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Bioterrorismo: la docena sucia

Actualizado: 9 nov 2022

Las armas biológicas más peligrosas y enfermedades que producen

Varias moléculas

El bioterrorismo es el uso intencionado de un patógeno o producto biológico para producir daño a personas, plantas u otros organismos e influir en la conducta de Gobiernos o intimidar a la población civil. Pueden ser virus, bacterias, toxinas u otros gérmenes que normalmente se hallan en la naturaleza, pero doce de ellos son los más letales. En ocasiones, son modificados en un laboratorio para aumentar su capacidad de dispersión, resistencia a los tratamientos médicos o para ser más dañinos.


En el siguiente artículo expongo tipos y características de los agentes biológicos para profesionales de la Seguridad o Defensa militar que pudieran enfrentarse a una situación crítica de bioterrorismo o guerra biológica o simplemente como información para una mejor prevención ciudadana.


Los terroristas han amenazado con usar estas armas pero de momento no han encontrado un modo efectivo, sin embargo las prefieren a otras armas asimétricas, como las nucleares o químicas, por los siguientes motivos:

  • Son relativamente más fáciles de producir y  de ocultar.

  • Generan más miedo en la ciudadanía ya que “no se ve”.

  • La población diana precisa de una gran cantidad de recursos para poder hacer frente al ataque.

  • Son más letales.

  • Son más económicas.

  • Su detección es más complicada.

  • Es más difícil frenar la epidemia ya que los síntomas pueden confundirse.

  • Cuentan con una mayor capacidad de dispersión.

Según los doctores Garrote Moreno, Ureta Velasco y Orduña Domingo en 2008, en su artículo sobre los aspectos prácticos del bioterrorismo, el principal de ellos es que "consiguen una alta rentabilidad para sus fines, con un bajo coste y una gran repercusión socio-económica, sanitaria y mediática".


Ciertamente, un atentado bioterrorista, al menos en teoría, resulta mucho más económico que uno "convencional" que utilice material explosivo ya que solo costaría, según cálculos efectuados por el CTITF (Counter-Terrorism Implementation Task Force, en español "Equipo Especial sobre la Ejecución de la Lucha contra el Terrorismo") un par de euros por cada kilómetro cuadrado afectado. Si para la misma zona afectada se usaran armas químicas, el precio se multiplicaría por 400 y por muchísimo más si se emplearan explosivos.



Clasificación de los agentes biológicos


El doctor Cique Moya, especialista en Defensa NBQ, nos recuerda en su artículo "Reducción de amenazas biológicas", publicado en el IEEE, en 2018, que hay unos 150 patógenos susceptibles de poder ser usados como armas biológicas. De los mismos, los más peligrosos conforman lo que se ha dado a conocer, entre los especialistas, como la "docena sucia”; los enumero a continuación, divididos en tipos de agentes (hacer clic en cada uno para ver la descripción):

El CDC (Center for Disease Control and Prevention, en español "Centro para la Prevención y Control de Enfermedades") de los EEUU ha clasificado las posibles amenazas biológicas en tres categorías, según peligrosidad: A, B y C.


Categoría A

Los agentes incluidos en este grupo - si consiguen diseminarlos sin riesgo quiénes los manipulen con esa intención -, son fácilmente transmitibles provocando el consiguiente pánico, uno de los objetivos del terrorismo. El Estado afectado tendría que disponer medidas excepcionales, no solo sanitarias sino también de seguridad pública por la alarma causada.


De la infografía anterior, se incluyen en esta categoría la tularemia, el carbunco, la viruela, el botulismo, la peste y las fiebres hemorrágicas virales como el Ébola y el Marburgo.


Aunque no figura en la infografía, puesto que no está incluida en la "docena sucia", la salmonella forma parte de esta categoría y de hecho ha sido usada ya en un ataque bioterrorista. En 1982, en el Estado de Oregon, cientos de vecinos de una población fueron infectados en cuatro restaurantes distintos para evitar que acudieran a votar. Por lo tanto, hubo una intencionalidad política por parte del causante de la epidemia, que si bien fue local y no causó muertos, no deja de ser una muestra de lo que puede hacerse con estos minúsculos parásitos.


Categoría B

Se diseminan con cierta facilitad pero su morbilidad no es tan alta como los del grupo anterior, aunque son un riesgo considerable. De la "docena sucia" que exponemos en la infografía, dentro de esta categoría está la brucelosis, el muermo, la fiebre Q, la ricina, la toxina SEB y el virus VEE. Los facultativos tendrían que afinar mucho su radar diagnóstico y el sistema sanitario ampliar o mejorar su vigilancia para con las enfermedades que provocan estos patógenos.


Categoría C

Los agentes que forman parte de este segmento son los modificados en laboratorio para que se diseminen en mayor cantidad, con el objetivo de que produzcan una mayor mortandad o saturar el sistema sanitario. De ese modo, los terroristas desestabilizarían una comunidad concreta o la sociedad de la que forme parte.


Un ejemplo es el SARS (siglas en inglés de Severe Acute Respiratory Syndrome) o síndrome respiratorio agudo grave. El coronavirus que lo provoca pudiera ser modificado en un laboratorio adecuado para que se expanda con más facilidad.


Clasificación según el riesgo, (de menor a mayor):

  • Grupo 1: Es poco probable que cause siquiera enfermedad en los humanos.

  • Grupo 2: Causa dolencia o enfermedad, pudiendo revestir cierta gravedad, pero es poco probable que se convierta en epidemia.

  • Grupo 3: La enfermedad causada es grave y existe alto riesgo de contagio pero tiene cura.

  • Grupo 4: Provoca enfermedad grave, es contagiosa y no tiene cura o el tratamiento es de poca eficacia.

Un ejemplo de grupo 4 son las fiebres hemorrágicas virales como el Ébola o el Marburgo, que provocan un fallo generalizado del sistema inmunitario y del organismo. Las vacunas no son eficaces, se propagan rápidamente (mediante fluidos corporales) y más en zonas con escasa higiene. Se desconoce su origen o el modo en que la contrae el primer infectado de una comunidad en la que se propague, aunque se sospecha que pudiera ser por entrar en contacto con animales muertos. Además, es una amenaza silenciosa porque un hombre infectado que haya conseguido curarse, aparentemente, pudiera ser portador del virus sin saberlo y transmitirlo con su semen, incluso varios meses después de contraerlo.

Los dos proyectos actuales de vacuna contra el ébola más prometedores son uno alemán y el otro japonés

Son los dos actualmente aprobados por el Sistema Europeo de Regulación de Medicamentos. El proyecto japonés, que estudia el Instituto de Ciencias Médicas de la Universidad de Tokio, se ha probado solo en monos. En cambio, el alemán sí se ha probado en seres humanos, en la República Democrática del Congo, en la última epidemia. Se registró un descenso de la mortalidad de un 32% con dicha vacuna. La compañía farmacéutica MSD, que lo financia, ya ha donado un cuarto de millón de vacunas a la OMS para que sea usada en algún posible nuevo brote de ébola.


La estrategia que se sigue hoy en día consiste en vacunar primeramente a los sanitarios que trabajen sobre el terreno, a los cuidadores de los enfermos y a los sepultureros que entierran los cadáveres que contienen el virus. Son los que están en primera línea contra este enemigo tan voraz. Los investigadores deberán averiguar con qué personas entraron en contacto los enfermos para comprobar si aún no han sido infectados y vacunarles. Tengamos en cuenta que la mortandad del ébola supera el 70% de los infectados, logrando la vacuna alemana reducirla, en la última crisis epidémica, a menos del 40%.

Por lo anteriormente descrito, para los terroristas los virus del grupo 4, como el ébola, evidentemente no son la opción más interesante ya que con casi toda seguridad se verían también ellos afectados o morirían, por quedar expuestos a los reservorios animales que requieren estos agentes para reproducirse. Sin embargo, no debe descartarse por los Servicios de Inteligencia o las Fuerzas de Seguridad como posible arma biológica ya que en cuestión de menos de tres semanas causan toda una serie de daños catastróficos que conducen, en la mayoría de los casos, a la muerte. Y teniendo en cuenta que existe la modalidad del terrorismo suicida, no debe bajarse la guardia.


¿Es realmente el ántrax tan peligroso?

Bacillus anthracis en el bazo de un mono (microscopio electrónico)

Cuando le preguntamos a alguien qué patógeno cree que pudiera ser usado como arma enseguida le viene a la cabeza el ántrax. Digamos que es el más popular, en el que todos piensan cuando se habla de bioterrorismo.


El ántrax, también llamado carbunco, uno de los componentes de la "docena sucia", lo provoca la bacteria Bacillus anthracis. El género al que pertenece, los Bacillus, deforman la célula que atacan, pero el ántrax la engloba sin deformarla. Afecta principalmente a los animales, sobre todo herbívoros, que son los que las transmiten a humanos mediante sus esporas, en especial en productos derivados de animales (por alguna razón, las aves no se contagian). Dichas esporas están dotadas de gran resistencia a las temperaturas extremas e incluso resulta complicado destruirlas con desinfectantes químicos. Sin embargo, la penicilina es efectiva y no se conoce hasta el momento ningún contagio entre humanos. Una vez ha pasado a un sujeto, se expande por su organismo a través de los ganglios linfáticos.


Es una enfermedad de escasísima incidencia en humanos, porque se hayan infectado de animales cuyos pastos contuvieran esporas. Afecta especialmente a los profesionales que están en contacto con animales que pudieran haberse contagiado o pieles de los mismos.


En España, por ejemplo, los casos conocidos son apenas medio centenar. Lo que ocurre es que se confunde con un tipo de lesión cutánea que causan los estafilococos aureus a la que también se conoce con ese nombre; el anthrax anglosajón es conocido en español como carbunco o ántrax maligno, para diferenciarlo de ese otro ántrax cutáneo.


El carbunco se puede manifestar de tres formas distintas; según el caso es más o menos peligrosa:in

  • Cutánea: Primero aparece una mácula roja, que se transforma en vesícula surgiendo otras alrededor según avanza la infección. La primera vesícula, la central, forma una escara negra como el carbón, de donde le viene el nombre de carbunco, pero ni duele ni supura. El período de incubación puede durar una semana o tardar solo un par de días, apareciendo en cabeza, manos o el antebrazo. Con el adecuado tratamiento, es muy raro que se produzca la muerte del infectado.

  • Pulmonar: Se produce cuando el sujeto ha inhalado esporas tardando en incubar más o menos lo mismo que la versión cutánea. Provoca una especie de gripe que cuando parece que ha remitido, empeora bruscamente al cabo de un día o dos. Entonces sobreviene el desastre pues provoca insuficiencia respiratoria, puede fallar el aparato circulatorio y, si la infección avanza, acumulación de líquido en el espacio entre los pulmones y la pared torácica (derrame pelural). En este caso, la mortandad es elevada.

  • Digestiva: Es la más extraña de las manifestaciones, rara vez se ha producido. Pareciera una gastroenteritis solo que la diarrea es sanguinolenta, encontrándose el afectado muy decaído pues no para de vomitar. Sin el tratamiento indicado la mortandad es alta pero no tanto como en la manifestación pulmonar. Suele conllevar la muerte si se presenta cuadro clínico de septicemia (infección generalizada porque los patógenos hayan llegado a la sangre que la reparte por todo el organismo).

 

El autor, Iker Ruiz López, está graduado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Granada y es experto en contraterrorismo, estudiando actualmente el Máster en Investigación y Avances en Microbiología por la misma universidad.


Este artículo forma parte del serial AMENAZAS NBQ, basado en el TFM del autor para el Máster en fenomenología terrorista de la Universidad de Granada.


Colaborador de la Red SAFE WORLD, próximamente publicará la segunda parte del serial: Cómo detectar un ataque bioterrorista; protocolos de actuación

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