Distintas investigaciones creen haber descubierto su identidad
El East End de Londres era a finales del siglo XIX un infesto grupo de barrios donde las peleas y crímenes eran constantes. Pero la atrocidad con la que se ensañaron de varias mujeres marcó la Historia de la ciudad.
Veamos quiénes fueron los sospechosos, si hubo detenidos, si solo fue uno el asesino o varios e incluso si pudiera haberse tratado de una mujer.
Bienvenidos al Infierno...
Si no se sabe quién fue, ¿por qué le llaman Jack?
En septiembre de 1888, en plena vorágine de crímenes en el barrio londinense de Whitechapel, la agencia de noticias CNA recibe una carta firmada por Jack the Ripper (Jack el Destripador). En la misiva desafiaba a la Policía y en ella decía odiar a las prostitutas, a las que amenazaba con seguir destripando.
Aunque resulte tétrico decirlo, suena mejor que el nombre que algunos periódicos le dieron al asesino: “mandil de cuero” (Leather Apron). Se debe a que hallaron un mandil de ese material cerca de la primera víctima.
Detuvieron a una primera persona, acusada de ser el asesino, que trabajaba como zapatero y llevaba un mandil de cuero en su labor. Se supo poco después que nada tuvo que ver; tan solo levantó sospechas porque odiaba a las mujeres que hacían la calle lo cual manifestó públicamente.
Scotland Yard nunca creyó que el verdadero asesino fuera el que mandó esa carta a la CNA (Central News Agency), como se llamaba el periódico en el que un tal Thomas John Bulling dijo recibir hasta tres cartas del destripador. De hecho, los policías llamaban al misterioso criminal como el “asesino de Whitechapel”, a falta de un nombre que le identificara.
Otra misiva recibida por George Lusk, presidente del comité no policial que se creó para vigilar el barrio ante la inefectividad policial, se tituló "Desde el Infierno"; es la más conocida de las que se atribuyen al destripador.
La carta iba acompañada de la mitad de un riñón. La otra mitad, el autor decía que se la había comido.
"From Hell" dio nombre a un cómic y una película inspirada en los asesinatos de Whitechapel.
¿Cuántas personas mató Jack el destripador?
Que se sepa, fueron cinco los asesinatos: Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly.
Las anteriores son las víctimas canónicas, de las que no se tiene duda, pero hay quién sostiene que fueron otras cuatro mujeres más, Martha Tabram entre ellas, aparecido su cuerpo con 37 puñaladas poco después. Pero hay dudas sobre si debieran ser incluidas entre las víctimas de Jack el destripador. Los forenses de entonces no se pusieron de acuerdo ya que la forma de proceder no era la misma.
Es falso que todas las víctimas de Jack el destripador eran prostitutas
Según la historiadora Hallie Rubenhold, en su libro "Las cinco: las vidas jamás contadas de las mujeres asesinadas por Jack el Destripador" (Random House, 2019) relata que solo dos eran prostitutas: Mary Jane Kelly y Elizabeth Stride; ésta última padeció sífilis por lo que fue ingresada en un Hospital del que escapó.
El estudio de Rubenhold es el más completo realizado acerca de las víctimas. Por ejemplo, Annie Chapman había estado en un centro de rehabilitación, en un convento, para desintoxicarse del alcohol.
Mary Ann Nichols, a la que apodaban “Polly”, tuvo una relación lésbica con una vecina, algo inaudito en la Inglaterra victoriana, por lo que acabó viviendo en pensiones de mala muerte, trabajando en lo que surgiera (lavando ropa o cualquier tarea doméstica).
Las cinco víctimas canónicas superaban la edad de 40 años excepto Mary Jane Kelly que tenía 25. Ninguna de ellas era de Whitechapel, sino que acabaron en aquel inmundo lugar por azarosas circunstancias.
Es una gran diferencia con la época actual ya que en el siglo XIX nadie se preocupó por las víctimas del destripador, más allá de lo macabro de sus crímenes. En cambio, hoy en día hubieran sido considerados asesinatos de género con una reacción más enérgica de la población. Fue lo que sucedió en el condado de Suffolk, cuando se detuvo a Steve Wright, conocido como el “estrangulador de Suffolk”, que asesinó a cinco mujeres, en 2006.
Las víctimas de Wright eran también mujeres humildes, incluso alguna prostituta. Pero en la Inglaterra victoriana se les veía como sujetas a todo tipo de riesgos por su escasa condición social. Como si el hecho de que se prostituyeran o durmieran en albergues o en la calle significara que, si les mataban, era algo que entraba dentro de la normalidad de entonces y a nadie extrañaba demasiado.
Modus operandi del asesino
Parece que el psicópata que les hizo tan terribles daños les dormía antes según el estudio forense de la época que determinó que no forcejearon.
Puede ser que sencillamente se hubieran quedado dormidas al no tener donde ir, aprovechando el destripador para atacarles.
O las dormía o les agredía de tal modo que les dejaba sin capacidad para defenderse o gritar pidiendo ayuda (las cinco víctimas tenían la garganta rajada de izquierda a derecha).
Todas habían sido dañadas estando en una postura reclinada, como si estuvieran acostadas. Fueron descuartizadas de modo tan salvaje que no pocos agentes vomitaban al descubrir sus restos.
Debido a que presentaban cortes limpios, como realizados por un cirujano, se pensó que debía ser algún carnicero o un médico desquiciado.
Los crímenes se producían siempre durante el fin de semana; nunca días laborales, entre agosto y noviembre.
Cómo había veces en las que no aparecía uno de los órganos, se pensó también que podía ser algún tipo de ritual satánico.
El escritor Lewis Carroll se ríe de la Policía
La identidad del asesino sigue siendo una de las grandes incógnitas de la Historia Criminal. Se llegó a decir que pudo ser el escritor Lewis Carroll, autor de “Alicia en el País de las Maravillas”.
¿Os imagináis que el creador de un cuento para niños sea un despiadado asesino en serie? Lo cierto es que más que literatura infantil, el mundo de Alicia ideado por Carroll es una pesadilla surrealista con una reina de corazones que ordena que le corten la cabeza a todo el que le disgusta.
Todo en él era singular, comenzando por su nombre. En realidad se llamaba Charles Lutwidge Dodgson. Latinizó su nombre; Charles Lutwidge = Ludovicus Carolus. Al trasladarlo de nuevo al inglés acabó siendo Lewis Carroll.
El autor del cuento infantil más vendido de la Historia, aún con sus problemas personales (zurdo, tartamudo y sordo de un oído), consiguió sacar adelante sus estudios universitarios de Matemáticas además de aficionarse por la escritura.
La posesión de fotografías de niñas desnudas o con poca ropa (y cuadros) dio lugar a que se pensara de Carroll que era un pedófilo y eso que fue archidiácono de la Iglesia Anglicana.
Se le excusó diciendo que al ser también fotógrafo profesional, buscaba la pureza infantil como inspiración, pero es un argumento que no convence a casi nadie ya que no termina de entenderse su fijación hacia las niñas.
El hermano del escritor, Wilffred, guardó lo que no interesó de la subasta que hizo de su legado de diarios, cartas y demás, a la muerte de Carroll, en 1898y lo que no se vendió o no le llamó la atención, lo quemó.
Una de las cartas que se conservaron de sus pertenencias, a su muerte, es la que enviaron los padres de Alice Liddell (niña en la que se inspiró el autor para su cuento sobre Alicia), pidiéndole que dejara de ver a sus hijos. El padre de Alice era el doctor Liddell, decano del departamento de Christ Church en Oxford, en cuya universidad Carroll impartió clases.
Un sobrino suyo se quedó con uno de sus diarios en el que el escritor habla de Jack el destripador burlándose de la Policía por dar palos de ciego y no dar con el asesino.
La hipótesis de que Carroll fuera Jack la sostuvo con fuerza Richard Wallace, un autor que se atrevió a señalarle como el destripador, a mediados de los 90 del siglo XX, en su libro Jack el Destripador: amigo alegre.
Wallace dijo descifrar unos anagramas que, según este autor, figuran repartidos por la obra de Lewis Carroll, asegurando que contenían las claves de sus crímenes. Los riperólogos, como se conoce a quiénes han estudiado la figura de Jack the Ripper (el estrangulador en inglés), consideran la teoría de Wallace descabellada y carente del más mínimo fundamento.
En el momento de los asesinatos Carroll mantenía una extraña relación con la actriz Isa Bowman, que por entonces tenía 14 años de edad. En sus memorias (La historia de Lewis Carroll, contada para los jóvenes por la verdadera Alicia en el país de las maravillas), Bowman no menciona que Carroll hiciera nada que pudiera hacer sospechar de él.
Sherlock Holmes al acecho
Se ha sospechado también de Sir Arthur Conan Doyle, el creador del personaje detectivesco más famoso de la literatura y el cine: Sherlock Holmes.
Como sucedía con Carroll, Conan Doyle fue también contemporáneo de Jack el destripador; de hecho, Carroll y Doyle se conocían además de que eran parientes lejanos.
Doyle se había licenciado en medicina tan solo unos años antes de producirse los terribles crímenes de Whitechapel.
Para cuando Jack está haciendo de las suyas, el personaje creado por Doyle ya es conocido pues aparece, por primera vez, en la novela “Estudio en escarlata”, de 1887. De hecho, Conan Doyle colaboró con Scotland Yard en la búsqueda de Jack el destripador.
En realidad, la solicitud de ayuda fue para el doctor Joseph Bell, de la Edinburgh Royal Infirmary, para que aclarara lo que parecía ser obra de un cirujano. El doctor Bell pidió que formara parte del equipo de asesores también Doyle, puesto que no solo era médico sino aficionado a la investigación detectivesca; formaba parte del Crime Club, una asociación que se dedicaba a ello.
El método que siguieron Bell y Doyle para dar con Jack el destripador fue investigar cada uno por su cuenta y reunirse pasado un tiempo para explicarle, uno al otro, sus resultados.
Conan Doyle reveló a la Policía quién creía que era el destripador, pero se mantuvo en secreto
La escritora e investigadora Diane Madsen cree que no se dijo en su momento porque los dos médicos señalaron a un personaje muy reputado, James K Stephen, tutor del príncipe Alberto Víctor, nieto de la reina Victoria.
En 1889, un año después de los asesinatos, la Policía desmanteló un prostíbulo masculino que se decía frecuentaba el príncipe Alberto. Pero lo cierto es que, cuando actúa el destripador, el príncipe ni siquiera estaba en Londres, según el diario oficial de la Corte.
Tampoco se pudo implicar al nieto de la reina en el turbio asunto del burdel ya que durante el juicio que se celebró sobre ese hecho, fue enviado a la India, donde murió en 1892.
La película “Desde el Infierno”, de 2001, protagonizada por Jonny Depp, se basa en la novela gráfica del mismo nombre de Alan Moore (Watchmen) y Eddie Campbell, quiénes a su vez se inspiraron en la teoría del escritor Stephen Knight.
Según Knight, en su libro “Jack el Destripador: la solución final”, la fuente que le informa de que el asesino fue el pintor Walter Sickert es un tal Joseph Gorman. Este hombre le aseguró ser descendiente del artista victoriano, contándole una curiosa historia, la cual te contamos a continuación, pero antes has de saber que si haces clic en la siguiente cuña, es también un spoiler de la película "Desde el Infierno":
TEORÍA DEL PINTOR ASESINO
Dos años después de la publicación de la novela, la fuente del autor Stephen Knight reconoció que había sido un invento, pero una vez muerto el escritor vuelve a retractarse y decir que es cierta su historia.
¿fue Jack el destripador el inspector Abberline?
En la película "Desde el Infierno", Jonny Depp interpreta al inspector Frederick George Abberline, nombre real del verdadero detective del caso. Como vemos en la imagen superior, el actor no se parece en nada al inspector Abberline real; éste último tenía escaso cabello cuando Depp luce un envidiable pelo semilargo.
En el film, se dota al policía de una suerte de videncia a la que llega estando en trance tras consumir drogas. Es en ese estado cuando ve imágenes que le ayudan en la resolución de sus casos. Pero el Abberline verdadero, si bien estaba dotado de una gran intuición, no era vidente ni hay constancia de que consumiera drogas con asiduidad.
Un investigador español, José Luis Abad y Benítez, tras realizar un estudio grafológico pormenorizado de las cartas y memorias de Abberline, determinó que se trataba de Jack el Destripador (libro "Jack el Destripador, el asesino más inteligente de la historia", de 2011).
Se basa en que la firma del inspector es la misma letra con la que se escribe el diario de un comerciante de algodón llamado James Maybrick en la que se describen con todo detalle los asesinatos. Pero la mayoría de expertos en la materia rechazan que ambos documentos fueran escritos por la misma persona.
Debido a que el inspector Abberline salía a investigar por la noche, sin compañía, como él mismo reconoció en su diario de memorias (incluso pagaba a prostitutas para que se marcharan a casa y así no se expusieran a los peligros de la noche), se ha sospechado que el distinguido policía pudo ser el asesino.
Su móvil: que era hijo ilegítimo, desconociendo quién era su padre biológico, de lo que culpó a su madre por lo que se vengaba matando a prostitutas porque así consideraba a su progenitora. O que envidiaba que no le dieran el título de “sir” siendo como era más inteligente que sus colegas que sí tenían ese reconocimiento.
Son argumentos bastante peregrinos y especulativos, como todo lo que gira en torno a la posible identificación de Jack el destripador.
En su supuesto diario, el del comerciante identificado como Jack, se dice que el destripador temía caerse y que le descubrieran por ello, lo que se considera otra coincidencia ya que el inspector Abberline tuvo una aparatosa caída en el jardín de su casa, debido a la prominente variz que tenía en su pierna izquierda. Otro de los argumentos para defender la hipótesis de que el diario de James Maybrick fue escrito en realidad por el inspector Abberline, es que menciona 24 veces al veterano policía: o estaba obsesionado con él o es el propio inspector el que habla de sí mism, pero como si fuera el comerciante.
¿Quiso Abberline implicar a Maybrick? ¿Tal vez porque tuviera algún problema con el magnate? Por ejemplo, que éste último le ridiculizara llamándole “bastardo”, como dice el presunto Maybrick en su diario. Como hemos visto antes, era algo que parece que le obsesionaba al veterano inspector.
José Luis Abad presentó su investigación en 2007, antes de su publicación definitiva, en 2011, con lo que ya era conocida su teoría cuando la doctora Mónica Laura Arra publica su trabajo "Jack, en Scotland Yard” (Editorial Foto Prensa Sudamericana).
Arra es médico forense y grafóloga pero ella no compara el diario de Abberline con el de Maybrick sino con las cartas que se supone el asesino anónimo escribió, como la más famosa de ellas, la titulada "From Hell" que mencionábamos anteriormente.
En alguna de esas misivas, el supuesto destripador dice ser policía e incluso amenaza a quién continúa aportando pruebas o testimonios sobre la posible identidad de Jack. El problema radica, en el caso de las cartas, de que se duda de su veracidad.
El propio inspector Abberline no señaló nunca a James Maybrick como sospechoso; el policía seguía otras líneas de investigación que le parecían más interesantes, según lo que él mismo manifestó con posterioridad.
¿Fue Jack el destripador un magnate o un aristócrata?
El historiador Robert Smith analizó en profundidad el diario de James Maybrick certificando su autenticidad.
Se trataba de un personaje que adquirió notoriedad tras su muerte, a manos de su esposa, juzgada por envenenarle en 1889, un año después de los crímenes de Jack.
Pero el diario en cuestión ha sido objeto de sospecha de fraude. Apareció en los años 90 del siglo XXI, hallado en Liverpool por un marchante de antigüedades llamado Michael Barrett.
Este sujeto diría pocos años después que en realidad lo había escrito él mismo y entregado a Robert Smith, luego el diario era falso. Incluso prestó declaración voluntaria en un juzgado de Liverpool reconociendo el fraude porque dijo temer por su vida.
Según la declaración de Barrett, había personas que habían invertido en la triquiñuela urdida por él y su esposa y que le reclamaban que continuara con la pantomima.
Poco después el propio Barrett se desdice y asegura que sí que es verdadero el diario; en cualquier caso, el investigador Robert Smith continuó diciendo que el diario no es falso.
Smith afirmaba que tenía pruebas de que ciertamente había sido hallado en la que fue residencia de James Maybrick, en la época de Jack el destripador. En cambio, el análisis que se hizo de la tinta utilizada en el diario deja pocas dudas sobre su falsedad.
La teoría mantenida por Robert Smith quedó plasmada en el libro de Shirley Harrison, que Smith editó, titulado Jack the Ripper: The American Connection.
Tanto Smith como Harrison afirman que Maybrick era Jack y el asesino conocido como “Aniquilador de sirvientas" (o “asesino de madianoche”), que atemorizó Austin (Texas), unos pocos años antes de los asesinatos en Londres.
Ocho criadas aparecieron muertas de forma espantosa, dándose por hecho que fueron obra de la misma persona.
La posibilidad de que los dos asesinos, el de Austin y el de Whitechapel, fueran el mismo ya se barajó en 1888 cuando adquirió notoriedad lo sucedido en Londres, solo que el de Texas fue aún peor: mató a siete mujeres, hiriendo a otras seis y dos hombres.
La similitud con Jack es que el asesino de Austin atacó a sus víctimas también por la noche, mientras dormían, siendo tres de ellas destripadas. Los crímenes cesaron cuando se intensificó la búsqueda del asesino, sospechándose que huyó del Estado de Texas.
Scotland Yard, tras ser notificada del posible paralelismo, investigó a varones llegados de los Estados Unidos que se hallaban en Londres por diversas circunstancias, como William Levi "Buck" Taylor, un actor texano que trabajaba en el show del Salvaje Oeste del famoso Buffalo Bill.
En los años que se producen los asesinatos, la compañía de Buffalo Bill se halla en Inglaterra, pero no había pruebas en contra, es más, Buck Taylor estaba considerado como alguien honesto y virtuoso, incluso tímido, además de cortés con las mujeres.
El investigador Bruce Robinson, en su obra They All Love Jack, defiende la hipótesis de que fue el hermano de James Maybrick el verdadero asesino, Michael Maybrick, incluyendo las muertes acaecidas en Texas.
Michael era un compositor que firmaba sus piezas como Stephen Adams y que entre otras canciones compuso "They all love Jack" (Todos aman a Jack).
En favor de la línea de investigación que señalaba a James Maybrick, se tuvo en cuenta que era adicto al arsénico, al dejarle relajado debido a los dolores que sufría desde que contrajo la malaria en Estados Unidos.
Por lo tanto, tenía acceso a la sustancia que pudo haberse usado para dormir a las víctimas, antes de mutilarlas; tengamos en cuenta que desde 1868, con la aplicación de la Pharmacy Act (Ley de Farmacia), en Inglaterra un veneno como el arsénico solamente podían venderlo los farmacéuticos.
En 1881, James se casó con Florence, la hija de un banquero norteamericano con la que vivió en la lujosa residencia de ambos en Liverpool (la misma casa en la que se halló el supuesto diario de James más de un siglo después, bajo unos tablones).
Se llevaban más de veinte años pues ella apenas tenía 19 y él superaba los 40 pero tuvieron dos hijos. Aún así, él continuó viajando a Norteamérica por negocios y se le conocen numerosas amantes. Su esposa le devolvió la afrenta manteniendo una relación con otro comerciante de algodón.
En 1889 muere James por sobredosis de arsénico. Se detiene a su esposa pero según el investigador Bruce Robinson fue Michael Maybrick, el hermano compositor de James, quién le envenenó.
El tribunal que juzgó a Florence, la esposa de James Maybrick, lo presidió sir James Fitzjames Stephen, padre de otro sospechoso de ser Jack el destripador, el poeta James Kenneth Stephen (fue tutor del también sospechoso príncipe Alberto).
Tras sufrir un accidente que le supuso una herida craneal grave, Kenneth Stephen, una vez recuperado, se vio afectado de un trastorno bipolar pero tal vez fuera algo hereditario porque también lo padeció su prima, la famosa Virginia Woolf, una niña en la época de la que nos estamos ocupando, finales del siglo XIX.
La enfermedad mental del poeta junto a su manifiesta misoginia, plasmada en su obra, hizo que se sospechara de él como posible Jack el destripador.
Así que vemos a una galería de personajes distinguidos relacionados entre sí que sospechan unos de otros o de quiénes, a posteriori, se ha sospechado e incluso establecido vínculos, algunos muy artificiosos.
¿Quiénes fueron los sospechosos de la Policía?
El inspector Abberline concedió una entrevista en 1903, ya retirado, publicada en la Pall Mall Gazette, en la que dijo que él pensaba en varios sospechosos, en especial en George Chapman, quién había sido acusado de la muerte de su esposa en los EEUU.
En realidad, su nombre era Severin Klosowski, un barbero de origen polaco; el apellido Chapman lo tomó prestado de Annie Chapman, que fue una pareja que tuvo pero que no guarda relación con la Annie Chapman, víctima del destripador (aunque no deja de ser una tétrica casualidad).
Severin llegó a Londres cuando se producen los asesinatos y curiosamente cesan cuando se marcha a Norteamérica. Se sabía que tenía conocimientos en cirugía, los cuales adquirió en su País natal, en 1887.
Abberline le recuerda al periodista que le entrevistó que el cirujano que realizó las autopsias de los cadáveres dejados por Jack mencionó, en su momento, que de un par de Facultades de Medicina le habían confiado un extraño episodio: un individuo estadounidense les había solicitado restos humanos, los cuales se negaron a darle.
Severin Klosowski (o George Chapman) se alojó, al llegar a Londres, en Whitechapel, justo al lado de donde se cometió el primer crimen y no marchó a los Estados Unidos hasta 1891, regresando a Inglaterra al año siguiente,
Unos testigos describieron a un individuo al que vieron cerca de donde se halló una de las víctimas de Jack; alguien alto, con gorra y que parecía extranjero, lo que concordaba con Klosowski. Con lo que no coincidían los testimonios era con la edad; el polaco era un hombre joven, no en cambio a quién vieron los testigos, alguien de 35-40 años.
Como la declaración ante la prensa de Abberline fue muy criticada, en una segunda entrevista al mismo periódico reiteró sus sospechas de que Chapman era el que más cuadraba con el perfil del asesino.
Pero Abberline señaló a Chapman en 1903, o sea, quince años después de los asesinatos, ya que cuando se investigaban los mismos barajaron multitud de nombres y se detuvieron a otras tantas personas.
Otro sospechoso fue Francis Tumblety, un irlandés que emigró a EEUU pero que se encontraba en Inglaterra cuando sucedieron los asesinatos.
Decía ser médico y de hecho tuvo una botica en Pittsburg (Pensilvania).
Tumblety podía pagar sus numerosos viajes por Norteamérica y Europa gracias a la fortuna que hizo vendiendo ungüentos e hierbas medicinales y realizando operaciones quirúrgicas (sería detenido por matar a un paciente de modo accidental).
Se dijo que tenía en su almacén recipientes de cristal en los que conservaba úteros (las cinco víctimas canónicas del destripador aparecieron con los úteros extraídos). Unido a sus comentarios despectivos hacia las prostitutas hizo que el inspector jefe John George Littlechild, de Scotland Yard, sospechara de él. Lo confesó el propio policía en una carta al periodista George Robert Sims años después de los sucesos.
Pero la Policía señalaba en 1888, como principal sospechoso, al polaco Aaron Kominski, un barbero judío que residía en Whitechapel en aquellos fatídicos momentos. Es más, en 1889 ingresaría en un manicomio a la edad de 24 años.
Se hace reseña de que Kominski era judío porque la comunidad hebrea, al ser de conocimiento público que se sospechaba de uno de ellos, sufrió asaltos y agresiones por parte de no pocos vecinos.
Hubo irregularidades en la investigación policial e informes desaparecidos como el mencionado de los doctores Arthur Conan Doyle y Joseph Bell o el de la autopsia de Mary Jane Kelly, que no apareció en Scotland Yard hasta 1987.
Precisamente, tras el último de los crímenes, el de Mary Kelly, desapareció Montague John Druitt, un abogado inglés que ejerció también como docente. Un mes después, su cadáver flotaba en el río Támesis; otro misterio en sí mismo. Parece que se suicidó al no poder soportar la carga de la sospecha que se cernió sobre él tras su detención por la Policía.
Sir Melville Macnaghten, jefe de la Brigada Criminal de Scotland Yard de 1903 a 1913 (aunque llevaba en esa unidad desde 1889), señaló en sus notas - conocidas como "Memorandos de Macnaghten", de 1894 - al médico ruso llamado Michael Ostrog.
El sujeto tenía su residencia habitual en Whitechapel y tenía fama de ser especialmente cruel con las mujeres, pero se descartó cuando se comprobó que en 1888, cuando se producen los crímenes, se hallaba preso en Francia.
La ciencia forense moderna tras Jack el destripador
Se ha intentado determinar quién era el autor de los crímenes, utilizando técnicas modernas.
Se analizó el supuesto chal de una de las asesinadas, por si los restos de ADN coincidían con descendientes de alguno de los sospechosos.
La investigación fue llevada a cabo por Jari Louhelainen, de la Facultad de Ciencias de la Liverpool John Moores University junto a David Miller, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Leeds, publicando los resultados en Journal of Forensic Sciences.
Del análisis efectuado de los restos biológicos del chal se dedujo que el asesino fue Kominski. Se dijo también que el individuo al que pertenecían los restos de sangre y semen hallados en el chal era de pelo castaño y ojos marrones, lo cual puede saberse por el propio estudio genómico realizado.
Otros científicos refutaron el estudio diciendo que no es determinante el ADN mitocondrial (se hereda por vía materna) a la hora de señalar de forma fidedigna a un sospechoso.
Alec Jeffreys, una autoridad en el uso del ADN en la criminalística, cree que no se puede obtener datos concluyentes en prendas que han pasado por tantas manos a lo largo de más de un siglo.
Por otro lado, el chal no está claro si realmente perteneció a la víctima. Los expertos de la casa de subastas en la que se vendió (Sotheby's) determinaron que la prenda no era de época victoriana sino posterior.
¿Y si el asesino de Whitechapel fue una mujer?
El inspector Abberline planteó la posibilidad de que el asesino no fuera un hombre, sino una mujer cuando se enteró de que la última víctima, Mary Jane Kelly, podía estar embarazada antes de que la matasen. Una comadrona pudo haber estado con ella y ser su asesina.
El investigador William Stewart habla de esta hipótesis en su libro “Jack the Ripper: A New Theory”. El autor cree que pudo ser Mary Pearcey, quién fue ejecutada en 1890 acusada de matar a Phoebe Hogg y a su bebé de tan solo un mes.
La Policía, cuando le detuvo en su casa, hallaron la vivienda llena de salpicaduras de sangre además de un cuchillo de grandes proporciones y un atizador de chimenea también con restos de sangre. Ella se defendió diciendo que la sangre era de ratones a los que había atizado porque la casa estaba llena de ellos.
Parece ser que Pearcey estaba celosa de Phoebe porque ambas mantenían una relación con el mismo hombre.
La posibilidad de que Pearcey fuera no Jack sino Jill la destripadora (los defensores de esta hipótesis cambian el nombre al ser una mujer), no termina de convencer porque ninguna de las víctimas del destripador (o destripadora) estaban embarazadas; al menos que se sepa a ciencia cierta.
¿Fue un solo asesino o varios?
Por último, indicar otra teoría que tiene pocos seguidores, pero no por ello carece de interés: Jack el destripador pudiera ser una invención.
El detective de la Brigada Criminal de Scotland Yard (jubilado en la actualidad) Trevor Marriott investigó la historia de Jack el destripador durante años. Siempre le fascinó ese personaje por lo que ahora que es profesor de Criminología ha compartido los resultados de sus investigaciones.
Ha publicado varios libros y artículos en los que plantea sus hipótesis y echa por tierra teorías de otros investigadores pues opina que pudieron haber sido varios los asesinos y, por lo tanto, que no hubo un asesino en serie.
Para Marriott, la idea de Jack el destripador fue un invento del periodista Thomas Bulling.
¿Os acordáis de Bulling? Es con quién abríamos este artículo que trabajaba en la agencia de noticias CNA y que dijo recibir varias cartas del asesino, una de ellas firmada como Jack, el destripador, nombre con el que pasó a ser conocido, tras la publicación en su periódico de dicha correspondencia.
Conclusiones
No se puede afirmar de modo categórico quién fue Jack el destripador, ni siquiera su género (si fue un hombre o una mujer) o si se trató de un único asesino en serie o varios.
Tal vez en algún archivo privado (o alguno institucional cuyo acceso sea complicado) existan documentos o informes que se retiraran en su momento por contraproducentes o porque perjudicaran a alguien notorio de la época, o implicado en la investigación. El caso sigue abierto porque se carece de suficientes datos que nos indiquen la dirección a seguir.
Son demasiados sospechosos. Los que hemos señalado en este artículo son solo los considerados más lógicos, pero hay muchos más.
A finales del siglo XIX no existían las técnicas forenses ni los protocolos de investigación actuales, lo que unido a las irregularidades manifiestas y el poco interés por las víctimas, al no ser personas distinguidas, dio lugar a que no se ahondara lo suficiente.
Lo que hubo después entraba más dentro del orgullo profesional por conseguir méritos que el interés real de hallar al verdadero asesino ya que todo eran elucubraciones sin fundamento o siguiendo pistas poco sólidas.
Tal vez nunca se sepa quién fue Jack el destripador pero eso no es lo importante, sino poner todos los medios por parte de las Autoridades para que los asesinos, tanto en serie como aquellos/as que maten a una sola persona, sean atrapados y puestos a disposición de la Justicia. Es más, deben emplearse herramientas de prevención para que no puedan matar.
Los asesinatos en serie de un mismo criminal desquiciado han continuado a lo largo de la Historia. Jack no fue el primero ni desde luego ha sido el último; simplemente se le ha dado un enfoque melancólico, propio de la época en la que se produjeron tan terribles sucesos.