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Foto del escritorAdolfo Estévez

La revolución de las redes sociales en Irán que atemoriza a los ayatolás

Actualizado: 26 dic 2019

El Gobierno iraní se ve incapaz de frenar el movimiento de protesta popular en Internet

Redes sociales en Irán
Las redes sociales llegan a Irán para quedarse

Algo está cambiando en Irán. Lo que hace tan solo unos meses era impensable comienza a verse en Teherán: las mujeres jóvenes protagonizan manifestaciones culturales en lugares públicos, aunque aún tapadas por temor a ser identificadas por las Fuerzas de Seguridad de la República Islámica. Cierto que son episodios extraños, casi anecdóticos en un País represor hacia la mujer desde que se produjo la revolución de 1979 que derrocó al último shah, Mohammad Reza Pahlaví, que gobernaba de forma dictatorial como emperador. Pero tras ese dictador llegaron otros: los Ayatolás. Se había pasado de una dictadura a otra, pero al menos la primera era pro-occidental y las mujeres podían vestir como quisieran. En los años previos a la llegada de Jomeini la represión del Gobierno del Shah fue brutal pero no es menos cierto que la notoria falta de derechos es una constante en Irán desde entonces. Los homosexuales son perseguidos y en ocasiones ejecutados como algunas mujeres juzgadas por faltar al honor de sus maridos o familias.


La salvación de la juventud iraní actual y de la opinión pública han sido las redes sociales en las que se expresan con total libertad y cuelgan música o vídeos realizados por ellos sin censura. Saben que son vigilados por lo que toman medidas para que el rastreo que las Autoridades realizan de modo sistemático de la actividad en Internet no les lleve a sus autores. Es el medio escogido por gran número de artistas iraníes para mostrar sus facultades como esas mujeres con las que comienzo el artículo que muestran sus aptitudes para la canción, la danza o la fotografía publicando en inglés en sus perfiles de redes sociales o en canales de mensajería instantánea, especialmente en Telegram. El publicar en inglés da mayor difusión a sus críticas hacia el régimen iraní además de un desahogo al no poder hacerlo en público pues en Irán están prohibidas las expresiones culturales que no sean en persa o árabe. Rara vez se ha organizado un concierto en otro idioma y todo cantante que desee darlo deberá antes pedir un permiso al Ministerio de Cultura que es también el encargado de que no se pierdan los valores islámicos. La clave es no cantar nada con letras de contenido político o de protesta, ir vestido de forma no demasiado llamativa y en cuanto a las mujeres hacerlo acompañadas por hombres y ante una audiencia en la que predominen las mujeres. Así que quiénes desean ofrecer un estilo "alternativo" deberán recurrir a grabar en la clandestinidad y colgarlo después en redes sociales con medidas de ciberseguridad para que no les detengan o procurar no mostrar nada del local donde graben para no ser detectados y detenidos.


Los periodistas que informan de lo que realmente sucede en el País, no de lo que transmiten las agencias gubernamentales, obran de la misma manera: recurren a los vericuetos de Internet para ocultar su identidad. Pero algunos no lo consiguen y son encarcelados o sometidos a un arresto domiciliario extensible a sus familias. Sin embargo, el Gobierno de los Ayatolás no ha podido impedir que decenas de millones de iraníes se conecten a las redes sociales mediante aplicaciones que les permiten eludir la censura. Lo hacen a través de la telefonía móvil, un método más sencillo, cómodo y seguro para sortear esos controles. Algunos incluso cuentan con decenas de miles de seguidores de sus cuentas desde las que se han impulsado iniciativas como la de dejar caer el velo islámico que obligatoriamente han de llevar las mujeres, el hiyab. Ya se han producido algunas manifestaciones en las que mujeres jóvenes se quitaban públicamente el hiyab o se grababan caminando sin dicha prenda.


Si algún joven se atreve a grabar un vídeo cantando y bailando al estilo occidental burlándose de las rígidas normas impuestas por el Gobierno, en el caso de que lo haga a cara descubierta acabarán pasando por prisión un tiempo. Pero la segunda revolución iraní es ya imparable, la de la juventud que protesta en las redes sociales publicando tuits con sus críticas hacia un Régimen obsoleto y represor.


La honda crisis económica agudizada por el boicot internacional no hace más que aumentar el descontento de la opinión pública, no solo la de la juventud sino también la de los iraníes que eran niños cuando Jomeini se hizo con el poder. Vida Movahed es uno de los iconos de esta revolución, con su pelo descubierto sin hiyab desde que en diciembre de 2017 se llevaran a cabo las protestas multitudinarias contra la política económica del Régimen. Fue condenada a un mes de prisión por quitarse el hiyab y colgarlo en un palo a modo de bandera blanca en una de esas protestas en Teherán. Lo hizo subiéndose a un poste de telecomunicaciones de una avenida de la capital iraní, uno de tantos postes, pero que hoy en día es un lugar célebre por ser donde se encaramó Movahed para llevar a cabo su protesta. La paradoja es que se realizó en la Avenida Enquelab, que significa “revolución”, otra señal de lo que se avecina: la nueva revolución que transformará Irán en un País moderno y democrático. Claro que la conocida como Primavera Árabe era lo que se proponía y finalmente trajo todo lo contrario: en aquellos Países donde triunfó no lo hizo acompañada de un plan de cambio hacia la democracia por lo que la sociedad se desestabilizó destruyéndolos. Hoy algunos son Estados fallidos, como Libia o Siria por lo que los iraníes deberán hilar muy fino si no quieren que les ocurra lo mismo.


Quitarse el velo en público en Irán puede suponerle a una mujer hasta diez años de prisión, dependiendo de la repercusión del acto en las redes, quedando en sanción económica si no ha tenido demasiado eco. Algunas han sufrido lesiones al ser agredidas por fanáticos como le sucedió a otra de las heroínas de esta revolución juvenil iraní: Mariam Shariatmadari, graduada universitaria, se subió también al ya famoso poste de la avenida Enqelab izando su velo como lo hiciera la pionera Vida Movahed, pero con menos fortuna; a Mariam la bajaron bruscamente del poste rompiéndose una rodilla en la caída. Después la encerraron en prisión dos años. Son las conocidas como “mujeres de Enquelab” a las que muchas jóvenes intentan emular haciéndose un selfi en el famoso poste (o cerca del mismo ya que está vigilado por la Policía, incluso con agentes de paisano). Lo cierto es que se trata de una acción muy arriesgada ya que si son detenidas pudieran ser azotadas, sí han leído bien; esa condena aún existe en Irán. Para muchas vale correr el riesgo de hacerse el selfi colgándolo en sus cuentas de Instagram o Facebook contribuyendo con ello al movimiento por un Irán libre de censura.


Con el Shah no existía esa represión cultural y los iraníes podían prosperar, aunque les resultara muy difícil ya que había mucha corrupción, pero en el Irán actual también la hay y las diferencias entre los más afortunados y los más desfavorecidos es mucho más abultada que en los tiempos de la dinastía Pahlevi. Los precios están por las nubes a pesar de ser Irán uno de los Países con más petróleo del Mundo. Les sucede lo mismo que a su aliada Venezuela, donde también gobierna un dictador sobre un País bañado en petróleo. Nicolás Maduro, como los ayatolás, mantienen al pueblo en la pobreza con una inflación desorbitada y ambos Estados sufriendo un boicot internacional.



El Gobierno iraní contraataca con sus amenazas a Occidente

El presidente Hassan Rohani se afana en decir al Mundo que no se achantarán ante los Estados Unidos, discurso que reiteró ante una multitud sin precedentes, concentrada en la Plaza Azadi de Teherán con motivo del 40 aniversario de la República Islámica de Irán, el once de febrero de este año 2019. Una vez más, lanzó sus diatribas contra EEUU al que acusa de pretender asfixiar al pueblo iraní retirándose del acuerdo nuclear y boicoteando de nuevo el comercio de Irán con el Mundo. Por ello, Rouhaní califica de perversa y demoníaca la actitud de Donald Trump hacia Irán.


En un ambiente festivo en el que no faltaban las viandas a los asistentes, se veía a las mujeres vistiendo chadors (prenda negra que tapa todo el cuerpo excepto cara y manos) y hombres con trajes de color gris oscuro. Pancartas que reflejan el odio que el Gobierno difunde hacia todo lo occidental, en especial a los Países que consideran sus líderes: Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel. Los asistentes, la mayoría fanáticos o personas a las que no les ha quedado remedio que acudir a la cita por temor a ser acusados de colaboracionistas de Occidente o espías, se empapan de proclamas de guerra y odio.


No solo son objeto de sus críticas los Países occidentales o Israel sino también aquellos regímenes árabes que cooperan con ellos a los que consideran traidores al Islam, como Arabia Saudí. Lo curioso es que este último es también un Estado teocrático y autoritario que igualmente fagocita los derechos civiles manteniendo a su población en un estado de vigilancia constante.


Millones de iraníes no entienden, a tenor de sus críticas en las redes sociales, como a pesar de las dificultades económicas el Gobierno envía soldados a las guerras civiles que se libran en Siria y Yemen, con el coste que conlleva. Pero no parece que esas críticas les supongan algún problema como ha podido verse en el acto celebrado en una fábrica subterránea, según la agencia oficial de noticias de Irán Fars News, en el que mostraban orgullosos su nuevo Dezful con alcance de 1.000 kilómetros y capaz de transportar una ojiva explosiva de media tonelada. Este ingenio destructivo tiene un alcance 300 kilómetros superior al otro misil iraní de estas características, el Zolfaghar.


Vemos pues que los partidarios y afines del Régimen teocrático de Irán también recurren a sus propias redes para difundir su propaganda, solo que ellos no tienen problemas de censura ni nadie les meterá en la cárcel por publicar sus condenas a Occidente y sus mensajes de odio. En cambio, persiguen a quiénes cuelgan en sus perfiles clandestinos protestas por el desencanto con el que viven, sin libertades ni derechos. Mientras tanto, algunos círculos europeos y americanos simpatizan con estas dictaduras por enfrentarse a Estados Unidos. Habría que ver como piensan si vivieran una sola semana en Irán y comprobaran por sí mismos la situación en la que se desenvuelve la población en ese País.

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