrorismo, que continúa viendo como no pocas personas se acercan a grupos yihadistas u organizaciones criminales. Las otras opciones que tienen son la explotación por un trabajo mal pagado, en condiciones infrahumanas o huir, para lo que tienen que recurrir a las mafias que trafican con personas y arriesgarse a perecer en las aguas del Mediterráneo.
El presente artículo forma parte de un serial cuya segunda parte se publicará próximamente en este mismo medio: Cómo afecta el terrorismo en África al comercio internacional
El autor, Carlos González, experto en contraterrorismo (Máster en fenomenología terrorista por la UGR) está diplomado en ciencias policiales por la Universidad de Salamanca y es colaborador de la Red SAFE WORLD.
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